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EDITORIAL

Pablo Iglesias refuerza a Mariano Rajoy

Al final de la jornada parlamentaria pareció, no que Iglesias hubiera perdido una moción de censura, sino que el presidente del Gobierno había ganado una moción de confianza.

Se supone que una moción de censura tiene por objetivo desalojar a un gobernante del poder mostrando una alternativa creíble de gobierno. Sin embargo, a tenor de lo que se ha visto este martes en el Congreso, se puede afirmar que el Gobierno del PP, en general, y Mariano Rajoy, muy en particular, han salido claramente fortalecidos del asalto podemoso. El presidente del Gobierno, compaginando contundencia y fina ironía, ha sabido desmontar con brillantez la tediosa y catastrofista visión que los representantes de Podemos tienen de España, y mostrar las carencias y peligros que entraña esa alternativa liberticida de gobierno.

Bien es cierto que esta moción de censura, en realidad, siempre tuvo por objetivo influir en las primarias del PSOE y otorgar a Pablo Iglesias un liderazgo de la oposición del que las encuestas le alejan progresivamente. Pero también en esto a Podemos el tiro le ha salido por la culata, pues el espectáculo que han ofrecido tanto Pablo Iglesias como su segunda, Irene Montero, no sólo los incapacita como gobernantes, sino como aspirantes a liderar algún día la oposición al Partido Popular. Han vuelto a dejar claro que son unos revolucionarios de salón, el peor producto de la degradadísima universidad pública española.

Además de dejar patente que sus coincidencias con criminales como los hermanos Castro, Hugo Chávez o Nicolás Maduro comprenden el gusto por los discursos interminables y teatrales, Pablo Iglesias ha dejado en evidencia que es el único aspirante a la presidencia de un país que niega la existencia del mismo. A la pertinente pregunta de Rajoy de si Iglesias cree en la soberanía nacional, el alabardero de Arnaldo Otegi ha respondido de forma claramente negativa, pues no otra cosa es proclamar que a Cataluña, Galicia, País Vasco y "otras naciones históricas" les asiste el mal llamado derecho a decidir. De todo punto impresentable.

El cabecilla de los neocomunistas bolivarianos ha dejado en evidencia que su partido entraña una doble amenaza para la democracia. Y es que si su escasamente velado marxismo-leninismo vincula a estos agitadores con las democracias populares y asamblearias que imperan en países como Cuba y Venezuela, su asunción de los postulados nacionalistas en torno a la plurinacionalidad del Estado español y el derecho a decidir los convierte en enemigos jurados de la soberanía nacional, que sirve de base al entero edificio constitucional.

No es de extrañar que Mariano Rajoy, que, por lo demás, siempre ha sido un gran parlamentario, haya salido airoso de la astracanada podemosa; hasta el punto de que al final de la jornada parlamentaria pareció, no que Iglesias hubiera perdido una moción de censura, sino que el presidente del Gobierno había ganado una moción de confianza.

En cualquier caso, visto el monumental patinazo neocomunista, es harto probable que pase bastante tiempo hasta que alguien se atreva a desbancar a este Rajoy que gobierna con el menor apoyo parlamentario de la democracia.

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