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Pablo Molina

Contubernio antisanchista

O Sánchez está volviéndose realmente loco o se ríe de sus votantes asumiendo que tienen la misma sutileza intelectual que sus ministros.

O Sánchez está volviéndose realmente loco o se ríe de sus votantes asumiendo que tienen la misma sutileza intelectual que sus ministros.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Pedro Sánchez ha hecho público lo que sus votantes sospechaban desde hace ya tiempo: los poderosos van a por él porque gobierna para la gente. Desde que Iglesias y su jarca bolivariana saltaron a las tertulias televisivas al socaire del movimiento de los indignados no habíamos escuchado un argumento tan lamentable, con la diferencia de que ahora no lo esgrime un perroflauta en medio de una asamblea de vagos, sino el primer ministro de la decimoquinta potencia económica del Sistema Solar desde la sede del Gobierno de la Nación.

La alusión a oscuros poderes maniobrando entre bambalinas para desactivar el proyecto sanchista no fue una improvisación, porque Sánchez ha reincidido en el argumento en una entrevista practicada con guante de seda en la emisora del grupo Prisa. En esta ocasión identificó de paso a una de las víctimas más recientes de estos poderes ocultos, Pablo Casado, que fue expulsado de la presidencia del Partido Popular no por sus errores y trapacerías, sino porque esos mismos poderes decidieron que había que quitarlo de ahí. "En dos días lo fulminaron", asegura Sánchez, para que todo el mundo vea que los esbirros del contubernio capitalista van en serio.

Pocos minutos después de lanzar su particular alerta antifascista, Sánchez se reunía con los principales dirigentes del mundo libre con motivo de la Cumbre de la OTAN, de la que es anfitrión. Ahí se ha comprometido con EEUU a permitir la presencia de dos destructores más en la base de Rota, para lo cual necesitará el apoyo del Partido Popular, puesto que la facción podemita de su Gobierno se niega a poner trabas a un posible resurgimiento de la URSS. Pero el PP es uno de los "dos partidos que no son autónomos", porque están en manos de esa oscura sinarquía que amenaza con destruir el sanchismo. ¿Cómo se atreve a pactar con ellos? Sus electores no lo entenderán.

Todo este asunto es tan ridículo que solo caben dos posibilidades: o Sánchez está volviéndose realmente loco o se ríe de sus votantes asumiendo que tienen la misma sutileza intelectual que sus ministros. Solo falta ponerle la guinda al argumento atribuyendo a esta conspiración un origen talmúdico. Los presidentes y alcaldes socialistas que se juegan el cargo en menos de un año van a tener mucho que explicar.

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