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Soberbio cabezón

Sánchez se comporta como esos criminales que creen que, engañando a su abogado, engañarán también al juez, al fiscal y al jurado.

Sánchez se comporta como esos criminales que creen que, engañando a su abogado, engañarán también al juez, al fiscal y al jurado.
EFE

El PSOE tiene probada capacidad para ganar elecciones que debería perder. En 1993, Felipe González se compró a Baltasar Garzón, que entonces todavía estaba barato, y lo enarboló como pendón contra la corrupción y así le birló a Aznar una victoria que éste creyó asegurada. En 2008, a pesar de que ya sabíamos lo solemne que era Zapatero, volvió a ganar gracias a que le votó casi toda la extrema izquierda, nacionalista o no. Pedro Sánchez está apelando a esas demostradas capacidades de su partido para insuflar ánimo a sus huestes y que no pierdan la esperanza. Las encuestas vaticinan batacazos socialistas en Valencia, Baleares y la Rioja, quizá en Aragón, Castilla-la Mancha y Navarra. Si se tiene en cuenta que en Cantabria gobernarían con Revilla y en Canarias con Coalición Canaria, el PSOE tan sólo tiene aseguradas Extremadura y Asturias.

Y, sin embargo, viendo cómo se tragan las arengas de su secretario general, da la impresión de que el estado mayor del PSOE y sus barones regionales creen en la remontada. Una de las cosas que les ha dicho Sánchez es que los populares ya han ganado todo lo que tenían que ganar porque en Madrid supieron ser más populistas y en Andalucía más moderados y transversales que ellos. De Castilla y León no dijo nada. Sánchez se comporta como esos criminales que creen que, engañando a su abogado, engañarán también al juez, al fiscal y al jurado. Las victorias del PP en Madrid, Castilla y León y Andalucía son derrotas de Sánchez, debidas a su política de extrema izquierda y a su connivencia con comunistas, filoterroristas y golpistas. Únicamente en Andalucía puede decirse que, siendo la derrota del PSOE responsabilidad de Sánchez, la mayoría absoluta del PP es más bien mérito de Bonilla y Feijóo. No hay razón para creer que no pueda ocurrir lo mismo en el resto de España.

¿Qué podría hacer el presidente para frenar la sangría? Muchas cosas. Podría intentar un giro al centro, desembarazarse de Podemos, renegar de Bildu y la Esquerra y tratar de apoyarse en Ciudadanos. Podría alcanzar un acuerdo con el PP para reformar la justicia. Y podría incorporar al Gobierno ilustres independientes que le limpiaran el patio de tanta inmundicia como tiene acumulada. Pero, no. A Pedro Sánchez la soberbia le impide rectificar cuando se equivoca. Al contrario, le gusta insistir en el error para demostrar que él nunca yerra. Por ejemplo, con dos héroes de la lucha contra el fuego de cuerpo presente, se atreve a hacer responsable de su muerte al cambio climático y todo el mundo se lleva las manos a la cabeza. Pues él va y lo repite varias veces por si hay alguien que no se ha enterado. Con esto de las elecciones pasa lo mismo. Las pierde a causa de su política de extrema izquierda y de sus pactos con extremistas y separatistas y, como él no se equivoca, trata de arreglarlo con una política todavía más a la izquierda y celebrando más acuerdos con ellos. Soberbio y cabezón.

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