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Pablo Molina

Las ayusotabernas

Con sus patéticos boicots y su constante exhibición de odio ideológico, hacen el ridículo.

Con sus patéticos boicots y su constante exhibición de odio ideológico, hacen el ridículo.
| C.Jorda

La izquierda madrileña está muy molesta porque los bares de barrio exhiben fotos de Isabel Díaz Ayuso con una leyenda donde le dan las gracias. Los dueños de los negocios no le agradecen un subsidio, como querrían los socialistas, ni una cartilla de racionamiento estatal al estilo comunista, sino simplemente que les haya dejado trabajar. Y es que el Gobierno socialperroflauta ha llevado a España a una situación en la que el poder vivir de tu esfuerzo sin depender de la ayuda pública se ha convertido en un privilegio.

La cuestión que cabe plantearse es a qué grado de desesperación ha llevado el Gobierno al sector hostelero para que los dueños de los bares, tan cuidadosos con su clientela, hayan decidido significarse de esa manera tan diáfana a un mes de las elecciones regionales. Para responder a la pregunta solo hay que ver cómo están los pequeños y medianos empresarios del sector en otras comunidades autónomas, cuyos dirigentes se han dedicado a competir durante la pandemia por ver quién imponía las medidas más restrictivas. En esas otras regiones se ha castigado terriblemente a la economía, y no pocos negocios han echado la persiana definitivamente, muchos de ellos con una raigambre que los había convertido en un reclamo turístico por sí mismos. Desde esa perspectiva se entiende mucho mejor que en Madrid se produzcan esas muestras de agradecimiento.

Como cabía esperar, los izquierdosos más activos están hiperventilados y valoran dejar de respirar hasta que los bares no quiten las fotos de Ayuso. Están muy enfadados. Con ella y con los dueños de los locales, porque no se trata de restaurantes de la Guía Michelín o de grandes cadenas internacionales, sino de negocios de barrio donde suele acudir la gente que (todavía) vota a partidos de izquierda. Como adolescentes mentales que son, creen que una campaña de boicot en las redes será suficiente para amedrentar a los pequeños empresarios que levantan la persiana de sus negocios a la hora en que ellos se van a dormir.

En realidad, sus ataques a las ayusotabernas serían una excelente publicidad para los locales y para la propia presidenta, pero son tan mierdecillas que ni siquiera concitan el rechazo general. Con sus patéticos boicots y su constante exhibición de odio ideológico, hacen el ridículo, para vergüenza de sus padres, muchos de los cuales lamentarán hasta el fin de sus días no haberles recetado en su momento aquel pescozón. 

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