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Guillermo Dupuy

Los alemanes y el 'prusés'

La alemana fue, ciertamente, la primera prensa europea en referirse al 'prusés' como lo que realmente siempre ha sido, un golpe de Estado.

Muchos alemanes –tan prusianos, dirán despectivamente algunos; tan civilizados, diremos admirativamente otros– nunca terminaron de entender cómo era posible que en España no se destituyera a los mandatarios regionales que, abierta y públicamente, anunciaban que su acción de gobierno iba a consistir en violar la ley –y digo violar, no reformar– para desarrollar un proceso de secesión que "no pararán ni tribunales ni Constituciones".

Recuerdo perfectamente cómo se jactaba, en el verano de 2014, un conocido mío alemán del hecho de que la Constitución alemana dispusiese de mecanismos de coerción y de suspensión de la autonomía de cualquier Land que permitirían deponer a cualquier jefe de Gobierno de un estado federado antes de que llegara a perpetrar una consulta tan ilegal y delirante como la que Artur Mas tenía públicamente previsto celebrar el 9 de noviembre de aquel año.

Sin saber todavía por aquel entonces que el artículo 155 de nuestra Carta Magna era de hecho una transcripción prácticamente literal del artículo 37 de la Ley Fundamental de Bonn, sí recuerdo que le dije a este conocido mío que los españoles también disponíamos de ese mecanismo constitucional, pero que nuestra acomplejada e indolente clase política constitucionalista le tenía más miedo que los propios nacionalistas y que, por tanto, no se atrevía a ver el grave y sedicioso envite secesionista más que como una simple y pasajera "algarabía".

Sigo creyendo que la indolencia de nuestra acomplejada clase política ante el abierto proceso de secesión inciado en 2012 no tiene, en realidad, parangón en ningún país civilizado del mundo. Los británicos han suspendido cinco veces la autonomía de Irlanda del Norte, una de las cuales duró más de cinco años. Sin embargo, sí que es verdad que fue la alemana la primera prensa europea en referirse al prusés como lo que realmente siempre ha sido, un golpe de Estado. Concretamente, fue el diario Handelsblatt, el primer y, según dicen, más prestigioso periódico económico de Alemania, el que calificó a Artur Mas, allá por agosto del 2015, de "premier golpista" y declarado "enemigo del Estado". Cuando lo leí en Libertad Digital me acordé inmediatamente de mi amigo alemán.

A comienzos de este año me volvi a acordar de él, cuando este mismo diario económico no se cortaba un pelo a la hora de calificar de "perturbado" al fugado sucesor de Artur Mas al frente del prusés, Carles Puigdemont, y a la hora de denunciar el enorme perjuicio e inseguridad jurídica que el Reino de España ofrece en Cataluña bajo una aplicación del artículo 155 que no se ha orientado a evitar las ya las consumadas consultas secesionistas pero, desengañémonos, tampoco a restablecer el ordenamiento constitucional, que en gran medida sigue burlando a diario la Administración autonómica catalana.

Pero quizá lo que más me ha evocado mi conversación con aquel visitante alemán ha sido la bronca que esta semana los empresarios de aquel país le han dado, en el Círculo Ecuestre de Barcelona, al no menos sedicioso sucesor de Forcadell en la Presidencia del Parlamento regional catalán: si el empresario alemán que hacía de moderador advirtió a Torrent que "si nos tocan las narices violando la Constitución, nos vamos", otro empresario se permitió decirle que desea, simplemente, verlos a todos ellos "en prisión".

Mientras tanto, nuestros representantes políticos se vuelven a dormir en falsos laureles, jactándose de que "ni ahora ni dentro de diez ni de quince años" Cataluña será un Estado independiente en forma de república. Menudo consuelo para quienes, sin ser alemanes, estamos preocupados por que el ordenamiento constitucional siga sin imperar en todo el territorio nacional.

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