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Antonio Robles

Infierno invisible

Ayer llegaron a Cataluña golpistas de cuello blanco, y se fue una mujer buena. Esto es el 'procés'.

Mientras llegaban golpistas de guante blanco a las cárceles catalanas en olor de multitudes y apoyo de las autoridades, salía en silencio una familia anónima de un pequeño pueblo de la comarca de la Selva (Gerona), camino de Zaragoza.

Mientras Oriol Junqueras, Jordi Cuixart, Raül Romeva, Jordi Sànchez, etc. vienen precedidos por sus nombres y el lugar de las celdas que les esperan, la familia de ese pueblecito de Gerona no tiene nombre ni puedo especificar el pueblo exacto donde residían hasta ayer: "No, por favor Antonio, dejo un piso que quiero alquilar, estamos en paro, y si se enteran harán campaña para impedirlo".

Lugar común. Tantas veces enmascarando nombres, profesiones, lugares de residencia, coches… No lo comparto, pero lo comprendo. Estoy acostumbrado a conceptualizar la exclusión, pero son las historias personales las que nos hacen tomar constancia real del supremacismo y la impotencia en pueblecitos del interior de Cataluña donde el desprecio y la exclusión social son de carne y hueso.

Raquel (nombre supuesto de la madre) arrastra una depresión desde hace un año. Vive en un pueblo donde la casi totalidad del vecindario es separatista. Está de baja por enfermedad y no tiene ni con quién hablar. "Hasta para sacar el perro lo hago a escondidas por las afueras del pueblo para no cruzarme con gente que nos odia".

Desde el 1 de Octubre, el pueblo se ha convertido en un infierno. "Ese día cercaron el pueblo con camiones, autobuses y tractores para que no pudiera acceder la Guardia Civil. Cada vez que alguien alertaba que se acercaba, todas las sirenas de colegios y campanas del pueblo sonaban a la vez. Parecía que estábamos en alerta de guerra". Y encima todas las alertas fueron falsas.

El día de la huelga general del 9-N obligaron a cerrar a todos los establecimientos e instituciones: "Llegué a ver a gente con escopetas de caza. Los concejales del ayuntamiento de ERC, PDeCAT y la CUP, sin embargo, obligaron a abrir un bar para cenar ellos solos". Actúan como la mafia, el Estado son ellos, nadie que esté en contra de la independencia tiene una vida fácil. "Estamos acosados, rodeados por esteladas, lazos amarillos, pancartas de libertad para los presos políticos, pintadas por fachadas y carreteras. No puedo asistir a fiestas, ni a la biblioteca, todo es suyo y de los suyos. Es una pesadilla. Ahora que te lo cuento me dan ganas de llorar". Ni siquiera era consciente de que ya lo estaba haciendo.

Raquel no tiene casi con quién hablar. Desde que se significó en el pueblo como militante de Cs, y más tarde como simpatizante de SCC, todo fueron problemas y acoso. A lo largo de este tiempo le rompieron varias veces los retrovisores del coche, le pincharon las ruedas, se lo pintaron con garabatos azules, quemaron el telefonillo de su vivienda, le arrojaron huevos, la insultaron y, sobre todo, los aislaron. Su marido ha tenido serias dificultades para buscar trabajo y actualmente está en paro. Es auxiliar de clínica y tiene el mal gusto de hablar en castellano. Ella está de baja por enfermedad y, desde hace un año, con una depresión provocada por la angustia de vivir aislada y excluida. Dejó Cs hace años y, como persona de izquierdas, se afilió a dCIDE. Necesitaba estar con gente que sintiera como ella, colaborar para salir de esa cárcel mental. Pero ni siquiera puede contarle a su psicóloga el origen de su angustia. Teme que ella también sea de la cofradía del lazo amarillo, como las respuestas de la comisaría de los Mozos de Escuadra cada vez que ha ido a denunciar algún atentado contra sus bienes: "Vols dir [¿quieres decir?]. Estoy hasta el moño de oír esa frase con retintín. Es una atmósfera irrespirable".

Su hijo, de 22 años, dejó la Universidad de Gerona para ir a estudiar y vivir a Zaragoza. Como su padre y su madre, no soportaba más a la manada nacionalista

Ayer llegaron a Cataluña golpistas de cuello blanco, y se fue una mujer buena. Esto es el procés.

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