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Amando de Miguel

El derecho al voto de censura popular

La opinión pública española es demasiado mansurrona como para auspiciar un cambio de régimen.

Recordemos que el Gobierno de Sánchez se alzó con el poder mediante un voto de censura al anterior. Parece un excesivo privilegio reservar ese artificio para los parlamentarios. Habría que diseñar algo parecido para que lo pudieran ejercer los simples contribuyentes, los llamados, ominosamente, “ciudadanos”. No se trata de recobrar la institución del plebiscito o del referéndum, mecanismos asociados, más bien, con demagogia y autoritarismo. En su lugar, se optaría por una especie de voto de censura popular, ejercido, por ejemplo, de forma telemática. Es algo así como hacemos los pedidos a Amazon. No es cuestión de gastar la hijuela en la consulta popular dicha.

Déjeseme presumir de arúspice sociológico. En el caso de que el pueblo español pudiera ejercer el voto de censura al Gobierno, el resultado se acercaría a este. Del total del censo electoral, alrededor de un 20% censuraría al Gobierno por lo mal que lo ha hecho respecto a la pandemia o la crisis económica. Pero el 30% le renovaría la confianza (“el Gobierno hace lo que puede”). El restante 50% no votaría o adoptaría una postura indiferente (“no sabe, no contesta”). Así pues, el lance tampoco supondría una revolución, un cataclismo. La opinión pública española es demasiado mansurrona como para auspiciar un cambio de régimen. Pero se habría dado un paso de gigante: que el pueblo contribuyente (la “ciudadanía”) pudiera juzgar, a las bravas, la labor del Gobierno. Supondría avanzar unos pasos hacia la democracia real.

La consulta que digo no debe hacerse para ver quién gana (para eso está el Congreso de los Diputados), sino para que la gente del común pueda expresarse ante una situación lacerante. Francamente, el Gobierno no parece que pueda dominar la actual situación de crisis sanitaria y económica, sin precedentes en la historia. Tanto es así que hemos llegado a un punto en el que ni siquiera se puede uno creer las estadísticas oficiales. Por ejemplo, el cómputo del número de fallecidos a consecuencia de la epidemia, o el número de parados, de inmigrantes, de turistas, etc. Mala cosa es empezar a dudar de la fiabilidad de las estadísticas oficiales.

La moción popular de censura al Gobierno no triunfará porque el Gabinete de Sánchez es un verdadero artífice en el manejo de la propaganda. Don José Goebbels redivivo se asombraría de tal grado de maestría en el arte suasorio por parte del Gobierno actual, que nos protege y nos ilumina.

La mejor prueba de mi argumento es que el Gobierno de Sánchez (cuya vida guarde Dios muchos años) es una mezcolanza de intereses, cada uno, por separado, con muy pocos votos: socialistas aburguesados, comunistas de estilo latinoamericano, arriscados independentistas vascos y catalanes. Una confabulación tan exótica se ha propuesto, nada menos, la destrucción de España; así, como suena. Por una razón, porque lo de “España”, a oídos de nuestros gobernantes, suena a fascismo.

A ver si no se merece que se institucionalice el derecho al voto de censura, ejercido, directamente, por toda la población. Ya digo que lo ejercería solo una minoría, pero la democracia es, ante todo, el respeto a las minorías. Lo que llamamos Parlamento o Cortes en España es una confusa fragmentación de grupos minoritarios, cada uno de su padre y de su padre.

Se podría redargüir que lo importante es dilucidar si el Gobierno es legítimo o no. Antes que eso, habría que empezar por el principio elemental de plantearse si el Gobierno es eficaz o no. Caben muchas dudas sobre el particular.

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