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Agapito Maestre

Una pregunta desestabiliza al Gobierno

La verdad nunca ha jugado en el ámbito de la política salvo para salvarla del precipicio.

La verdad nunca ha jugado en el ámbito de la política salvo para salvarla del precipicio. La verdad jamás ha cotizado al alza en la historia de los egoísmos políticos excepto en épocas dramáticas para toda la comunidad. La verdad resurgió este miércoles por unos instantes en la pregunta de Rivera a Sánchez: ¿por qué el Gobierno se opone a tramitar la Ley de Transparencia, o mejor, la ley para salvaguardar la verdad en el ámbito científico, cuando el presidente del Gobierno no deja ver a nadie su tesis doctoral? Ahí está el punto central para regenerar el sistema político español. Ahí reside una leve expectativa para comenzar de nuevo, o sea, para intentar una política menos mala. Ahí hallamos la clave de la historia de la civilización: la mentira es la base de la política, porque tiene la capacidad de destruir cualquier tipo de verdad; la mentira no se detiene jamás en distinguir verdades de hecho o de razón. Lo arrasa todo lo que se le pone al paso. La llegada y la manera de ejercer el poder Sánchez es una prueba, una entre miles, de la capacidad y poderío de la mentira en la historia de la política.

Mantiene Sánchez que "este Gobierno hace lo que dice". Quizá sería más verosímil escribir "hace lo que desdice". No es necesario recordar los cambios de criterio y las rectificaciones, porque en estos tres meses no ha habido un solo día en que no haya hecho una o varias rectificaciones de sus dichos y ocurrencias. Política de bandazos es una buena manera de definir a este Gobierno. Refleja a la perfección el constitutivo ser de este Gobierno: hacer lo contrario de lo que dice. El Gobierno del PSOE, apoyado por separatistas, comunistas y filoterroristas, es ya todo un paradigma mundial de ejercicio del poder: la política es mentira o no es. Todo es rectificación en este Ejecutivo, por lo tanto, lo mejor que pudiera pasarles a los españoles es que Sánchez volviera a rectificar su primera y fundamental rectificación. Sí, llegó al Gobierno prometiendo que convocaría inmediatamente elecciones anticipadas, pero ahora, según ha declarado la Vicepresidenta del Gobierno, quieren acabar la legislatura…

Pero no perdamos el tiempo criticando a este Ejecutivo por mentir. Y vayamos a lo esencial: la mentira es la esencia de la política. Para Sánchez, como para todos los que le precedieron en la Moncloa, la mentira es consustancial al cargo. El político profesional lo primero que aprende es que la veracidad rara vez aparece a lo largo de la historia entre las virtudes políticas. La mentira siempre ha sido considerada como una herramienta necesaria y hasta justificable racionalmente tanto en las manos de los políticos más rastreros como en la acción de gobierno de los grandes hombres de Estado. La verdad jamás aparece, desde el mito de la caverna de Platón, con muchas posibilidades de sobrevivir ante las embestidas terribles del poder. Hasta las verdades más obvias y evidentes, eso que llamamos verdades de hecho y acontecimientos que todos conocemos, siempre están en vilo, o peor, a punto de ser arrojadas de nuestra existencia para siempre. Basta ver cómo está contándose desde el poder, la universidad, los medios de comunicación y los mesogobiernos de los jueces, los últimos ochenta y siete años de la historia de España, desde 1931 hasta hoy, para saber lo difícil, si es que no imposible, será reconstruir las verdades de hecho con esfuerzo intelectual. Soy escéptico sobre el futuro de la verdad.

Y, sin embargo, la verdad, aunque limitada y siempre fracasada en cualquier enfrentamiento con el poder establecido, tiene algo que decirnos. Tiene su propia fortaleza: la verdad es insustituible. El poder puede destruirla pero nunca sustituirla. Los interrogantes de Sócrates, el santo laico de toda la historia de la filosofía, son tan irremplazables como la pregunta que hizo ayer Rivera a Sánchez sobre su tesis doctoral y el proyecto frustrado de ley de transparencia. Nadie, ni siquiera los mayores criminales de la historia, ha conseguido buscarle un suplente a la verdad. Las preguntas con sentido y significado son tan necesarias como la respiración. La violencia y la propaganda ideológica pueden destruir la verdad, pero jamás podrán ocupar su puesto. La verdad no tiene sucedáneos. Precisamente porque la mentira es la base de la política, nos urge hoy más que nunca mostrar la fuerza política, emancipatoria, que pudiera tener la verdad. Es necesario buscar entre quienes se sitúan o están fuera del propio campo político para regenerar la política. Es menester buscar entre quienes se dedican a la investigación de la verdad, es decir, entre las personas que han hecho de la verdad su modo de existencia, como son los científicos, los artistas, los filósofos, los historiadores, los jueces, e incluso los periodistas, referencias para combatir el poder. La mentira. Sólo por este camino podríamos pensar en un nuevo comienzo, reitero, en una política menos mala…

Por desgracia, esas instituciones dedicadas a la investigación de la verdad están infectadas de política, de mentira política; si alguien fiara o confiara la regeneración política de este país a la actual Universidad (Conferencia de Rectores), al Consejo General del Poder Judicial, a las asociaciones de periodistas, etcétera, le llamaríamos algo más feo que lo recogido por la palabra iluso… Sí, cada vez es más difícil hallar un verdadero periodista, científico, artista, filósofo, historiador, juez, en fin, personas que hayan hecho de la imparcialidad, la independencia y la soledad su forma de vida. Esta situación de desaparición de la verdad de los lugares donde debería florecer es la gran tragedia de España. ¿Cómo regenerar un sistema político hundido por la mentira absoluta, por la ideologización total de la vida, sin instituciones que investiguen la verdad? Hoy por hoy, en España, sabiduría y derecho son ámbitos de la vida colonizados casi por entero por el poder político. Pues bien, para que la verdad volviese a resplandecer o imperar en las instituciones dedicadas a su cultivo, o sea, en la Universidad y similares, estaba concebido el proyecto de Ley de Transparencia Universitaria propuesto por Ciudadanos.

Esa iniciativa parlamentaria era un intento para comenzar a regenerar el tejido podrido de la vida pública en general, y de la vida política en particular. Era un intento de preservar al Alma Mater para que la democracia española no acabe en el precipicio. Era un leve arrebato de regeneración de la mentira organizada preservando o animando a la investigación de la verdad. Sin embargo, los socialistas y sus socios lo han rechazado, sencillamente, porque quieren seguir dictando que la sabiduría es lo que dice el Poder y legitima su Derecho. Así, el señor presidente del Gobierno de España ha escrito una tesis doctoral que está publicada, según prescribe la legislación vigente, pero que pocos pueden leer. ¡Extraño! La legislación vigente permite que se cuelgue la tesis en la página web de la Universidad Camilo José Cela, pero nadie puede leerla sin el consentimiento del autor. ¡Curiosa publicidad, razón pública, es la que impide leer un trabajo, supuestamente público, sin el expreso consentimiento del autor!

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