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Max Boot

Entebbe: no hay que ceder

Entebbe nos demuestra que no es necesario ceder a las exigencias de los terroristas; que es posible contraatacar y ganar.

Entebbe nos demuestra que no es necesario ceder a las exigencias de los terroristas; que es posible contraatacar y ganar.
Yoni Netanyahu | Archivo

El primer ministro Netanyahu pasó el 4 de julio en Uganda conmemorando el 40 aniversario de la famosa Operación Entebbe. Es un acontecimiento mucho más presente en la historia de la familia Netanyahu que en la de Israel, o en la guerra general contra el terrorismo, aunque también tuvo una gran importancia en ambas. Fue en Entebbe donde Yoni, el querido hermano del primer ministro, perdió la vida. El teniente coronel Yoni Netanyahu [en la imagen] era el jefe de los comandos Sayeret Matkal que llevaron a cabo ese intrépido rescate de rehenes; fue el único israelí que murió en el subsiguiente tiroteo.

Después de tanto tiempo, es difícil recrear lo electrizante que fue en aquel entonces el raid, denominado Operación Trueno. Tuvo lugar sólo cuatro años después de las Olimpiadas de Múnich, donde el equipo israelí fue tomado como rehén por terroristas palestinos y finalmente asesinado –en el transcurso de un desastroso intento de rescate por parte de unas fuerzas de seguridad alemanas muy poco preparadas–, y seis después de que otro grupo de terroristas palestinos secuestraran simultáneamente cuatro aviones occidentales de pasajeros con destino Jordania.

Para 1976, los terroristas piafaban. En 1974 el presidente de la OLP, un Yaser Arafat joven y barbilampiño, se había dirigido a la Asamblea General de Naciones Unidas ataviado con su uniforme militar y una cartuchera al cinto. "Traigo una rama de olivo y el arma de los que luchan por la libertad", dijo con un aura amenazante. "No permitan que la rama de olivo caiga de mi mano". Era evidente que lo de Arafat era una amenaza: ese mismo año, un grupo de infiltrados palestinos atacó una escuela en el norte de Israel y asesinó a 21 niños; en 1975 volvieron a atacar, esta vez contra un hotel en Tel Aviv, matando a 11 personas.

A pesar de esta sanguinaria guerra contra civiles, Arafat tenía multitud de admiradores en todo el mundo, ninguno más ferviente que los jóvenes radicales de Occidente, que querían emular las hazañas terroristas de la OLP. Dos de estos "chavales blancos culpables" –miembros de las Células Revolucionarias alemanas– se unieron al Comando de Operaciones Especiales del Frente Popular para la Liberación de Palestina en el secuestro de un avión de Air France el 27 de junio de 1976; avión que cubría Tel Aviv-París. Tras una parada técnica en Libia, el aparato aterrizó, a primera hora de la mañana siguiente, en el aeropuerto de Entebbe, donde los secuestradores fueron recibidos con euforia por el dictador ugandés, Idi Amin.

Pocos –incluso en el Gobierno de Israel– pensaron que sería posible rescatar a los rehenes. Tras dejar libres a 148 pasajeros no judíos, los secuestradores retuvieron a punta de pistola a 94 judíos y a 12 miembros de la tripulación de Air France (que valerosamente se negaron a quedar libres), mientras el Ejército ugandés protegía todo el perímetro. El ministro israelí de Defensa, Simón Peres, tuvo que vencer los recelos de su primer ministro, Isaac Rabin, a la operación de rescate.

Que la Operación Trueno saliese mucho mejor de lo que cualquiera habría imaginado no fue ninguna suerte de milagro. Las fuerzas de rescate tuvieron que volar 4.000 km para aterrizar en un aeropuerto extranjero hostil, desembarcar del avión que les había transportado, conducir a través del pavimento, asaltar el edificio donde estaban siendo retenidos los rehenes y liberar a estos antes de que los secuestradores pudieran matarlos. Al final murieron los siete secuestradores y tres de los rehenes; y el teniente coronel Netanyahu, claro.

Se lanzó el potente mensaje de que se podía derrotar al terrorismo y de que, como ha dicho el premier Netanyahu, los judíos ya no son "impotentes" para defenderse. Ese triunfo ayudó a borrar el desagradable regusto que había dejado la Guerra del Yom Kipur (1973), cuando Israel se acercó peligrosamente a la destrucción, y contribuyó a dotar de un renovado prestigio al poderío militar israelí.

La Operación Trueno es un acontecimiento que merece ser conmemorado y celebrado, aunque la victoria final sobre el terrorismo haya resultado tan esquiva para Israel como para otros países. El demonio terrorista siempre estará con nosotros, pero los sucesos del 4 de julio de 1976 nos demuestran que no es necesario ceder a las exigencias de los criminales; que es posible contraatacar y ganar.

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