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Amando de Miguel

Los 12 mandamientos de la escolástica hodierna

No es que exista propiamente un 'pensamiento único' o por lo menos dominante; nos acercamos más a la virtual ausencia de pensamiento.

No es que exista propiamente un 'pensamiento único' o por lo menos dominante; nos acercamos más a la virtual ausencia de pensamiento.

No me refiero a la Escolástica como una dirección del pensamiento que se halla en la base de la cultura europea. La escolástica como genérico es su aspecto más vulgar y rechazable. Viene a ser una forma de discurrir sobre los asuntos humanos que se apoya mayormente en fuentes de autoridad, sin atreverse a expresar el punto de vista personal, que resulta inexistente. El sintagma típico del nuevo estilo escolástico es "como dice X", que se repite como salmodia, siendo X un autor muy vendido en todos los sentidos del término. El método escolástico de escritura se facilita hasta la fatiga porque ahora todo lo que han dicho otros autores de cierto renombre se halla almacenado en la nube al alcance de cualquiera por vía internética. No hace falta haber leído un libro para poder citarlo, ni siquiera si lo que se intenta es redactar una tesis doctoral como mérito para llegar a más altos destinos.

Se produce una paradoja difícil de explicar. La enorme facilidad para acceder (ese es el verbo ahora) a todo tipo de fuentes haría que los productos escritos del pensamiento fueran muy diversos. Pues bien, la realidad es la contraria. Nunca como hoy las piezas tenidas por teóricas o intelectuales han sido más parejas entre sí. No es que exista propiamente un pensamiento único o por lo menos dominante; nos acercamos más a la virtual ausencia de pensamiento. En su lugar, nos contentamos con la mímesis de escuetos mensajes mostrencos y con pretensiones de ingeniosidad. Si todo el mundo es capaz de opinar, al final se esfuma la opinión. Es la perfecta igualdad de los idiotas.

El prevalente estilo escolástico se trasluce en la proliferación de cláusulas relativistas o cautelosas. Por ejemplo, "de alguna manera", "más allá de", "en este sentido", "hasta cierto punto", "en buena medida", "en cualquier caso", etc. Luego está el abuso de los signos de interrogación sin posible respuesta. Peor aún, la cláusula interrogativa esconde la respuesta implícita, un poco al modo socrático, aunque desprovista de vitalidad.

En lo sustantivo la escolástica hodierna se ejemplifica en los siguientes 12 mandamientos de la vulgaridad, aplicados a la realidad española, pero exportable. Realmente, son una amalgama de utopías, diagnósticos y arbitrismos con la pretensión de expresarse como axiomas. Los españoles creen en ellos con una fe digna de mejor causa. Los enuncio sin demasiada ironía:

1) Las naciones ya no tienen sentido ante el magnificente espectáculo de la globalización.
2) La Tierra se halla sometida a un inesperado cambio climático de difícil comprensión, pero amenazante.
3) El efecto inmediato y cercano del cambio climático es el calentamiento de la atmósfera, debido a la acción del hombre (y de la mujer, claro).
4) Una consecuencia fatídica de lo anterior es la disminución de la masa forestal en el Estado español.
5) Se impone un desarrollo sostenible para no malgastar los recursos naturales, humanos y biológicos.
6) La producción de energía eléctrica deberá basarse en fuentes renovables, que, naturalmente, son las más caras. Pero ¡será por dinero!
7) La tabla de derechos humanos hay que aplicarla a los derechos de los animales, por lo menos a los grandecitos.
8) El hombre y la mujer tienen derecho a una muerte digna llegado el momento de la ancianidad o antes, si se sufre una fuerte depresión. Es un derecho que solo cabe administrar en los hospitales.
9) Todos los humanos tienen derecho a alterar el género al que pertenecen, sea masculino, femenino u otros.
10) Todos los territorios del Estado español tienen derecho a la autodeterminación.
11) El Gobierno deberá incrementar sistemáticamente el gasto público, pues es sabido que el dinero público no es de nadie.
12) Todos los ciudadanos y ciudadanas deberán percibir una renta mínima, una vivienda digna y un medio de transporte híbrido.

La consecuencia de ese dodecálogo, aplicado a lo que queda de España, es un Estado intervencionista a tope y una población feliz.

En España

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