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Carmelo Jordá

¿Pacifistas o hipócritas?

Sí, Arabia Saudí es un país repugnante, pero algunos antes de hablar de derechos humanos deberían lavarse la boca con jabón o, al menos, dejar de "cabalgar contradicciones" tan rentables económicamente.

Sí, Arabia Saudí es un país repugnante, pero algunos antes de hablar de derechos humanos deberían lavarse la boca con jabón o, al menos, dejar de "cabalgar contradicciones" tan rentables económicamente.
Hispan TV / EFE

Un periodista ha sido asesinado en un consulado de Arabia Saudí. Es una noticia tremenda, terrible, que nos da una idea clara de lo que es un país que lleva desde su fundación obligando a su pueblo a vivir en una edad media oscurantista y represora, trufada de millones y lujo a partir del descubrimiento de los pozos de petróleo que llenan la península arábiga de oro negro, pero donde las mujeres sólo pueden conducir desde hace unos meses, lo que nos da una buena medida de cómo es allí la vida de la mitad de la población.

Arabia Saudí ha financiado el islam más radical en todo el mundo, e incluso el terrorismo en ocasiones, pero todo eso hace décadas que lo sabemos y, si bien el asesinato de Khashoggi es, como les decía, una monstruosidad, me pregunto por qué ahora se genera este escándalo y por qué con los saudíes y no con otros.

Hay algunas razones interesantes, tanto desde el punto de vista de la geopolítica –Arabia Saudí es un aliado tradicional de EEUU y ahora incluso se ha acercado a Israel ante la agresividad de Irán– como desde la perspectiva española: la buena relación de la Casa Real con la familia que gobierna el reino saudita, ahora que tantos están dispuestos a demoler la Monarquía porque se han dado cuenta del enorme obstáculo que les supone en su tarea de destrucción de la nación.

Tampoco hay que olvidar que algunos de los que encabezan el pelotón de linchamiento son los que llevan años cabalgando la contradicción de estar a sueldo del igualmente poco democrático Irán, casualmente el país que no sólo está disputándole la primacía regional a los saudíes sino que trata de exportar mundialmente su islam chií a costa del suní que profesa y patrocina Arabia Saudí.

No deja de llamar la atención que los que han puesto el cazo del petrodólar iraní estén tan indignados por que se vendan armas a un país que se está enfrentando a Irán en una guerra –la de Yemen– disputada en parte directamente, en parte a través de proxies. Oigan, que igual es casualidad que traten de defender a sus socios, pero que es mucha casualidad, sobre todo porque a ninguno de estos pacifistas le hemos oído decir nada sobre las armas que Irán ha usado en Siria, o las que le regala a Hezbolá para que se haga con el Líbano y acose desde allí a Israel, ni siquiera de los atentados que los ayatolás montan en países hermanos como Argentina.

Como, por cierto, tampoco hemos oído todas estas quejas ni estas peticiones de embargo de armas cuando en lugar de un periodista en un consulado saudí el asesinado ha sido un concejal opositor secuestrado en las tétricas instalaciones del Sebin chavista; ni ante la brutal represión sandinista, que ha causado ya centenares de muertos en Nicaragua; ni siquiera, y mira que han tenido tiempo para ello con las décadas que llevan sufriéndolos los cubanos, ante alguno de los cientos de miles de crímenes del castrismo.

Sí, Arabia Saudí es un país repugnante, pero algunos antes de hablar de derechos humanos deberían lavarse la boca con jabón o, al menos, dejar de "cabalgar contradicciones" tan rentables económicamente.

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