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Javier Somalo

Ayuso, abuso, acuso

La idea es que Juanma Moreno, Ayuso y hasta Feijóo son lo que son por un tal Pablo Casado que todavía no ha conseguido ganar ni gobernar nada.

La idea es que Juanma Moreno, Ayuso y hasta Feijóo son lo que son por un tal Pablo Casado que todavía no ha conseguido ganar ni gobernar nada.
EFE

La moción de censura que planteó Santiago Abascal contra Pedro Sánchez en 2020 fue, sin quererlo Vox, contra Pablo Casado. El propio presidente del PP lo eligió así: salvó a Pedro Sánchez —la aritmética insuficiente también desgasta, como demostró Felipe González— y después se condenó. Había que parecerse a Abascal hasta en la barba, aunque eso le acercara más a Alberto Garzón, pero a la vez distanciarse del todo, romper, quemar la cuña de la madera propia. La derecha soy yo y lo demás, excrecencia.

Le sucedió algo similar con Cayetana Álvarez de Toledo. Verbo afilado, cultura esforzada, ideas claras, preguntas elaboradas. Perfecta para dar la famosa "batalla cultural" que la derecha siempre propone según la abandona. La dio y cosechó una primera gran victoria contra la impunidad comunista de Pablo Iglesias, al que dejó tan mudo que tuvo que ser asistido por Batet, la censora supremacista del Congreso. Ganó indiscutiblemente Cayetana… Demasiado perfecta. No se ve a Teodoro. A la calle. Y después empezó a suceder con Isabel Díaz Ayuso, repentina explosión de todo lo inalcanzable.

Casado quería parecerse a Abascal, a Cayetana, a Ayuso... En definitiva, a los que en cada momento y por razones distintas han sido superiores. Y ante la imposibilidad, él o su fatal equipo, han tratado de darles muerte política sin darse cuenta de que, en realidad, era un suicidio.

De momento conserva a Ayuso como talismán. Si rozas a Ayuso con un décimo de lotería, quién sabe. No puede presidir su partido como sí lo hacen los demás pero ha de prestar su taumatúrgica presencia en calles, pasos de cebra, tascas y otros encuentros casuales con los candidatos y sus presuntos líderes que ya posan desde el ridículo y, ahí sí, sin complejos.

Si sale bien en Castilla y León es que no había efecto Ayuso sino efecto Casado o efecto PP. Y entonces posarán los profidenes de Palencia y Murcia como recién salidos de un casting de Marvel dejando al candidato al margen. Es posible que hasta compongan una canción que, por supuesto, estrenará al ukelele el propio Teodoro Da Vinci. Pero si sale mal, habrá sido culpa de las críticas, claras y veladas, de los entornos que empiezan o acaban en Aznar y, claro, en Ayuso. Así que primero Ayuso, luego abuso, y si falla o se resiste, acuso. Se van de Génova, parece que a Sicilia. Y sin dar siquiera miedo.

Malo es que en una campaña electoral se aporte como activo algo que no es propio, algo que funciona en otro sitio porque es distinto, el sitio y la persona. Con lo bien que podrían hacerlo si dejaran a algunos candidatos serlo por sí mismos, sin tutelas ni tutías… Pues se les repite la historia y no hay manera, no aprenden.

¿De dónde partimos para afrontar este domingo 13 de febrero? La mayoría absoluta en Castilla y León está marcada en 41 escaños. Tal es la sencilla suma que estaremos haciendo este domingo por la tarde. Allí los diputados se llaman procuradores, antigua denominación de los representantes de las ciudades en la Corona de Castilla, pero su labor es la misma: representar, como Sayas y García Adanero, mártires de la representación popular que no han sido defendidos por los que ya hasta se confunden votando.

Actualmente gobierna el PP en coalición con Ciudadanos pero el PSOE obtuvo 6 diputados más en las pasadas elecciones de 2019: PSOE (35), PP (29), Ciudadanos (12), Podemos-Equo (2), Vox (1), UPL (1), xAvila (1). Ni las llamadas candidaturas de la España vaciada, de izquierdas o bizcochables, ni Vox, tenían el peso que van a tener a partir de este 13 de febrero aunque no hayan sido invitadas a los debates. Se ha ignorado una parte importante de la realidad que marcará el próximo gobierno en Castilla y León.

