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Mi huella de carbono y yo

No todos dejamos la misma huella de carbono a lo largo de nuestra vida consumista, insolidaria y pecadora.

No todos dejamos la misma huella de carbono a lo largo de nuestra vida consumista, insolidaria y pecadora.
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. | EFE

El Gobierno y las grandes empresas del IBEX promueven que cada persona calcule su huella de carbono, con el fin de que los idiotas ecoestresados determinen el grado de mala conciencia que cada uno debe asumir por estar contribuyendo al calentamiento global. Aquí no hay distinción entre los habitantes de las ciudades y las zonas rurales, puesto que en última instancia todos somos pecadores y de lo que se trata es de que todos nos fustiguemos por quebrantar los mandamientos de una cruzada climática que ya predica hasta el Papa de Roma.

Pero no todos dejamos la misma huella de carbono a lo largo de nuestra vida consumista, insolidaria y pecadora. La gente del campo, evidentemente, no solo provoca una huella carbónica de menor profundidad que los urbanitas, sino que, de hecho, la suya es claramente negativa. Hagamos unos números sencillos.

Un agricultor que dedique 50 años de su vida a trabajar en el campo habrá empleado 125.000 horas para aumentar la masa verde del planeta, realizando plantaciones y cuidando arboledas. En el caso de la injerta de plantones, fundamental para crear árboles frutales o cítricos que después llenan hectáreas y más hectáreas de terreno, se trata de una actividad fundamental que contrarresta la huella de carbono hasta situarla niveles negativos. Por ejemplo, durante la temporada de la injerta (agosto-septiembre) un agricultor produce 6.000 nuevos árboles, que al cabo de 40 años se habrán convertido en 240.000. Tengamos presente este dato.

El ministerio de Transición Ecológica, los departamentos universitarios dedicados al medio ambiente y las organizaciones ecologistas han establecido unas tablas de equivalencia para animarnos a todos a compensar nuestra huella de carbono. Así, nos dicen que un árbol compensa a lo largo de su vida las emisiones de CO2 de 100 coches en un día o que una hectárea de arboleda equivale a la huella carbonífera de una persona durante todo un año.

Haciendo unos simples cálculos, tenemos que el agricultor de nuestro ejemplo ha equilibrado la huella de carbono de 6.575 coches durante 10 años o la de 6,4 personas durante toda su vida. Multiplíquese dicho producto por toda la población que se dedica a la agricultura, la ganadería, la silvicultura o cualquier otra actividad destinada a mantener vivo el entorno rural y tendremos una imagen bastante precisa de quién debe hacer acto de contrición y sufrir las consecuencias de las delirantes regulaciones que nos imponen para retrasar el inevitable apocalipsis climático.

En mi caso particular, tras dedicar 6 años de mi juventud a trabajar en el campo, he compensado la contaminación de 1.644 coches durante diez años. Llegados a este punto, la pregunta es evidente ¿Cuántos aerogeneradores de esos que afean los montes y destrozan a las aves puedo dinamitar?

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