La economía nacional no ha solucionado, ni mucho menos, los problemas que la pusieron en jaque con la crisis global de 2008, tal y como queda de manifiesto en el World Competitiveness Ranking de 2018, donde ha cedido dos posiciones en un año debido principalmente a la inflación, la financiación de las pensiones, la política energética y la balanza por cuenta corriente.
La sentencia sobre el caso Gürtel no ha hecho sino agravar la inestabilidad política en que vive inmersa la Nacióndesde hace ya tanto tiempo, inestabilidad que se tornó especialmente peligrosa tras la intentona golpista del pasado 1 de octubre. Sin vergüenza, el PSOE pretende sacar tajada presentando una moción de censura contra Mariano Rajoy que contará, previsiblemente, con el apoyo de la extrema izquierda y de los principales partidos separatistas. Las consecuencias de todo tipo que tendría para España un Gobierno de estas características son fáciles de prever.
Si la moción de Pedro Sánchez tiene éxito, España se enfrentaría a un Gobierno dispuesto a demoler no ya las políticas nocivas que Rajoy ha venido aplicando en los últimos años, sino las exitosas. Así lo ha hecho saber el secretario general de los socialistas al esbozar las grandes líneas de acción de su hipotético Ejecutivo, basadas fundamentalmente en suprimir de un plumazo las tímidas reformas liberalizadoras introducidas por el PP y disparar el gasto público.
Además de poner en almoneda la unidad de España con su infame entrega a los separatistas, un Gobierno dirigido por Pedro Sánchez y sostenido por la extrema izquierda supondría un tremendo frenazo a las tímidas expectativas de crecimiento de la economía y abocaría al país a una nueva crisis de dramáticas consecuencias.
Si Mariano Rajoy es un mal presidente, Pedro Sánchez no podría sino ser infinitamente peor. Por sus propios deméritos y por los de sus compañeros de viaje, neocomunistas y golpistas que son, de lejos, lo peor de la política nacional.

