Colabora
Eduardo Goligorsky

Los verdaderos catalanófobos

¿Será posible que, después de escuchar esta cínica confesión de que les han tomado el pelo, los dos millones de embaucados sigan votando a los timadores salvapatrias?

Ya he comparado la estafa que urdió la cúpula torticera del movimiento secesionista para aprovecharse de las ilusiones, los esfuerzos físicos y el dinero de dos millones de ciudadanos crédulos con la que tramó el inescrupuloso José María Ruiz Mateos para colocar sus pagarés fraudulentos a una masa de inversores desprevenidos ("El diálogo entre iguales", LD, 24/11/2017). Ahora, el comportamiento megalómano del cabecilla fugitivo de la banda sediciosa, al que definí como un híbrido de Atila, Terminator y Don Corleone, aumenta las semejanzas con la conducta alienada del estrambótico empresario, que se exhibía disfrazado de Superman. Lo humillante, empero, es que, mientras los documentos de la Nueva Rumasa duermen en los juzgados, los traficantes de la cruzada supremacista siguen ofreciendo al público su mercancía tarada, como si trataran con dos millones de paletos predispuestos a dejarse estafar nuevamente.

Parásitos incorregibles

Ahora salpican su discurso con lamentaciones por los conspiradores que purgan su fanatismo o su lentitud de reflejos en la cárcel, y con homenajes cortesanos a los espabilados capitalistas y las espabiladas anticapitalistas que huyeron a tiempo para darse la buena vida en los resorts de la Europa privilegiada. Envueltos y envueltas, eso sí, en la estelada. En el artículo "Cobardes, mentirosos y la disonancia cognitiva del independentismo" (El Confidencial, 24/2), José Antonio Zarzalejos retrata sin pelos en la lengua a estos farsantes.

Mientras la DUI está en hibernación, a la espera de un cambio de clima, los parásitos incorregibles libran una batalla enconada entre ellos, no por el porvenir de la república embrionaria, que les importa un rábano, sino por los puestos que ambicionan ocupar en la mesa si se reanuda el festín (LV, 22/2):

Ambos grupos aspiran a asumirla [la titularidad de la Conselleria de Presidència] pero nadie está dispuesto a ceder. (…) Si el Departament de Presidència es el caramelo, el de Interior es la consellería que ni JxCat ni ERC parece[n] estar dispuesto[s] a dirigir.

Precisamente para no llegar tarde al jolgorio y quedarse sin los codiciados caramelos, ponen mucho cuidado en escaquearse de los puestos de riesgo, como Interior, y juran que todas sus fechorías fueron simbólicas, decorativas, simples travesuras de chavales pícaros. Y alegan que si alguien cometió un exceso fue, por supuesto, el vivales que se puso fuera del alcance de la justicia junto con un puñado de favoritos..

Repliegue táctico

El repliegue es táctico, para recuperar fuerzas antes de volver a las andadas, y solo los propensos a tropezar dos o más veces con la misma piedra le dan crédito. Hubo quienes interpretaron las respuestas de Marta Pascal, coordinadora general del PdeCAT, al ser entrevistada (LV, 15/2), como el primer paso hacia la recuperación de la racionalidad abandonada. Era una novedad que alguien de su corriente política dijera: "Catalunya necesita un Govern estable dentro de la legalidad", cuando la palabra legalidad sonaba a blasfemia en ese entorno. Sin embargo, al lector atento no se le podía escapar el detalle de que a cada afirmación sensata la matizaba un pero. Catorce veces, ni más ni menos, repitió "pero" en la entrevista. La meta final sigue en pie. La CUP vigila.

Artur Mas, el monigote que la cofradía supremacista utiliza como portavoz cuando necesita un caradura capaz de ventilar los trapos sucios de la chirigota sin ruborizarse, volvió a burlarse de los dos millones de estafados refregándoles por las narices que los habían engañado (LV, 23/2):

En el mundo de la política hay un componente simbólico y estético y muchas veces un argumento se hincha o se exagera para quedar lo mejor posible con la opinión pública. ¿Esto es un engaño? Puede llegar a ser un engaño. (…) Todos los actores que fueron al Parlament aquel 27 de octubre y que votaron a favor sabían que aquello no tenía recorrido real.

¿Será posible que, después de escuchar esta cínica confesión de que les han tomado el pelo, los dos millones de embaucados sigan votando a los timadores salvapatrias? La última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (LV, 24/2) invita a pensar que no: los partidarios de la independencia han bajado en tres meses del 48 al 40%. Pero todavía son demasiados para esta coyuntura.

Enemigos imaginarios

La estafa no cesa. Los tahúres tienen sobre el tapete los naipes marcados y solo les falta decidir, con sus típicos golpes bajos, cuál de los contendientes controlará la banca.

Lo ofensivo para la dignidad de los ciudadanos es que, mientras el tira y afloja entre los buitres sigue su curso, Cataluña continúa embarcada en su proceso de decadencia y empobrecimiento. Con el agravante de que la maquinaria de propaganda de la estafa trabaja a marcha forzada en los medios de comunicación públicos y en las redes sociales regimentadas. El impudor con que algunos formadores de opinión que escriben en la prensa privada (y subvencionada) desvían la atención hacia enemigos imaginarios, sumándose a la campaña de posverdades para ocultar la creciente bancarrota moral, cultural y económica de la sociedad fracturada, sobrepasa todos los límites.

