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Federico Jiménez Losantos

La moderación del PP: jueces medio independientes y censura sin moción

Yo te doy un juez a ti, tú me das un juez a mí. Y así vamos tirando. Menos mal que Casado venía a regenerar esto; si lo corrompe, lo desgracia.

Yo te doy un juez a ti, tú me das un juez a mí. Y así vamos tirando. Menos mal que Casado venía a regenerar esto; si lo corrompe, lo desgracia.
El presidente del PP Pablo Casado y el presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ Carlos Lesmes, en los Premios Princesa de Asturias. | EFE

Reconozco que el centrismo del PP me exaspera, su moderación me supera y su propaganda me desespera. He llegado a la conclusión de que para el PP y para España sería mejor que Casado vendiese Génova 13 y se trasladase a Bruselas con la oposición a cuestas. Lo vi con más vigor en sus declaraciones belgas que en las madrileñas, tal vez porque allí no siente el aliento de la Sexta en el cogote, o porque no le molesta Vox, que coincide con el PPE en los asuntos de España, o porque prefiere las bajas presiones. Y cuando mejor y más fiero me ha parecido fue al pedir apoyo a la Unión Europea contra los desafueros liberticidas de Sánchez en materia judicial.

Otra vez el reparto de jueces

El aparato de difamación social-comunista se apresuró a atribuirle la culpa de que en dos días la UE avisara por dos veces a España sobre esos abusos. Y Casado parecía más satisfecho, como esforzado antifranquista que es, que al mentarle a Franco o a la ultraderecha, como hacen todos los ultraizquierdistas del Gobierno, sabiendo que se pone enfermito. Pero en realidad había sido anterior en dos días el aviso sobre el asalto al CGPJ de la Asociación de Jueces Europeos, con 44.000 miembros, y luego llegó la razonable petición de Polonia de ser tratada como España, o viceversa. En todo caso, por el inglés o por los mejillones, a Casado se le ve más cómodo en Estrasburgo, cerca del Rin, que cerca del Manzanares. Cualquiera diría que lo que quiere, más que cualquier otra cosa, es quitarse de en medio.

Hay razones: todavía no sabemos qué piensa hacer este miércoles en la moción de censura de Vox contra Sánchez, aunque lo que adelantan sus informadores habituales es que la mayoría de los dirigentes del PP le piden que vote “no”. Bien es verdad que bajo el mismo anonimato atacaban a Cayetana y Díaz Ayuso, de lo que se deduce que todos se llaman Teodoro. El traspiés bruselense ha llevado al Gobierno, junto al PP, a declararse dispuesto a negociar para salir del “impasse” del que ya nos había sacado la decisión de elegir los miembros del CGPJ por mayoría absoluta y no de tres quintos. Y de nuevo Enrique López en La Razón entonaba la balada de la negociación, a dúo con los supuestos moderados de la banda de Sánchez. El pastel del reparto de los jueces siempre tiene los dos obradores abiertos.

El truco de la segunda vuelta

Pero reconozco que esta vez la moderación de la moderación ha ido más lejos de lo que cabía esperar. Hasta ahora, había tres posibilidades: la constitucional, que deja a los partidos elegir ocho de veinte miembros del CGPJ; la socialista de 1985 que se apropia de los 20 para el Congreso y el Senado por mayoría de tres quintos; y la comunista, que los nombraría por mayoría simple. Vox, como Ciudadanos y antes UPyD, se niegan al reparto y quieren volver a lo que manda la Constitución. El PP defiende lo mismo cuando se finge decente, y los tres quintos cuando se sincera, pero en esta ocasión con una condición: que Podemos no entre en el reparto. ¡Como si no hubiera magistrados socialistas tan sectarios como los de Caracas!

Sin embargo, esa moción de censura que no tiene importancia, y en la que dicen que no piensa intervenir Casado, ha movido algo esa posición y alumbrado otra más creativa: que los jueces elijan un amplio surtido de candidatos y que las cámaras, o sea, los partidos, elijan entre los elegidos. O sea, que el sentido del artículo 122.3 de la Constitución -que elijan los jueces a 12 de 20 miembros- se acepta, pero sólo para la primera vuelta. En la segunda, como falso “ballotage” francés, los partidos eligen ganadores. Se vota, pero, a mitad del camino a la urna, se cambia el cuerpo electoral.

Esto va mucho más allá de hacerse trampas en el solitario. Es hacerle trampas al solitario mismo, como si las cartas, al ser de cartón, no pudieran darse cuenta. Y quien dice criaturas de Heraclio Fournier dice criaturas ciudadanas de “la espaciosa y triste España” que retrató Fray Luis de León. Esto es tomar por idiotas a los españoles y por imbéciles a los jueces. Es el quiero y no puedo del respeto a las leyes, una independencia judicial sin exagerar, una Justicia moderadamente independiente, porque el exceso de independencia seguro que es malo, y conviene atemperar el rigor de la Ley con la suave corrección del interés político, en más fino, interés de Estado.

Así, mientras Casado bramaba en Bruselas pidiendo independencia judicial, el PP gemía en Madrid pidiendo repartirse el CGPJ con el PSOE, independencia y dependencia, digamos 40-60% o 60-40%, a negociar. La independencia la garantizaría él, refrenando la salvaje de los jueces, y a lo mejor no le iba mal al PSOE algo de independencia alguna vez. Nunca se sabe qué fiscal te puede embestir o qué corruptela aparecer. Moderación en la virtud y en el vicio; en el Estado y en el golpe de Estado. Si todos nos moderamos, llegaremos a bastante viejos bastante acomodados. Economía circular: yo te doy un juez a ti, tú me das un juez a mí. Y así vamos tirando. Menos mal que Casado venía a regenerar esto; si lo corrompe, lo desgracia.

¿Puede evitar Casado la moción contra Casado?

Hay apuestas sobre si el PP votará “no” o se abstendrá en la moción contra Sánchez. En un caso, sentará plaza de traidor; en el otro, de cobarde. Desde que anunció la moción Abascal, ha perpetrado el Gobierno tales fechorías que, si Casado vota lo mismo que el PSOE, se convertirá en una segunda Inés, aspirante a fregatriz del palacio de la Moncloa-Galapagar. Y si se abstiene, que barrunto que es lo que hará para escapar de la presión y de sus fantasmas, quedará como si no quedará, sentará plaza de sin asiento, dejará un partido para el vertedero de Valdemingómez, ya inencontrable.

Evidentemente, la forma más sencilla de escapar de lo que la tribu de los listillos ven como una trampa terrible es votar con Abascal. Total, La Sexta, que manda más que Siso Michavila, dirá que se abstiene porque no se atreve a votar “sí”, o porque no se atreve a votar “no”, y por la misma razón, porque es “esclavo de la ultraderecha”. Y si vota “no”, pasada la primera sonrisa de satisfacción, dirán que es para que no le digan lo que todo el mundo sabe: que es esclavo de la ultraderecha. Haga lo que haga, mal. ¿Por qué, entonces, no hacer, por una vez, el bien, que es lo decente?

Una solución sencilla y decente

Sólo hay una posibilidad de evitar que la moción contra Sánchez sea una moción contra Casado, como dijeron sus enemigos desde el principio: que Casado presente mañana lunes otra moción incorporando a la de Vox como razones de peso el asalto al CGPJ, el asalto a Madrid y el asalto a la Educación, que no hay asalto mayor que prohibir el suspenso al ignorante. Y ya de paso, déjese de tres quintos y de segundas vueltas y pida que el Poder Judicial vuelva al mandato constitucional, del que nunca debió salir.

 

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