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Pablo Molina

El joven que tiene de los nervios a Mohamed VI

Se ha convertido en el referente de los marroquíes que reclaman profundos cambios económicos, políticos y sociales.

El pasado 27 de octubre, un vendedor ambulante de pescado llamado Mohcine Fikri murió aplastado por un camión de basura cuando intentaba recuperar los filetes de pez espada que la Policía le había requisado. Ocurrió en Alhucemas, ciudad del norte de Marruecos, en la región del Rif, donde todavía persiste muy viva la memoria de Abdelkrim, líder militar de la sublevación rifeña contra la administración colonial de comienzos del siglo XX y presidente de la autoproclamada República del Rif.

La muerte de Fikri desencadenó una oleada de protestas que ha ido creciendo con el tiempo hasta convertirse en uno de los más graves problemas de orden interno para el monarca marroquí. Las manifestaciones y concentraciones populares en contra del Gobierno se suceden, organizadas fundamentalmente por una plataforma ciudadana denominada Hirak Chaabi ("Movimiento Popular"), cuya cara visible es el joven Naser Zafzafi.

La última huelga general convocada por este movimiento rifeño, saldada con la enérgica intervención de las fuerzas policiales y la detención de decenas de personas, fue seguida de jornadas de protesta en otras ciudades importantes de la región, como Nador o incluso Tetuán. El Gobierno marroquí puso en busca y captura a Zafzafi, considerado el principal instigador de las protestas, que finalmente fue detenido junto con otros activistas el pasado 29 de mayo. Su arresto está muy lejos de haber puesto fin al descontento popular que vive la levantisca región del Rif, cuyos habitantes parecen haberse cansado de la corrupción institucional, la falta de inversiones y el desplome de los estándares de vida, que atribuyen a una marginación intencionada por parte de la clase política marroquí, con el monarca a la cabeza.

Naser Zafzafi es un desempleado de Alhucemas de 37 años de edad y soltero, que vertía sus opiniones contrarias al Gobierno en las redes sociales. La muerte del pescadero ambulante en su ciudad -víctima, según los rifeños, de la mafia del sector, protegida por el régimen- lo convirtió en la cara visible del descontento popular contra Mohamed VI. Sus arengas multitudinarias han electrizado a una población que parece haber perdido el miedo a los temibles aparatos de represión del Estado, como lo demostraría la gran protesta popular del 18 de mayo, en la que decenas de miles de manifestantes salieron a la calle bajo el lema "No sois un Gobierno, sois una mafia".

La osadía de Zafzafi lo llevó a interrumpir al imán de una mezquita de Alhucemas que acusaba al movimiento Hirak Chaabi de estar provocando una fuerte división en el pueblo marroquí. Zafzafi tomó la palabra para rebatir la acusación y trasladar la responsabilidad al Estado, por lo que fue acusado de perturbar la oración de los viernes, delito castigado en la legislación marroquí con penas que llegan a los tres años de cárcel.

El pasado lunes fue arrestado bajo esta acusación, pero el procurador del Rey -equivalente al fiscal general del Estado en los sistemas democráticos- ya ha anunciado que tratará de imputarle además graves delitos contra la seguridad del Estado, por lo que el líder rifeño podría enfrentarse a muy duras penas de cárcel.

El encarcelamiento de Naser Zafzafi no parece que vaya a poner fin a la oleada de protestas, que ya se ha extendido por otras grandes ciudades de Marruecos. El Gobierno lo acusa de separatista –en las concentraciones convocadas por Hirak Chaabi solo aparecen enseñas de la efímera república rifeña–, pero lo cierto es que se ha convertido en el referente de los marroquíes que reclaman profundos cambios económicos, políticos y sociales. Su futuro judicial es incierto, pero incluso en la cárcel, Naser Zafzafi sigue siendo el principal dolor de cabeza del rey Mohamed VI, poco acostumbrado a lidiar con una situación de descontento ciudadano de tal entidad.

© Revista El Medio

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