"Catalanofobia" (LV, 22/2), de Borja de Riquer i Permanyer, es una apelación inmisericorde al odio cainita. Empieza con el aserto emponzoñado de que "no extrañará a nadie la afirmación de que nos encontramos ante un estallido de catalanofobia que está arraigando en sectores de la sociedad española y que tiene en algunos políticos y opinadores sus principales promotores". El articulista exhuma como prueba de este fenómeno el grito aislado de "¡A por ellos!" que lanzó una voz solitaria en la despedida de un grupo de policías, grito anónimo que siempre contrasto con el "Damos miedo, y más que daremos" que profirió públicamente el matón ensoberbecido cuando era presidente de la Generalitat. El resto del artículo contiene un torrente de reproches a los españoles –sobre todo si son intelectuales– que se oponen a la amputación de un territorio habitado por sus compatriotas. Contra la voluntad de la mayoría de estos, para más inri.

Barrabasadas de los iluminados

¿Catalanófobos? ¿Acaso lo era el prócer Josep Tarradellas cuando pidió en Morella, el 14 de junio de 1979, un "golpe de timón" para frenar la deriva anárquica del Estado de las Autonomías, y cuando escribió su muy extensa y documentada carta contra las insidias nacionalistas de Jordi Pujol, publicada en La Vanguardia el 16 de abril de 1981? ¿Acaso lo son los 3.500.000 catalanes que nunca votan a favor de esa independencia que moviliza –cada vez menos, como se ve– a los otros dos millones que completan el censo electoral? ¿Lo es el director del diario donde escribe Borja de Riquer, cuando alerta: "O enterramos el procesismo o cavará nuestra tumba" (LV, 14/12/2017)? Nada más atinado que esta admonición, de cumplimiento urgente, si se recuerda que las barrabasadas de los iluminados y los trepadores provocaron el éxodo de dos bancos, 3.250 empresas y tropecientos inversores, comerciantes, compradores y turistas. (Sé que me repito al citar estos datos, pero son los que figurarán en el capítulo que los libros de historia y los tratados de patología psiquiátrica dedicarán a los protagonistas del proceso.) ¿Comparten este balance los aguerridos cazadores de presuntos catalanófobos?

Balance al que debemos agregar a los dos mindundis que sabotearon la permanencia del Mobile World Congress en Barcelona al pensar que, no obstante su despreciable insignificancia, podían desairar al rey de España. Que aprendan a respetar a los Borbones. Felipe VI cumple con su deber cuando defiende la Constitución y la unidad de España, como lo cumplió su padre aquel 23-F, cuando el multimillonario encubierto Jordi Pujol le telefoneó, cagado de miedo, y Juan Carlos I, siempre campechano, le respondió, como consta en las hemerotecas: "Tranquilo, Jordi, tranquilo".

La gran estafa

Los verdaderos catalanófobos, no retóricos sino prácticos, son los cobardes y mentirosos (Zarzalejos dixit) que en el curso de la operación balcanizadora se ensañaron con el tejido social, la infraestructura económica y la imagen internacional de Cataluña. Los que no se fugaron están preventivamente presos, y sueñan con la hora de salir a la calle para continuar la gran estafa.

No son presos políticos. Como no lo fue –aunque así lo consideraban sus seguidores– Pedro Varela, cada vez que lo enviaban a la cárcel y clausuraban su librería Europa por reincidir en la edición y venta de libros de ideología nazi en un local presidido por un busto de Adolf Hitler y decorado con esvásticas. No practicaba personalmente la violencia e incluso era objeto de atentados y escraches, pero lo que sancionaba la Justicia era su participación activa en una campaña de odio. Aquí se trata de lo mismo: frenar la campaña de odio fratricida contra los españoles, incluidos los catalanes que no la secundan. Campaña estilo "La maté porque era mía" cuyos efectos demoledores están a la vista de todos.

Y se trata de evitar, a la vez, que sigan estafando a los seducidos que todavía no se han desengañado.

PS: Más adelante me ocuparé del debate sobre censura y libertad de expresión. Pero quiero dejar sentado desde ya mi repudio a los hipócritas que claman contra episodios como la prisión de un lumpen rapero, o la exclusión de fotos de golpistas transformados en mártires, y al mismo tiempo aplauden, o simplemente miran para otro lado, cuando los inquisidores de la Generalitat desobedecen los fallos judiciales y toman como rehenes a los niños para impedir que cursen un mínimo del 25% de las asignaturas troncales en la lengua oficial del país donde viven, perjudicando así su futuro desarrollo intelectual y laboral. Para premiar a estos guardianes de las esencias tribales se podría crear la Creu de Torquemada. Un buen candidato a recibirla sería el socialista Jaume Collboni, que "llevará a los ayuntamientos la defensa de la escuela catalana" (LV, 27/2). Tal como está, sometida a la censura anticonstitucional de los talibanes monolingüistas, por supuesto. (Ver "Los socialistas y la escuela catalana", de Joaquim Coll, El País, 28/2).

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario