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Amando de Miguel

Nuevas elecciones para octubre

El Gobierno que está en trance de cristalización parece harto inestable.

El Gobierno que está en trance de cristalización parece harto inestable.
Moncloa

Atabalados como andamos los españoles por las tribulaciones de los políticos para formar Gobierno, no nos paramos a observar lo más patente: el Gobierno que está en trance de cristalización parece harto inestable y deleznable (en su prístino sentido). Lo son también, por simpatía, muchos otros Gobiernos regionales (dícese "autonómicos") que se acaban de formar a trancas y barrancas.

Para empezar, el Gobierno de España se ha tirado un año en funciones, que es como decir que ha estado prendido con alfileres. Es decir, ha sido un lapso perdido para resolver muchos problemas colectivos. Aunque no es menos cierto que durante todo este tiempo la economía nacional, mal que bien, ha seguido funcionando. Pero eso ha sido a costa de un esfuerzo desproporcionado de los contribuyentes. Lo peor de todo es que lo primero que va a hacer el nuevo Gobierno es multiplicar todo tipo de impuestos, retenciones, arbitrios, tasas, peajes, multas, precios políticos. Aunque teóricamente vivamos en una economía de mercado, el Gobierno determina muchos precios y la cuantía de muchos salarios, subsidios y pensiones.

Un factor de inestabilidad gubernamental es que se hace difícil aunar voluntades y tomar decisiones cuando en el Parlamento bullen tantos partidos. El juego bipartidista PP-PSOE ha saltado por los aires. Se entiende que haya muchas personas descontentas con cada uno de esos dos grandes partidos establecidos. Muchas personas resueltamente conservadoras no pueden sentirse satisfechas con la oferta del PP. Por lo mismo, a muchas personas ingenuamente de izquierdas les puede resultar difícil identificarse con el PSOE. Ya no tiene mucho sentido el juego parlamentario ideal (según el patrón británico o norteamericano) de un líder del Gobierno y otro de la oposición. Da risa contemplar la vanidad de los líderes del PP y de Ciudadanos peleándose por el liderazgo de la oposición, cuando hay otra docena más de partidos en las Cortes. Por eso mismo, resulta ridículo que se pueda hablar de un Gobierno de coalición, de cooperación o de concertación para forjar la necesaria alianza entre el PSOE y Unidas Podemos. Qué desilusión, nuestros bolcheviques autóctonos no ansían asaltar el Palacio de Invierno sino aposentarse en él. Es tan escuálida la cooperación entre el PSOE y Unidas Podemos que el egregio doctor Sánchez podría declarar a su colega de la coleta: "Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio".

Se asegura que, de repetirse pronto las elecciones generales, ganaría ampliamente el partido en el Gobierno. Lo dudo, aunque entiendo que lo mío es un wishful thinking, como suelen ser otras muchas anticipaciones del futuro político.

Lo malo de una serie tan seguida de elecciones es que en España las campañas y precampañas electorales se alargan demasiado en el tiempo. Lo peor es el privilegio que tiene el presidente del Gobierno para fijar la fecha de los comicios de acuerdo con su personal conveniencia. Debería ser una fecha automática, regular, y con una fuerte restricción de los gastos. Sería bueno que los partidos gastaran menos dinero en tales menesteres y se apoyaran más en el trabajo gratuito de voluntarios. Auguro el éxito de los partidos que sepan adaptarse mejor a esa condición de austeridad.

En otoño comprobaremos que de poco ha valido que un competente tribunal haya condenado a los separatistas que no lograron ser forajidos, como el de Waterloo. (No me refiero a Napoleón Bonaparte). El Gobierno no va a saber qué hacer con las exigencias del secesionismo masivo, sobre todo porque otros muchos nacionalistas dirán que volverán a proclamar la República Catalana. Ese sí que va a ser el gran chiringuito. Solo podrá cerrarlo un eventual Gobierno de concentración nacional. Pero un futurible así parece imposible; lo siento.

En España

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