El PP llegó a 2019 con 17 escaños menos que en 2015, cuando tenía mayoría absoluta (42) con Juan Vicente Herrera, que ya había perdido 11 respecto a 2011. En el caso del PSOE, Luis Tudanca ganaba 10 escaños respecto a 2015 (25). Pero eso no es necesariamente una tendencia aunque las encuestas hayan desinflado al PP desde que Fernández Mañueco convocó las elecciones. Lo cierto es que le hicieron partir de una artificial mayoría absoluta de la que estaba muy lejos y así sólo podía empeorar.

Así que el PP tirará de argumentos de urgencia para capear posibles temporales. Las encuestas le dieron 39 y 40 pero en realidad gobierna con 29: ¿son, por ejemplo, los 35, 34 o 33 escaños un fracaso? Respecto al histórico monopolio popular en la Junta que desde la "conquista" de Aznar ha tenido abultadas mayorías absolutas con Juan José Lucas y Juan Vicente Herrera, sin duda; comparado con lo obtenido por el mismo candidato Fernández Mañueco, lo venderán como un indiscutible crecimiento.

El problema real no es ese: es que se adelantaron las elecciones pensando en el efecto Ayuso sin Ayuso. Musas sin teatro. No es ella la que se presenta sino el que cerró la comunidad estando la de Madrid abierta durante la pandemia haciéndole a Madrid la tenaza con el socialista García Page. Y, por encima de todo, que es Pablo Casado el que quiere aparecer como padre de todas las victorias. La idea es que Juanma Moreno, Ayuso y hasta Feijóo son lo que son por un tal Pablo Casado que todavía no ha conseguido ganar ni gobernar nada y que se empeña en aparecer para contagiarse de éxitos siendo, como es, quién lo iba a decir, inmune frente las buenas ideas. El otro grave problema es que Vox no existe porque han cerrado los ojos para no verlo. Tanto que, según parece, si suman con ellos están decididos a restar, a perder del todo, a dejar paso a la izquierda. Tal es el interés por sus votantes. "O yo o el caos", dijo su casi paisano al que también ha querido parecerse. Pero él lo dijo con razón.

En 1983, estreno electoral de la autonomía, ganó el socialista Demetrio Madrid y ya no volvió a suceder hasta los pasados comicios de 2019, 36 años después, en los que ganó el también socialista Tudanca pero no consiguió formar gobierno. La Coalición Popular (AP-PDP-UL) de Manuel Fraga no presentó candidato en esas primeras elecciones del 83 al no tener del todo claro en qué consistía la comunidad autónoma ni qué tenían que ver Segovia y León con el nuevo ente. Pero, por si acaso, allí estaban de cabezas de cartel provinciales, por ejemplo, Santiago López Valdivielso o Manuel Antonio Martín Beaumont.

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Las cifras de la derecha desde que Aznar abrió la lata quedándose con buena parte de los votos de la UCD que le permitieron gobernar en 1987, han sido muy favorables. La máxima en porcentaje de votos la obtuvo Juan José Lucas (1995) con un 52% que le proporcionó 50 escaños. Era la peor época del PSOE nacional con todos los escándalos de corrupción y los GAL abriendo las portadas de los periódicos. Un año después, Aznar llegaría a La Moncloa.

El máximo número de procuradores lo obtuvo Juan Vicente Herrera (2011) con 53 escaños y un 51,55% de los votos. En noviembre de ese mismo año, Mariano Rajoy obtuvo contra Rubalcaba casi 11 millones de votos y 186 escaños en Madrid, cifra que hoy requiere el concurso de varios partidos. Estos paisajes electorales ya sólo los disfruta desde una pequeña atalaya el gallego Alberto Núñez Feijóo.

¿Tendencias? Hay que ganárselas. Muy posiblemente estemos al borde de un cambio por hartazgo de las políticas de la banda gobernante compuesta por Pedro Sánchez, comunistas, golpistas catalanes y el partido de la ETA. Hemos superado cualquier hipérbole… La pregunta que hay que formular es qué habrá como alternativa para desalojar la desvergüenza actual. Dudo mucho que ese cambio lo vaya a marcar Castilla y León aunque sí asistiremos a la más que probable disolución completa de Ciudadanos y a otro auge de Vox, que no es poca noticia.

Si fuera verdad que este PP prefiere perder a gobernar con Vox debería decírselo a sus votantes antes del domingo. Se habrían ahorrado tanta oveja y tanto molestar a quien sí sabe ganar, al menos en Madrid.

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