Menú
Amando de Miguel

La hora de los taciturnos

Se impone ahora un tipo de hombre público que se muestra estudiadamente taciturno, huraño, malhumorado.

El estereotipo literario del español es un individuo locuaz, parlanchín, que habla más que escucha. Triunfa en las tertulias, las reuniones familiares, las juntas de vecinos, en todas las ocasiones donde se ejercite la sociabilidad. Corresponde a un carácter extravertido que desborda simpatía. Podrá cometer errores, pero se le perdonan. La retórica es lo nuestro.

Pues bien, se impone ahora un tipo de hombre público que se muestra estudiadamente taciturno, huraño, malhumorado. Por lo menos cultiva el silencio, una discreta reserva cuando se espera de él una respuesta. Rajoy ha esperado un año con esa actitud huidiza a que se le ofreciera continuar como jefe de Gobierno, que es como decir el zar de todas las Españas. A Pedro Gómez le perdió su facundia, aun teniendo poco que decir. En esto que apareció el asturiano Javier Fernández, de los Fernández de toda la vida. En su tierra lo llamaban "el mudo", y sigue ejerciendo esa cultivada indolencia para poder competir con Rajoy. Habrá que ver la comunicación entre los dos. "¿Y luego?", empezará el gallego. "¿Cómo lo ves?", contestará el asturiano. Por cierto, que en Asturias lleva también la fama de inoperante. Pero en Madrid ha dado en el clavo, pues, como digo, se estila ahora el político silencioso, retraído y esquivo. Lo que le interesa es que su imagen aparezca en los medios, aunque su discurso sea inane o repetitivo.

Después de todo lo anterior, auguro un difícil porvenir político para Alberto Rivera y Pablo Iglesias, dos verbomotores incorregibles, que se pirran por salmodiar ante los micrófonos su cansina cantinela. Sospecho que ambos serán sobrepasados por los respectivos segundones taciturnos. En esta tierra, el discurso político vibrante se tolera poco. En la vida de relación corriente destaca el individuo cabreado, pesimista.

Un mundo dominado por las redes sociales castiga el exceso de palabras que pronuncian los hombres públicos. En todo caso, se premian las frases hueras, típicas de los arúspices del pasado clásico. Por ejemplo, "hay que pensar en España más que en el partido" o "la abstención no es un apoyo". Aunque últimamente la favorita es "a nadie le conviene unas nuevas elecciones". La verdad es que a todos los líderes, por una u otra razón, les convienen nuevas elecciones. Las tendremos, si no ahora, dentro de seis meses. A los españoles nos gusta votar. Nada es más atractivo en la vida de los partidos que las falsas primarias. Nadie sabe por qué se llaman así.

El estudiado autismo de los políticos más encumbrados se deja ver en las llamadas conferencias de prensa, donde no se admiten preguntas y no digamos repreguntas. Es lo que se llamó plasma para Rajoy, dispositivo que ahora imitan otros. Es decir, más que de conferencias se trata de declaraciones, como si fueran las de los papas ex cathedra. Naturalmente, el invento requiere unos periodistas muy dóciles. Es fácil que lo sean, dado lo ralo del mercado de trabajo. Tampoco se vislumbra un público más exigente. Donde haya fútbol, que se quite la política. En el fútbol se conserva y se cultiva la exuberancia verbal de la raza hispana.

En España

    0
    comentarios