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Santiago Navajas

Arrimadas en el laberinto

Debe ser ella misma la que se interne en el laberinto del poder. Inteligencia no le falta; valor, tampoco; prudencia, ya veremos.

Debe ser ella misma la que se interne en el laberinto del poder. Inteligencia no le falta; valor, tampoco; prudencia, ya veremos.
Inés Arrimadas | EFE

Hay quien no se conforma con el Mont Blanc y quiere conquistar inmediatamente el Everest, a pulmón y sin sherpas, batiendo además el récord de tiempo de ascensión y en pleno invierno. Pero para llegar siquiera a la cumbre suiza hay que prepararse haciendo "la Integral de los Tresmiles" de cuatro días en Sierra Nevada, atravesando hasta quince cumbres. El camino al Sagarmatha/Chomolungma (Nepal/Tíbet) pasa por Mulhacén (Granada).

Rivera se creyó Teseo buscando matar al Minotauro pero se enredó en el laberinto de la desmesura de su ambición y el tacticismo electoral. En una entrevista, Xavier Pericay da las claves de cómo el proyecto de Ciudadanos –basado originariamente en la defensa del programa liberal de "libres e iguales", así como en el ataque a los dogmas nacionalistas y el paradigma socialista, y en propugnar la regeneración institucional de un sistema partidista lastrado por la epidemia de la corrupción– fue imponiendo el marketing por encima del programa, el amiguismo por delante de la meritocracia, los fichajes que arrumbaban a los militantes, la servidumbre de los mediocres desplazando a la competencia de los más brillantes, la soberbia de la conquista del poder sobre la humildad en el trabajo de oposición.

El papel de Ciudadanos no puede ser nunca el de un partido de masas, como el PP o el PSOE, partidos convertidos en productos dominados por el votante medio, ese que elige a quién votar tanto por la inercia ideológica como por intereses privados, y sometidos permanentemente al chantaje nacionalista. Ciudadanos, si quiere tener un lugar en el panorama electoral y no ser asimilado por ninguno de ellos, debe comprender que es un partido para una élite, aquellos que pueden matizar un discurso y tienen herramientas conceptuales y recursos retóricos para oponerse dialécticamente a los mantras mediáticos que convierten conceptos discutidos y discutibles, de la violencia de género al federalismo y la memoria histórica, en dogmas.

Rivera no tuvo a una Ariadna que le indicase cómo salir de la maraña de la soberbia política, querer sustituir al PP como si fuese UPyD, y el ridículo de la mercadotecnia, ¿dónde estarán ahora el adoquín del debate y el perrito del vídeo? Atrapado en sus propias contradicciones y paradojas, Rivera en su laberinto fue finalmente Ícaro: no fue el Minotauro, y mucho menos Sánchez y Casado, el que acabó con él, sino el querer volar demasiado cerca del Sol. En tiempos feministas, el papel de Inés Ariadna Arrimadas no es el de ayudar al héroe sino ser ella misma la que se interne en el laberinto del poder. Inteligencia no le falta; valor, tampoco; prudencia, ya veremos.

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