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Eduardo Goligorsky

Desmontemos las patrañas

Continuemos desmontando patrañas mientras dure el confinamiento y también después, porque los renegados prometen perseverar en sus maquinaciones aberrantes.

Continuemos desmontando patrañas mientras dure el confinamiento y también después, porque los renegados prometen perseverar en sus maquinaciones aberrantes.
El supremacista Quim Torra | EFE

Sería esclarecedor y útil para hacer cicatrizar las heridas abiertas en los órganos vitales de la sociedad catalana que los perjudicados se dediquen, durante algunas de las muchas horas libres que les deja el confinamiento, a examinar las patrañas con que los han intoxicado los caciques, las escuelas, los medios de comunicación y las redes sociales del nacionalismo autóctono. Si las analizan objetivamente, contrastándolas con el nuevo escenario de la pandemia global, descubrirán la trivialidad de los pleitos por rencores arcaicos, espacios tribales o reliquias lingüísticas, alrededor de los cuales giran las discordias. Lo importante no es atender los caprichos de un colectivo anclado en ensoñaciones feudales, sino combatir la pandemia y garantizar la supervivencia de los seres humanos en condiciones dignas.

Tergiversan la historia

Los rufianes que lucran con la efervescencia identitaria prefieren que el rebaño continúe abducido por consignas cainitas, aunque ello implique debilitar las defensas contra la plaga y contra la consiguiente debacle económica. Lo estamos viendo. Pero sus argumentos ya carecen de la sustancia necesaria para competir con los efectos disuasorios de los índices de morbilidad y mortalidad. Los enemigos no son los militares que acuden a desinfectar hospitales, residencias de ancianos y lugares públicos, sino los virus… y los crápulas que ponen obstáculos a nuestras fuerzas de seguridad y del orden.

Visto lo visto, este es el momento que todos debemos aprovechar para reflexionar y desmontar las patrañas. Mientras estos desquiciados vierten diatribas contra quienes vienen a salvarnos, solo porque son españoles y visten uniforme, ¿quién se rebajará a escucharlos cuando fundan su argumentario sobre mitos como el de Guifré el Pilós y las cuatro barras de sangre y tergiversan la historia para ponerla al servicio de su voracidad, tanto cuando se habla del Decreto de Nueva Planta como cuando se relatan los hechos del 6 de octubre de 1934, o de mayo de 1937, o del 1 de octubre del 2017? Son capaces de convertir en mártir de los Borbones a Rafael Casanova, cuando este retomó su profesión de abogado y sirvió a Felipe V como guardia después de la derrota de su bando austracista (entrevista a Daniel Hidalgo, historiador de los Mossos d’Esquadra, LV, 28/2/2019). Y cruzan el umbral del ridículo cuando extienden certificado de catalanidad a Colón, Miguel de Cervantes, Shakespeare, Leonardo da Vinci, santa Teresa de Ávila y todos los otros personajes famosos que les dicta su inventiva.

Pureza de sangre tribal

Sigamos reflexionando. La camarilla gobernante miente sin recato cuando niega practicar la intolerancia racista. Basta remontarse a la genealogía de los políticos nacionalistas que ocupan cargos en la Generalitat, el Parlament, los ayuntamientos y los entes públicos, para comprobar que sus apellidos dan testimonio de su rancio abolengo catalán y de su pureza de sangre tribal. Sin que importe que esta sangre tribal pudieron heredarla de muchos antepasados que perpetraron pogromos, explotaron siervos, traficaron esclavos y practicaron el estraperlo. Y si entre estos aristócratas hegemónicos se cuela un intruso nou vingut, seguramente se trata de un socio del club de trepas Súmate que despliega el fanatismo del converso para hacerse perdonar sus genes espurios.

Aunque en tiempos de pandemia los virus no distinguen la sangre pura de los genes espurios: dictan sus sentencias sin pararse a discriminar la nacionalidad, la raza, el color, la religión o la ideología de sus víctimas. En este contexto, nos dan una lección de equidad a los seres humanos.

Hablando de discriminar, los supremacistas llegan al colmo de la estulticia cuando, como ya he denunciado ("Las Fuerzas Armadas, en su sitio", LD, 3/4), los anuncios que publican la Generalitat y la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona impartiendo instrucciones y consejos para prevenir y combatir la pandemia aparecen redactados únicamente en catalán. Precisamente cuando la buena gente se moviliza para dar pruebas de solidaridad con sus vecinos y de gratitud y colaboración con todo el personal sanitario y con los profesionales, empresarios, trabajadores y uniformados que continúan activos por el bien común, estos parásitos exhiben su desprecio por la salud y la vida de la mayoría castellanohablante de cuyos bolsillos hurta el dinero que paga sus mamandurrias.

Irracionalidad rampante

Es trágico que cuando un mutante patógeno amenaza los pilares de nuestra civilización y obliga a emplear todos los recursos de la ciencia para combatirlo y neutralizarlo, una comparsa de ágrafos alucinados venga a sabotear esta tarea gigantesca con la artillería extorsiva de sus apetitos mezquinos.

Los insurgentes se guían por la falacia supersticiosa de que una región del Reino de España les pertenece en exclusividad. Este título de propiedad apócrifo se remonta a un pasado legendario, en virtud del cual una parte minoritaria de la población tiene rasgos peculiares que la distinguen del resto de los españoles y la colocan por encima de ellos. Puesto que esta diferencia maduró en el transcurso de muchas generaciones, solo se puede asociar a emanaciones telúricas locales, y consecuencia de ello es la idealización de costumbres primitivas y el culto a las montañas mágicas de los míticos Països Catalans: el Aneto y la Pica de l’Escala, que el nada honorable Jordi Pujol visitaba asiduamente, y el macizo del Canigó, cuna del fuego sagrado con que los catecúmenos encienden hogueras y antorchas en fechas señaladas. Irracionalidad rampante típica del romanticismo del siglo XIX, que resucitó en los componentes esotéricos de la ideología nazi (v. el erudito The Occult Roots of Nazism, de Nicholas Goodrick-Clarke, The Aquarian Press, 1985).

Los traidores conspiran

Los traidores conspiran contra España y los españoles, como lo atestigua la arenga fratricida que vomitó el sedicioso contumaz Oriol Junqueras en La Vanguardia ("Construyamos la Catalunya del bien común", 14/4), y lo corrobora el mensaje rabiosamente anticonstitucional que regurgitó en sus tuits envenenados el vicepresidente segundo comunista y perjuro Pablo Iglesias (El Mundo, 14/4). Pero mientras estos descastados siembran cizaña, los patriotas luchan con las armas de la ciencia contra el virus mortífero y con las leyes del Estado de Derecho contra sus réplicas humanas propagadoras del odio.

Continuemos desmontando patrañas mientras dure el confinamiento y también después, cuando se recupere la normalidad, porque los renegados prometen perseverar en sus maquinaciones aberrantes.

PS: Cada euro transferido a los 15 focos de propaganda antiespañola que la Generalitat mantiene en el exterior es un euro sustraído con negligencia criminal a la lucha contra la pandemia. El Gobierno entreguista que permite esta evasión de fondos traiciona a los ciudadanos y los deja a merced de los virus patógenos y de los agitadores subversivos igualmente peligrosos.

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