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EDITORIAL

Basta de tomar por idiotas a los españoles

Siendo grave que un político mienta por sistema, aún lo es más que tome por idiotas a los ciudadanos a los que debe el sueldo y un mínimo respeto.

Ha sido una semana intensa para la vicepresidenta del Gobierno: Carmen Calvo la empezó en el Vaticano y la ha terminado en Moncloa. Nunca menos fue más y, sobre todo, nunca nadie dejó tan bajo el pabellón del país al que, como miembro destacado del Gobierno, representa.

Y es que sólo unos días Calvo ha pasado del bochorno de que el mismísimo Vaticano tenga que emitir un comunicado para desmentir sus patrañas tras la reunión que mantuvo con el cardenal Pietro Parolin, a sustituir a Carmen Celaá como portavoz del Gobierno para protagonizar un bochorno aún mayor que los que nos tenía acostumbrados la ministra de Educación.

El esfuerzo de Carmen Calvo para, entre risas, desmentir que el presidente del Gobierno tenga que verse comprometido por las declaraciones de Pedro Sánchez sólo dos semanas antes de la moción de censura, como si fueran dos personas diferentes según la conveniencia del momento político concreto, ha sido uno de los momentos más sonrojantes de los últimos años de la democracia española.

Las relaciones de Carmen Calvo con la verdad y con expresión oral nunca han sido buenas, pero en las últimas semanas la vicepresidenta ha llegado a un grado tal de desconexión con la realidad que le permite decir cualquier cosa en cualquier momento, sin verse en la necesidad del menor disimulo o, si lo prefieren, de una mínima cautela para no ser descubierta en sus flagrantes mentiras.

No obstante, siendo grave que un político mienta por sistema, aún lo es más que tome por idiotas a los ciudadanos a los que debe el sueldo y, al menos, un mínimo respeto. Está claro que viendo la baja calidad de las trolas de Calvo estamos pidiéndole un respeto a los demás que no se tiene a sí misma, pero sus problemas personales no son una excusa para tomar por imbéciles a todos los españoles.

Lamentablemente, Carmen Calvo no es una excepción en este Gobierno, sino que es sólo un ejemplo más de un grupo de políticos con pocos escrúpulos capitaneados por el presidente con menos escrúpulos de la historia de la democracia española.

El problema, en suma, no es que una vicepresidente sea capaz de mentir descaradamente por salir más o menos airosa de la pregunta de un periodista, sino que un Gobierno está dispuesto -precisamente Calvo lo ha vuelto a dejar claro este viernes- a indultar a un grupo de delincuentes golpistas acusados de graves delitos para salir airoso de unos Presupuestos y mantenerse en el poder a toda costa, aunque esto suponga un acto de alta traición a España.

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