Las cosas como son: hay que reconocer que después de un inicio bastante frío, con un rival a priori más o menos asequible como era Suecia, la selección española ha acabado enganchando al aficionado en esta Eurocopa. Confieso que hace un mes no daba un duro por Luis Enrique y los suyos, pero España ha llegado lo suficientemente lejos como para acabar creyendo en este proyecto, en que el equipo nacional puede hacer grandes cosas en un futuro inmediato, con el Mundial a menos de un año y medio vista. Hay que pulir varios detalles, lógicamente, pero la base ya está ahí.
El algodón no engaña. No hay más que ver los datos: los partidos de la selección en esta Eurocopa registraron un promedio del 58,6% de cuota de pantalla, con una audiencia media de casi 8,4 millones de espectadores. El pico llegó anoche con la tanda de penaltis contra Italia con más de 14 millones de españoles pegados a la tele (77,1% de share). Tampoco habría imaginado estas cifras hace un mes, la verdad, por mucho que se trate de un gran torneo.
Y es que esta España de Luis Enrique ha ido de menos a más en la Eurocopa. Después de sus flojas actuaciones ante Suecia y Polonia, le hizo una manita a Eslovaquia en el cierre de la primera fase para alcanzar los octavos como segunda de grupo. Sufrimos más de la cuenta ante Croacia, con esos dos goles balcánicos en la recta final, cuando todo el pescado parecía estar vendido; llegamos a los penaltis contra Suiza, donde Unai Simón fue el héroe; y también a la fatídica tanda frente a Italia, a la que el conjunto de Luis Enrique debió haber despachado mucho antes. Pero esta vez la suerte se alió con la Azzurra –el gol de Chiesa llegó en uno de sus pocos remates entre los tres palos, nuestra selección fue mejor sobre el césped de Wembley y además tuvo más ocasiones claras– y España acaba diciendo adiós con la cabeza alta.
Sigue sin tener Lucho un once fijo. ¿Qué diantres han pintado jugadores como Fabián, Adama Traoré o Diego Llorente en esta Eurocopa? Anoche jugó con tres extremos como Ferran Torres, Oyarzabal y Dani Olmo, que fue el mejor, dejando en el banquillo a un Morata al que viene defendiendo constantemente a capa y espada… para acabar relegándolo a la suplencia. Falta esa alineación tipo, pero parece que la idea de juego la está implementando en un equipo que lleva ya siete años de travesía por el desierto tras el batacazo de Brasil 2014.
No es precisamente santo de mi devoción Luis Enrique, pero daré un paso al costado mientras su equipo, que es el de 47 millones de personas, juegue bien —como anoche ante Italia—, enganche al aficionado y le permita soñar con cosas grandes. A mí al menos me ha acabado convenciendo con su fútbol en estas cuatro semanas, pese a las dudas iniciales. Volveremos a hablar dentro de 16 meses en Qatar, ligas de naciones, clasificaciones para el Mundial y amistosos mediante…