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Javier Somalo

Cuántos murieron en 11 horas

Vemos remedios a diario, buenas improvisaciones cada minuto, ideas geniales. Pero sus señorías necesitaron 11 horas para argumentarse las vergüenzas.

Vemos remedios a diario, buenas improvisaciones cada minuto, ideas geniales. Pero sus señorías necesitaron 11 horas para argumentarse las vergüenzas.
El Congreso, semivacío durante el debate del estado de alarma | EFE

¿Cuántas personas murieron al otro lado de los muros del Congreso en las once horas que nuestros políticos necesitaron para aprobar una prórroga del estado de alarma que ya estaba acordada? Probablemente unas doscientas.

¿Cuántas camas faltaron en ese tiempo? ¿Cuántos test "homologados"?

Once horas de discursos, réplicas, dúplicas, contrarréplicas, whatsapps, tuits, titulares, críticas, reproches. Once horas con ujieres, taquígrafos, conductores, escoltas, policías, limpiadores… periodistas, cámaras. ¿Cuántas vidas se salvaron en once horas? ¿Cuántos nuevos diagnósticos positivos se dieron? ¿Y negativos "concluyentes"? ¿Qué se hizo fuera del Congreso en esas once horas contra el virus que nos mata?

Nadie renunció a su turno, nadie pidió abreviar el innecesario ritual, nadie quiso saber qué pasaba fuera. Me encanta la política, casi desde adolescente, pero el miércoles la odié, me avergonzó y me asqueó por lo inútil del espectáculo. Todos sabíamos que al día siguiente, el jueves, llegaríamos a los 4.000 muertos en España y que Estados Unidos estaría ya a punto de estallar. Pero se refugiaron en la política como si aquello fuera un debate sobre el estado de la nación de cualquier año pasado. Y los de la cuarentena violada, presidente y vicepresidente de cónyuges feministas manifestantes, allí sentados, que son grandes hombres de Estado sin los que no es posible vencer. Valientes inútiles. No saben ni comprar. Les engañan, les timan y dejan al ministro Salvador Illa salir a decir que el mercado "está loco" y claro, qué iba a hacer el pobre. De momento, dimitir y dejar paso a alguien que sepa hacer su trabajo bajo presión y con autoridad.

Decathlon convierte máscaras de buceo en respiradores. Leroy Merlin transforma las caretas de soldador en pantallas antisalpicaduras para médicos. Arehucas deja el ron y DYC deja el whisky para que hagan geles desinfectantes con su alcohol. Hyundai cede su flota al personal sanitario para desplazamientos. Inditex trae mascarillas y otros materiales necesarios para el día a día en la trinchera. IFEMA es un hospital, el Bernabéu; un almacén, el Atleti dona y promueve la donación. Son sólo algunos ejemplos. "Es que si no lo hacen tienen que cerrar", dirá algún Errejón de turno. Claro, mejor que echen la persiana los capitalistas y que encierren al "mercado loco" en un frenopático… Pero resulta que la sociedad ha entendido la producción en una economía de guerra sabiendo que la infantería va de verde y blanco, a veces con mascarilla, y que no puede guardar la distancia de seguridad. Todos podemos estar un día en sus manos y tendremos que preguntarnos si hicimos algo por ellos, o sea, por nosotros mismos.

Vemos remedios a diario, buenas improvisaciones cada minuto, ideas geniales de continuo. Pero sus señorías necesitaron once horas para argumentarse las vergüenzas.

A Sánchez y a su cuadrilla de inútiles y mentirosos no quiero ni verlos. Pero prefiero ver a Pablo Casado hablando con la prensa sin censura o avalando y defendiendo la decidida labor de los gobiernos de Madrid y Andalucía. Prefiero a Vox y Ciudadanos apoyando cualquier iniciativa útil para defender la muralla de la vida con piedras y palos hasta que lleguen las balas. Adoro la política pero no necesito once horas de lucimientos o fracasos personales mientras en los hospitales se corre por los pasillos con la vida y la muerte entre las manos.

Es necesaria la oposición y es urgente contestar cada día a personajes como Irene Montero o el propio Sánchez. Cada estupidez, cada temeridad y cada delito deben tener su reproche, su denuncia y lo más contundente posible. Pero sin encerrarse en los lucimientos parlamentarios. Sin tracks de popularidad. Sin gilipolleces.

Este Gobierno de coalición debe romperse, echar a los inútiles que inundan ministerios y direcciones generales, reforzar a los que llevan ahí dentro mucho tiempo y conocen las máquinas y dar entrada a profesionales de la presión que saben rodearse de equipos eficientes. Los hay y los vemos cada día.

Las próximas once horas, a ver si salvamos más vidas que en las once anteriores.

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