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Amando de Miguel

Las tres izquierdas

El triunvirato gobernante hace suya la divisa de los separatistas (de solteros, nacionalistas), por la que España pasa a ser el Estado.

En español castizo, siempre, se ha dicho en plural: las izquierdas y las derechas; por algo será. Es el resto de la maldición de las dos Españas, enfrentadas hasta la muerte; y no es una frase hecha.

El Gobierno actual es un trípode de socialistas, comunistas y separatistas. No se trata de un invento reciente. Ese mismo trébol compuso, en 1936, el llamado Frente Popular, prono a la violencia. Contra el cual se alzó el grueso de los militares y de las derechas. Los farautes del Alzamiento destacaron al general Franco, que ganó la Guerra Civil y se apoltronó en el poder para el resto de su vida.

Las izquierdas no han podido olvidarse, nunca, de la derrota a manos del franquismo en la Guerra Civil. Por eso, el Gobierno tripartito actual es, sobre todo, antifranquista, por prepóstero que resulte el calificativo. Lo positivo es que los socialistas, comunistas y separatistas (en comandita) no solo gobiernan, sino que dominan, abrumadoramente, al pueblo español. Es decir, no solo ejercen el poder político, sino que sus creencias básicas prevalecen en la sociedad sin aparentes imposiciones. Así es como controlan los medios de comunicación públicos, y la mayor parte de los privados. Sus tesis sobre el feminismo radical o el ecologismo extremo se admiten como corrientes en la vida española.

El triunvirato gobernante hace suya la divisa de los separatistas (de solteros, nacionalistas), por la que España pasa a ser el Estado. El tercio comunista del Gobierno lo es en su versión latinoamericana, trufada con las modas progresistas de la cultura de los Estados Unidos de América. Es una horrible mezcolanza. La facción socialista es la hegemónica en la trimurti y ejerce el poder a la española. Por ejemplo, cultiva el antifascismo militante, por mucho que parezca un desatino histórico. Se añade la tradición del estado de bienestar, que se traduce en hacer crecer todo lo posible la burocracia pública. La consecuencia es que, para ello, se provoca la constante subida de los impuestos y las subvenciones a los grupos clientelares. Algunos de ellos, más privilegiados, se elevan a la categoría servil de los agentes sociales. Tales tendencias en la dirección política se benefician del sistema autonómico y de la complacencia implícita de los Gobiernos del Partido Popular.

La amalgama de las tres izquierdas dominantes conduce, inevitablemente, al estilo autoritario de gobernar. Se detecta, por ejemplo, en la continua imposición de todo tipo de mendacidades, que son como los engaños con el propósito de afianzarse en el poder. El cual se refuerza por la recuperación de lo que Unamuno llamaba el fulanismo. Se refería a una generalización del viejo caciquismo. Esto es, el gran teatro de la política se resuelve, al final, por la agnación. Es decir, se produce el reconocimiento de las personas concretas que explican la constante autoritaria. Es un mecanismo que conduce, inevitablemente, a la corrupción.

La gran ventaja electoral de las tres izquierdas es que saben coaligarse, sin preocuparse mucho de los principios. Las eventuales diferencias ideológicas ceden ante el propósito de llegar al poder y de conservarlo.

El último episodio de la trinidad de las izquierdas gobernantes es la coopción de la caterva de los partidos políticos localistas; son, más bien, grupos de interés. El tipo inaugural fue Teruel Existe, al que han seguido varios imitadores. El conjunto deriva en algo paradójico, perfectamente, engrasado con el sistema de subvenciones institucionalizadas. Se basa en una idea particularista de la política, de la que, siempre, se espera algún medro personal. Se adapta muy bien a la noción tradicional de la política como un apaño en un sentido dramatúrgico. Todo es muy español.

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