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Amando de Miguel

La obsesión de la paridad

Llama la atención el hecho de que al frente de los grupos que defienden la 'ideología de género' haya solo mujeres. Ellas se lo guisan y ellas se lo comen.

Llama la atención el hecho de que al frente de los grupos que defienden la 'ideología de género' haya solo mujeres. Ellas se lo guisan y ellas se lo comen.
Pixabay/CC/uslikajme

La paridad sin más equivale ahora a esa inestable situación de que en todas partes haya la misma cantidad de mujeres que de varones. Es una obsesión por la simetría que haría feliz a Hércules Poirot. No solo se ha avanzado mucho en favor de ese difícil equilibrio, sino que nos hemos pasado en muchos terrenos. No hay más que pensar en la composición de algunos cuerpos profesionales (sanitarios, profesores de enseñanza obligatoria, últimas promociones de jueces o de periodistas). Es evidente que en esos casos hay muchas más mujeres que varones. ¿Habría, pues, que restringir la entrada de nuevas vocaciones femeninas? Sería un absurdo. En algunos campos, como el de los modelos de alta costura (no sé si se sigue diciendo así), predominan las mujeres, que, además, reciben un salario mucho mayor que el de sus compañeros masculinos. Algún día resultará escandaloso que en el fútbol profesional que cuenta no haya mujeres, no solo en el elenco de jugadores, sino en los árbitros o los directivos de los clubes.

En el fondo de todo esto se extiende la llamada ideología de género, que quiere decirla imposición de las ideas de los grupos feministas, los más exitosos de todos los grupos de presión. Tan fuerte es ese predominio que nos acerca sutilmente a una nueva forma de totalitarismo. Su dominación llega hasta el punto de alterar el lenguaje. En lugar del genérico "hombres", ahora hay que decir "personas". Menos mal que persona es una voz femenina, así como individuo resulta ser masculina.

Menos mal que las mujeres viven más años que los varones. Es un rasgo de nuestra época, a diferencia de lo que ocurría en tiempos pasados. Por ese lado también se ha roto el principio de la paridad. Claro está, no se trata de acelerar la muerte de las ancianas para lograr la simetría de los sexos. Ahora hay que decir "géneros", pues las feministas dominantes odian la palabra sexo; no se sabe por qué. Quizá habría que recurrir aquí al concepto psicoanalítico de mujeres castradas.

Puestos a defender el principio de la paridad, no habría por qué limitarlo a la igual presencia de varones y de mujeres en unos pocos terrenos (ahora se dice "ámbitos"). Por ejemplo, en las Cortes y los correspondientes Parlamentos regionales (ahora dicen "autonómicos", aunque sean heterónomos) hay poquísimas personas de origen extranjero. Por lo mismo se echa de menos que no haya más viejos (y viejas, claro), cuando ahora se vive más años que nunca.

La madre del cordero (y no el padre) está en que los grupos que imponen la paridad y otras excrecencias parecidas reciben cuantiosas subvenciones de los poderes públicos. Y siento que poder sea palabra masculina, lo mismo que Estado.

Otra cosa. Llama la atención el hecho de que al frente de los grupos que defienden la ideología de género haya solo mujeres. Ellas se lo guisan y ellas se lo comen. Esa sí que es una tremenda disparidad. Como se dijo, no hay que ser César para entender a César; por cierto, un individuo que nació prematuro por un parto provocado; de ahí cesárea. ¿Habrá que prescindir de esa palabra? No sé si el alto consejo del feminismo imperante la puede tachar de machista.

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