
Es natural, no digo que no, que, con el estruendo generado por las armas rusas y el más peligroso aún estrépito de las propagandas, el único refugio para las personas de buena voluntad (las que no quieren hacer daño a nadie a sabiendas) se refugien en las obras de misericordia para atender a los más débiles. Otros y otras, malintencionados y asalariados a distancia de Putin, enarbolan el No a la Guerra como si la guerra fuera un conejo que ha salido de la chistera ucraniana sin que nadie sepa cómo ni quién ha sido. Y queda un grupo de prestigiados dirigentes de Occidente —pensadores, estrategas, militares y políticos—, que hablan del diálogo y la negociación con el dictador ruso como si algo así fuese posible después de la contundencia de los hechos consumados. El diálogo sólo es posible mientras los hechos no se consuman.
Me centraré en estos últimos, atrapados en una especie de Día de la Marmota, que les conduce a la inmovilidad que interesa al tirano Putin o a desarrollar una movilidad discapaz que, igualmente, beneficia al déspota. Su argumento principal es el siguiente: "Lo que ha hecho el sátrapa de Moscú es saltarse a lo cosaco todo el Derecho Internacional, todos los acuerdos firmados, todas las declaraciones de derechos humanos de la ONU y todo el derecho moral que asiste a una nación soberana, Ucrania. Pero el delincuente tiene un arsenal de armas nucleares, biológicas, químicas y de otros tipos que impide que el modo de vida que representan los Estados Unidos e Inglaterra, la OTAN y la Unión Europea pueda ser defendido militarmente en Ucrania. ¿Cómo combatir dando paso a una Tercera Guerra Mundial sin precedentes y con consecuencias ya anunciadas como nunca vistas antes?"
¿Y qué modo de vida es ese? El próximo sábado día 12 de marzo se cumplirán 75 años de un célebre discurso pronunciado por Harry Truman ante la sesión conjunta de Congreso y Senado de los Estados Unidos. En esa alocución extraordinaria por su importancia y trascendencia, Truman definió así los modos de vida que se enfrentaban en la entonces llamada Guerra Fría:
"En el momento actual de la historia mundial, casi todas las naciones deben elegir entre formas de vida alternativas. Con demasiada frecuencia, la elección no es libre.
Una forma de vida se basa en la voluntad de la mayoría y se distingue por instituciones libres, gobierno representativo, elecciones libres, garantías de libertad individual, libertad de expresión y religión, y libertad frente a la opresión política.
La segunda forma de vida se basa en la voluntad de una minoría impuesta por la fuerza a la mayoría. Se basa en el terror y la opresión, una prensa y una radio controladas…"
En ese discurso, se subrayaba que la URSS había incumplido reiteradamente los acuerdos de Yalta reconociéndose que, en realidad, el gran vencedor de la II Guerra Mundial fue Stalin, que extendió sus mordiscos políticos por Europa hasta Polonia, Rumania y Bulgaria y amenazaba con desgarrar a Turquía y Grecia.
Se dirá que en 1947 Rusia no disponía de armas nucleares. Cierto, la consiguió en 1949 gracias a muchos factores, desde la inacción de los aliados hasta el espionaje nuclear y la seducción ideológica de no pocos científicos europeos y norteamericanos, comunistas durmientes al servicio de Stalin. Nada más tuvo el arma nuclear, la URSS tardó sólo unos años en cederla a China y las armas de destrucción masiva estuvieron y están en manos de los países que realmente cuentan como realidades de poder en nuestro mundo.
El bloqueo mental y moral de quienes tienen el deber de defender el modo de vida occidental es evidente. Lo que no paraliza a Putin, un superholocaustodomor, les paraliza a ellos. No se puede hacer otra cosa, dicen, que aplicar sanciones económicas porque, de lo contrario, el criminal ruso podría pulsar su botón nuclear-bioquímico. Pero botones tenemos todos. Es bueno que se recuerde que, en la crisis de Cuba de 1962, Kennedy se encontró en la misma encrucijada al conocer que la URSS instalaba misiles nucleares de alcance medio a pocos kilómetros de su territorio. Lejos de paralizarse, actuó aplicando la doctrina del "tú vas a tener más miedo que yo". Y se acabó lo que se daba.
Estamos asistiendo en directo a la invasión militar de Ucrania, que es Europa y quiere serlo, con ataques muy peligrosos a centrales nucleares que ponen los pelos de punta. Todo lo que es y significa Occidente es incapaz de sacarle los dientes al monstruo del Kremlin, una nueva versión del homo sovieticus. Fuera, China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Marruecos, Argelia, Irán y otros, observan y calibran. Dentro de las democracias, los aliados comunistas o separatistas de los agresores hostigan, revelan, informan, incluso desde gobiernos que están en la UE y la OTAN.
El deshonor ya lo tenemos, disfrazado, eso sí, de "responsabilidad internacional", de la que se ríen los autócratas que continúan consumando hechos y más hechos. Ahora ya estamos en guerra y no precisamente fría. Cuanto antes nos demos cuenta, mejor para todos. Ucrania es asesinada ante nuestra falsa impotencia y ni siquiera nos atrevemos a defenderla, que es defendernos. Alea jacta est.
