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Carmelo Jordá

La máquina de imputriturar

El futuro se presenta aterrador.

No quiero defender a Cristina Cifuentes, no es mi función como periodista y, les voy a ser sincero, tal y como están las cosas no me siento cómodo defendiendo a casi nadie. Además, tampoco tengo ninguna necesidad: ni yo mismo ni este periódico en el que me leen debemos nada ni a Cifuentes ni a ningún otro político.

Pero cada día me parece más terrible la máquina de imputriturar que hemos puesto en marcha en este país entre medios de comunicación, políticos, filtradores profesionales y presuntos profesionales de la magistratura.

Algunos –desfasados nostálgicos del Estado de derecho– pensamos que no podemos seguir condenando simplemente a partir de las imputaciones judiciales, que hay que dejar que las cosas se juzguen antes de condenar en las portadas y los telediarios.

Pero la realidad es que ya hemos superado ese trámite imprevisible de la imputación: ahora la imputrituradora se pone en marcha a partir de una conversación telefónica grabada y filtrada parcialmente; o de un informe firmado por un cabo primero de la Guardia Civil, en el que por cierto se extraen aventuradamente muchas conclusiones pero no se aporta ninguna prueba.

En el camino, la máquina de imputriturar va dejando cadáveres políticos, lo que probablemente sería ya bastante injusticia, pero no se para ahí: empresarios, periodistas y otros muchos son también víctimas, como lo son sobre todo las instituciones y algunos partidos que, reconozcámoslo, quizá sean los únicos que se lo tienen merecido.

Pero lo sustancial no es que un político concreto o un partido concreto se merezcan todo el rigor de la pena del telediario; lo importante es que nos estamos cargando los últimos restos de una seguridad jurídica necesaria para que la política no sea una jungla de acusaciones falsas, para que las empresas puedan trabajar con unas mínimas garantías, para que los ciudadanos disfrutemos de unas libertades que parece que ya se pueden dinamitar sin mayor problema.

Y lo peor es que la máquina de imputriturar no va a mejorar nuestra democracia, sino que se la está cargando; que la máquina de imputriturar no va a limpiar a España de corrupción, sino que va a anegar el país con la peor de las corrupciones: la de que los poderosos puedan servirse de cualquier medio, ilegal o legal, legítimo o ilegítimo, para conseguir sus fines.

El futuro se presenta aterrador.

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