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Miguel del Pino

Damas y Vagabundos

Reflexiones sobre nuestra vieja amistad con el lobo domesticado en el Día Internacional del Perro.

Cachorro de Cocker Spaniel. | Pixabay

El Premio Nobel Konrad Lorenza se equivocaba al considerar que los perros domésticos tenían diferentes orígenes a partir de varias especies de cánidos salvajes. Los estudios de genética molecular han demostrado que todas las razas de perros actuales descienden de las distintas variedades del lobo (Canis lupus).

Pero donde seguramente acertó el ilustre sabio fue en la suposición de que la amistad entre nuestra especie y la lobuna se generó a nivel infantil; dice Lorenz: "un día unos niños encontraron unos cachorros".

Podemos jugar con la imaginación para adivinar lo que pasaría a continuación: los cachorros eran llevados a la aldea y en lugar de ser muertos se los criaba y mantenía como aliados en la lucha contra el lobo silvestre o en la defensa de los ganados. Los caracteres infantiles de los lobeznos les salvaban la vida al conmover a los humanos con su belleza y su encanto.

Lo que resulta increíble es la extraordinaria diversificación que ha afectado al lobo ancestral al evolucionar junto al hombre hacia la multitud de razas que conocemos en la actualidad. El mecanismo de tal explosión genética intrigaba a Darwin cuando trataba de encontrar las bases de su Teoría de la Evolución. ¿Cómo era posible que de la selección doméstica se derivaran diferencias tan evidentes como las que resultan de la comparación de un chihuahua y un dogo alemán?

También otros animales domésticos, como el canario, hicieron reflexionar a Darwin acerca de la velocidad con que se produce la multiplicación en razas de los animales domésticos, que perecía mucho mayor de la que correspondería a la que se produce en plena naturaleza sin la labor selectiva llevada a cabo por el hombre. Fue el padre del evolucionismo quien denominó este fenómeno como "síndrome de la domesticación".

La cuestión científica de las razas

Ha habido que esperar más de 150 años para que los avances en genética y en bioquímica hayan comenzado a arrojar luz sobre estos misterios genéticos: desde hace apenas cinco años varios equipos de las prestigiosas universidades de Harvard (EUA), Viena (Austria), y Humboldt (Alemania) iniciaron estudios en relación con las diferencias que se encuentran entre la diversificación de las razas domésticas y la de las especies en libertad.

Las crestas neurales, que son estructuras formadas en el primitivo tejido nervioso de los vertebrados, podrían encerrar la explicación del fenómeno del "síndrome de la domesticación" que tanto intrigó a Darwin. Hay que esperar investigaciones más concluyentes, pero diversas células implicadas en la diversificación del fenotipo y también del comportamiento, se forman en esta cresta neural y su déficit, derivada de la crianza en cautividad, podría generar este curioso fenómeno.

Excede de nuestra intención profundizar en las claves bioquímicas de los recientes estudios que aludimos, pero se tienen ya identificados hasta genes concretos que configuran el control de la formación de órganos y de circunstancias como la pigmentación o el tamaño. Sin duda Darwin hubiera disfrutado al ver confirmadas tantas de sus suposiciones.

Volviendo a nuestro amigo canino, la Federación Cinológica Internacional reconoce hasta el momento 343 razas de peros diferentes, que se suelen agrupar en cuatro familias o categorías llamadas Lupoides, Graioides, Bracoides y Molosoides.

Los Lupoides son los más parecidos al tipo lobuno original, pero con matices, como que algunos puedan ser diminutos, como los Yorkys; los Graiodes responden al tipo estilizado de los galgos y los podencos, que son especialistas en velocidad; los Bracoides son los típicos perros de caza, provistos de grandes orejas, y los Molosoides que descienden de razas de combate muy remotas y se caracterizan por su gran fuerza muscular, su cabeza voluminosa y su mordedura muy potente y persistente, llamada "de presa".

El Día Internacional del Perro

Dejando aparte cuestiones científicas, tanto etnológicas como evolutivas, la proposición de un Día Internacional del Perro se constituye en una reflexión sobre la necesidad de regular nuestra convivencia con el perro: una regulación que debe conducir a la resolución de los graves problema del abandono, del maltrato o de la explotación abusiva.

En España, aunque no exclusivamente en nuestro país, la cabaña de perros abandonados arroja cifras estremecedoras e insostenibles que hace muy complicado llegar al sacrificio cero, que es lo que deseamos todas las personas sensibles en relación con los pobres animales recogidos en las protectoras particulares o en los alojamientos municipales para animales.

Para conseguir el sacrificio cero hay que comenzar por luchar contra el abandono, que muchas veces se deriva de la compra irreflexiva o del desconocimiento de las necesidades y cuidados imprescindibles para tener en buenas condiciones a un animal tan inteligente como sensible. También es necesario evitar el nacimiento de camadas que no tengan garantía de que todos sus componentes encontrarán un hogar.

Un error muy frecuente es la creencia de que para tener un perro es suficiente disponer de un gran espacio, como un jardín o una parcela: más que de espacio es cuestión de tiempo, y del cariño que podamos dispensar a nuestro animal. Entre los derechos del perro debería figurar la posibilidad de dar dos o tres paseos diarios junto a su amo, y de poder jugar un rato con una pelota o perseguir ese objeto motivador que tanto le gusta cuando se lo arrojamos.

Necesitamos todavía la ayuda de muchos perros en funciones como la del pastoreo, o la colaboración con personas, como invidentes o sordomudos, donde nuestra amistad alcanza las cotas más altas e intensas; también son de gran importancia las labores de colaboración en terapia de personas con necesidades psicológicas, como los niños con autismo.

Son muchos los perros que trabajan diariamente paseando a su amo, aunque éste suela enfocar la relación a la inversa: los médicos recomiendan vivamente a sus pacientes que abandonen el sillón y que no se resistan a conceder a su perro la oportunidad de salir a pasear cuando éste se lo pide, por cierto de manera extraordinariamente expresiva.

En definitiva, bendigamos la remota ocasión en que, como dice Konrad Lorenz: "El hombre encontró al perro".

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