
A punto de archivarse las causas contra nuestro rey emérito, el Gobierno que lo echó de España se quita de encima la responsabilidad de traerlo descargándola sobre Felipe VI. Desde el punto de vista constitucional, el rey no puede realizar actos políticos. Tan sólo arbitra, una función que el tiempo y nuestros gobernantes han dejado vacía de contenido, y presenta candidato a la presidencia del Gobierno tras unas elecciones o cuando el cargo queda vacante. Todo lo demás que se supone que hace no es más que por orden del Ejecutivo. Sin embargo, ahora que hay que pedir perdón por haber tratado así al responsable de habernos llevado más o menos pacíficamente de una dictadura a una democracia, renunciando al poder omnímodo que heredó de Franco, resulta que la responsabilidad es del rey. Todos nuestros políticos tienen la cara de granito, pero a Sánchez nadie le gana en dureza.
Rufián y El País, que vienen a ser lo mismo, opinan que la cuestión no es penal, que lo relevante son las informaciones periodísticas que atribuyen conductas poco éticas a quien pilotó la Transición. Sin embargo, ese listón que le ponen a don Juan Carlos no se lo ponen a nadie más, mucho menos a los secretarios generales del PSOE, todos ellos con conductas infinitamente menos éticas que las de don Juan Carlos.
Felipe González montó desde la Moncloa una banda terrorista financiada con fondos públicos que asesinó y secuestró; además inventó la España del pelotazo e indultó a Jesús Gil para que no contara cómo financió ilegalmente al PSOE. Joaquín Almunia alcanzó la secretaría general sacando a la luz los trapos sucios de Borrell, otra alhaja que goza de muy buena prensa, cuando fue secretario de Estado de Hacienda con Felipe González. Zapatero cobró a través de su embajador en Venezuela el servicio de amparar a la dictadura comunista venezolana y aún hoy sigue cobrando de todos los regímenes comunistas hispanoamericanos por los servicios que les presta malbaratando su título de expresidente del Gobierno del reino de España. Rubalcaba, al que hacen bustos y suben a los altares, violó las normas electorales para ganar unas elecciones aprovechando un atentado que mató a casi doscientos españoles y protegió a una banda de asesinos siendo ministro del Interior para evitar que algunos de sus jefes fueran detenidos. Sánchez compadrea con la ETA, con los partidos golpistas catalanes, indulta a sus cabecillas y despilfarra el dinero público utilizando los medios de que dispone como presidente del Gobierno en actividades privadas. Eso sin contar la protección que también él, conchabado con Borrell, brinda a las dictaduras hispanoamericanas ante la Unión Europea, algo que es de suponer que espera cobrar si no lo está cobrando ya.
Éstos son quienes han dirigido al partido cuyo Gobierno echó a quien trajo la democracia para que ellos pudieran llegar al Gobierno y cometer todos los desmanes descritos y algunos más. Y encima, siendo como son responsables de eso y de tantas y tantas fechorías, ahora se hacen los inocentes y le echan la culpa de la expulsión a Felipe VI. Sánchez no lleva una viga en el ojo. Comparado con la paja que soporta el de don Juan Carlos, lo que tiene dentro el de Sánchez es el edificio de Ferraz entero.
