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La España descerebrada y los saharauis

Vivimos en una España descerebrada que no tiene política exterior compartida ni una política de defensa adecuada.

Vivimos en una España descerebrada que no tiene política exterior compartida ni una política de defensa adecuada.
Cordon Press

Se contó allá por el año 1978, poco tiempo después de la muerte de Franco, que el dictador, en su lecho de muerte, fue informado sobre la marcha verde que preparaba Hasán II a pesar del dictamen de la Corte Internacional de Justicia que demolía las pretensiones alauitas. Un día de noviembre de 1975, tras escuchar los informes de Carlos Arias, el moribundo Franco ordenó declarar la guerra a Marruecos, precisamente el campo de batalla que lo catapultó a la gloria militar. Pero ya no mandaba y, si fue cierto, no se hizo caso de una orden que unía el destino de la Transición a una guerra. El reino de Marruecos, con una de las políticas exteriores más sagaces del mundo, dividió a las élites españolas y ganó. Como está intentando hacer ahora.

Los saharauis existen. Pero muy pocos saben quiénes ni cuántos son ni qué quieren. El único censo de su población que se conoce lo elaboró España en 1974 con el fin de proceder de forma inmediata a un referéndum de acuerdo con la ONU, consulta a la que respondió el poder insuperable de la marcha verde. Desde entonces hasta ahora, la colonización marroquí y Argelia ocultan los datos de la gente, de la de a pie, de esa gente que formaba la provincia número 53 de España y que abandonamos miserablemente a su desgracia, que no a su suerte.

Desde 1975, derechas, moderadas o menos, e izquierdas, socialistas o comunistas o nacionalistas, no han conseguido disponer de una política exterior común mejor que la trazada por el franquismo en el Sáhara Occidental. Pero unos y otros han traicionado una y otra vez sus fundamentos en un comportamiento descerebrado que deja a los nómadas y a las tribus saharianas desahuciados, en una Historia que no los va a tener en cuenta.

Debo confesar que sufro de perplejidad porque lo que llamamos, sin demasiado conocimiento de su composición tribal, "pueblo saharaui" sólo parece tener dos destinos posibles. O finalmente renuncia a la personalidad nacional que algunos defienden y cae bajo el dominio de la dictadura marroquí o entra en guerra bajo el dominio terrorista del Frente Polisario para ser peones de la dictadura argelina unida a otras dictaduras e intereses confusos.

En este barullo, con víctimas saharauis aseguradas, nadie quiere acordarse del abandono de 1975. Tampoco el PSOE quiere recordar sus devaneos líricos con el Frente Polisario, que asesinó, no se olvide, españoles, hasta que Francisco Fernández Ordóñez en 1985 comenzó un viraje promarroquí (expulsó a los polisarios de España) encubierto en la doble política de "palabras para los saharauis, obras para los marroquíes". Y así hasta hoy, en zigzag, a pesar de la estupidez de un Pedro Sánchez que oculta a cielo abierto la entrada de Brahim Ghali en una chapuza delincuente y nos ha llevado a inclinarnos ante la alfombra de Mohamed VI.

En las derechas pasa algo parecido. Se ha escuchado a Aznar despotricar contra la capitulación individual de Pedro Sánchez ante Marruecos a cambio de promesas banales fácilmente incumplibles, junto a Vox. Pero en el PP –aún no de Alberto Núñez Feijóo– se guardan distancias porque las circunstancias son las que son. Estados Unidos, Israel, Francia y Alemania van de la mano con Marruecos, muro de contención del islamismo radical en Occidente y en su vertiente atlántica, y nadie sabe qué puede hacer Argelia.

Don Julio Caro Baroja, que estudió y apreció a los saharauis sobre el terreno, escribió un pequeño ensayo en Blanco y Negro tras los acontecimientos de 1975 en el que se despedía de los nómadas saharianos. Y terminaba así:

La verdad es un sangrar del corazón. iAdiós, viejos nómadas, pastores bíblicos o guerreros fieros! Desde un rincón de esta Península un hombre que simpatizó con vosotros y que también, aquí, es de su tiempo y vive con su tiempo a cuestas, os saluda. Que vuestro Dios, el del Cielo, el que guiaba la nube de quienes os proclamáis hijos, os proteja de los demonios de la tierra, que hoy pueden tomar forma de fosfatos y petróleos o de economistas distinguidos.

O de poderes y políticos sin escrúpulos ni compasión.

¿Las personas? ¿Sus realidades, intereses y necesidades? "Déjese de bachillerías y moralismos y hágase realista. ¿No está viendo a Putin?". Así me insisten y yo no sé qué responder desde una España que se niega a sí misma y no sabe qué es ni qué quiere. Vivimos en una España descerebrada que no tiene política exterior compartida ni una política de defensa adecuada. Tampoco educativa, tampoco… tampoco… Nada puede esperarse sino estupideces, traiciones y rendiciones sucesivas, salvo que hagamos algo. Así no podemos seguir.

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