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Cristina Losada

Las activistas nunca rectifican

Las activistas que dirigen ministerios no rectifican jamás: las buenas intenciones exoneran.

La campaña del Ministerio de Igualdad | Twitter

En el periodismo, como a veces en la vida, hay que rectificar con cierta frecuencia. Yo voy a hacerlo ahora mismo, porque el otro día, en una columna, escribí que un cartel del Ministerio de Igualdad, ahora conocido en todo el mundo, había costado al erario 84.500 euros. Pues no. Esos 84.500 se van gastar en otra campaña de Igualdad que aguardamos expectantes. Pero el cartel costó algo menos de cinco mil, que ya es bastante, si bien se mira, y si se mira lo que se ha sabido después.

De las cinco mujeres que aparecían en el cartel, dedicado a combatir algo que ignorábamos que existía - mejor dicho, que sabemos que no existe - tres, y las tres británicas, han dicho alto y claro que sus imágenes se incluyeron sin su consentimiento. Dos de ellas han visto, además, cómo el cartel alteraba de una u otra forma sus cuerpos. Tiene miga que un anuncio para promocionar que "todos los cuerpos son válidos" se confeccione cambiándolos. Pero lo esencial, que a eso vamos, es la ausencia de una rectificación digna de ese nombre. Es esencial porque está en la esencia de esta clase de acciones políticas.

La campaña de Igualdad ha dado la vuelta al mundo, gracias al hurto y modificación de las imágenes, pero el ministerio ha preferido pasarle la patata caliente a la ilustradora. Grandes y solidarias que son. El Instituto de las Mujeres pidió disculpas en un tuit, pero acompañadas de una reafirmación de lo necesario que es el activismo antigordofobia - apuntemos, porque ha llegado para quedarse-. ¿Y qué ha dicho la que es responsable política de cualquier campaña del ministerio? Nada. Irene Montero está ocupada denunciando a los medios por los daños que le causaron al dar noticia del caso de la niñera, y no ha dicho absolutamente nada.

El activismo es así. Las activistas que diseñan campañas, las activistas que hacen carteles y las activistas que dirigen ministerios no rectifican jamás: las buenas intenciones exoneran. Cualquier error, cualquier disparate, cualquier efecto pernicioso quedan anulados de inmediato por el buen propósito perseguido. Por lo que presentan como buen propósito. No hay que tomar nunca al pie de la letra a este activismo. Su supervivencia depende de que los problemas que centran su actividad tengan las mayores dimensiones posibles. El tamaño importa: cuanto más grande sea el problema, más recursos públicos podrán demandar para hacerle frente. La otra vía, ahora la más explorada, es segmentar y multiplicarlos.

Ni una palabra, en fin, de la ministra de Igualdad sobre el fiasco, con repercusión internacional, de una campaña de su ministerio. Como si no fuera con ella. Esta era la gente que venía a darles lecciones a los políticos de la vieja escuela. Los que no iban a ser como ellos. Y no lo son, tan cierta como lamentablemente.

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