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Eduardo Goligorsky

Idilio en las cloacas

Frenémoslo ya, con la Constitución y el Código Penal en la mano, antes de que los cachorros de dictador crezcan y lleguen a ser Maduros.

Frenémoslo ya, con la Constitución y el Código Penal en la mano, antes de que los cachorros de dictador crezcan y lleguen a ser Maduros.
Iglesias y Sánchez | EFE

En las largas noches de insomnio que padezco, como muchos españoles civilizados, desde que se selló el pacto de la infamia después del 10-N, no dejo de imaginar cómo habría dibujado la escena Gustave Doré, el genial ilustrador del Quijote de Cervantes y del Infierno de Dante. Tal vez habría mostrado al doctor Pedro Sánchez y el camarada Pablo Iglesias con gorro de cascabeles, junto al espectro del ausente pero indispensable Oriol Junqueras, chapoteando, abrazados, en las aguas servidas de las cloacas subterráneas. Parecería la imagen de un idilio estrambótico por su localización hedionda pero, volviendo a la vida real, detrás del escenario se esconde un entramado tenebroso de odios y rivalidades. El abrazo del trío es una estratagema para que tengan las manos ocupadas y evitar que se apuñalen por la espalda.

Resignado a obedecer

El idilio fingido tiene, sin embargo, una explicación prosaica. Los tres embaucadores se necesitan los unos a los otros para consumar la traición a España y repartirse sus trozos después de desmembrarla. Lo más grosero de esta operación es que los culpables no solo no ocultan su proyecto depredador sino que lo exhiben con orgullo burlándose de las víctimas, a las que arrean como ganado.

El Gran Felón se apoltrona en la franquicia que sus socios trapaceros han prometido cederle cuando terminen de desguazar la patria común, mimetizada, para el pillaje, en una ficticia nación de naciones. Le gustaría manejar ese espacio como si fuera su feudo particular, de espaldas a la ley y el orden, pero se resigna a obedecer el tirón de los hilos cuando sus titiriteros le recuerdan que es, al fin y al cabo, un muñeco desechable.

Ahí está, para confirmárselo, Oriol Junqueras, el apóstol desafiante de la Cruzada catalana, quien desde el púlpito de la cárcel de Lledoners dicta instrucciones para la aprobación o el rechazo de los presupuestos del Estado español, cuya gobernabilidad, afirma, le importa un comino. Experto en chantajes, este presidiario que abomina de su país natal, España, coge la sartén por el mango, y al mismo tiempo que manipula y humilla al mendaz ocupante de la Moncloa, intercambia navajazos fratricidas con Carles Puigdemont, el competidor sin agallas que huyó sigilosamente, dejándolo en la estacada.

Proyecto más ambicioso

Junqueras, Puigdemont, Torra y el resto de la oligarquía étnica se conformarían con apelar al mito nazi de la pureza de sangre para conquistar el título de propiedad sobre cuatro provincias del Reino de España y continuar explotándolas como hasta ahora, discriminando y segregando en el apartheid a la mayoría mestiza y a los catalanes sensatos, que son muchos. Este clan tribal actúa, además, con la explícita intención de anexarse territorios vecinos, copiando el modelo del Anschluss hitleriano, para completar el mapa de los míticos Països Catalans.

Existe, empero, un proyecto más ambicioso que han puesto en marcha los confabulados en las cloacas. También tiene raíces espurias, en este caso contaminadas por el veneno castro-chavista. Lo proclamó a los cuatro vientos el camarada Pablo Iglesias, vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030.

Aprovechando la autoridad que le confiere su cargo en el Gobierno del frente sanchista-comunista, el camarada Iglesias hizo una apología delirante del comunismo, cargada de agravios contra quienes repudian esta ideología necrófila (LV, 2/2). Fue en Madrid, en un acto de homenaje al poeta Marcos Ana (1920-2016), también comunista, faltaría más. Informa el diario:

Iglesias, hablando en nombre del Gobierno, quiso que la celebración del poeta salmantino (…) fuera también una restauración de la memoria del comunismo español, y acudió a un pasaje de las memorias de Marcos Ana (…): "El anticomunismo, y todo lo que se hizo y se hace en nombre de él, sirvió y sirve para justificar los golpes de Estado, las dictaduras y la represión de los demócratas.

Falta lo peor

El camarada Iglesias se cubre las espaldas con este discurso maniqueo, porque sabe que son precisamente los anticomunistas quienes mejor pueden desenmascarar la naturaleza peligrosa de sus obsesiones guerracivilistas y de sus vasos comunicantes con las dictaduras represoras de demócratas implantadas en Venezuela, Cuba, Nicaragua e Irán, y con los golpistas catalanes condenados por sedición y malversación, en tanto que los comunistas españoles cuya memoria reivindica eran puntas de lanza -unas veces conscientes y otras no- del imperio criminal estalinista.

Falta lo peor. En ese mismo acto de homenaje, el camarada Iglesias exhortó:

Hace falta que los militantes de Unidas Podemos y también los del PSOE se organicen en los barrios, en las ciudades y pueblos para defender la democracia.

Puesto que la palabra "democracia" en boca del camarada Iglesias nos remite a las "democracias populares" satélites de la difunta URSS, nos encontramos a un paso de que esas ubicuas organizaciones de militantes sean el embrión de milicias armadas como las que sostienen la dictadura del camarada Maduro o las que promete movilizar el cocalero Evo Morales si recupera el poder, o como los Comités de Defensa de la Revolución castristas (la coincidencia de las siglas con las de los vándalos CDR supremacistas catalanes no es casual), cuya especialidad consiste en espiar, intimidar y reprimir a la población civil desafecta al régimen.

Este idilio en las cloacas solo puede desembocar en un régimen cien por ciento totalitario. Frenémoslo ya, con la Constitución y el Código Penal en la mano, antes de que los cachorros de dictador crezcan y lleguen a ser Maduros.

PS: En 1997, un grupo de sicarios asesinó en Argentina al periodista gráfico José Luis Cabezas. Los sicarios fueron juzgados y condenados, pero el instigador del crimen, el empresario Alfredo Yabrán, se fue de rositas hasta que se suicidó un año más tarde. O hasta que simuló el suicidio con un escopetazo en la cara que dejó irreconocible el cadáver, y huyó.. Cuando un periodista del diario Clarín le preguntó, antes del suicidio real o fingido: "¿Para usted qué es el poder?", Yabrán respondió "Tener impunidad". En la España de hoy habría contestado: "El poder es conseguir que te desjudicialicen para tener impunidad". Trabalenguas II: Los felones desjudicializadores desjudicializarán a los sediciosos judicializados.

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