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Pablo Molina

Largarse de Cataluña

No hay quien soporte el continuo chantaje de unos privilegiados que llevan dos siglos expoliando al resto de los españoles, a los que acusan de ser la causa de todos sus males.

Dicen los que pretenden conocer muy bien la política catalana que los independentistas tratan de obtener la victoria definitiva por aburrimiento del resto de los españoles, cada vez más hartos del terrible coñazo que supone aguantar a unos descerebrados dispuestos a arruinarse para varias generaciones a cambio de convertir el principado en una república. Si es así, a mí ya me han derrotado. Que se larguen de una vez y nos dejen en paz.

No hay quien soporte el continuo chantaje de unos privilegiados que llevan dos siglos expoliando al resto de los españoles, a los que acusan de ser la causa de todos sus males. Menos aún el discurso bipolar de una raza pretendidamente superior que no deja de llorar por que un puñado ignorantes muy por debajo de ellos en la escala evolutiva los mantiene esclavizados (a ver cómo se entiende eso). Ni siquiera las sandeces del puñado de imbéciles subvencionados que han descubierto las raíces catalanas de los grandes genios de la historia tienen gracia ya. Estos son capaces vencer por aburrimiento al santo Job y conmigo lo han conseguido ya.

No soy el primero, claro. Hay muchos catalanes que opinan lo mismo y han empezado a actuar en consecuencia. De Cataluña ya ha comenzado a salir la gente que no aguanta más el zamarreo de estos locos y los que les brindan su apoyo entusiasta desde las entidades civiles y los medios de comunicación. Dramaturgos, intelectuales y políticos señeros que han desarrollado toda su vida profesional en el principado ya se han largado de allí. Hacen bien. Nadie merece vivir señalado por una caterva de enajenados, algunos de los cuales han aprendido ya a manejar el amonal.

Todo sería diferente si estuviéramos a las puertas de que el Estado abordase el problema con todas las consecuencias, pero no parece que se adivine una solución en el horizonte más cercano. Ni los partidos nacionales van a suspender la autonomía un par de décadas, tiempo mínimo para limpiar la corrupción nacionalista y desprogramar a sus víctimas más trastornadas, ni las fuerzas catalanas constitucionalistas van a tolerar que a Cataluña se la trate como a una comunidad autónoma más.

Así las cosas, el llamado "problema catalán" lleva camino de prolongarse un par de siglos más, tirando por bajo. Demasiado tiempo para los que llevan décadas aguantando la matraca separatista. Que nadie los acuse de cobardes si lían el petate y se largan de ahí con la familia a buscar la paz y la libertad en otras partes de España. Muchos de los que podían lo han hecho ya.

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