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Javier Somalo

TVE+

El Poder metió las manos, primero a lo bestia y después con leyes audiovisuales que sometieron por completo la libre creación.

El Poder metió las manos, primero a lo bestia y después con leyes audiovisuales que sometieron por completo la libre creación.
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La tele no es lo que era. Salvo contados partidos de fútbol y alguna otra retransmisión deportiva, ya nadie espera a ver "qué echan en la tele". Lo que haya de interés se puede ver cuando apetezca y quizá ni siquiera a través de un televisor convencional. Ya no hay familias enteras con el rostro iluminado por esa pálida luz azulada de las pantallas de tubo. No digo que fuera mejor. Era lo que había hace no demasiado tiempo: dos canales —UHF y VHF—, fin de emisión, carta de ajuste… sí, y el himno. Y nieve catódica con ruido blanco. Cómo sería de tenebroso que inspiró la película Poltergeist.

De pronto llegaron las televisiones autonómicas por aquello de mimetizar la política con la cotidianeidad social. Los primeros, en 1983, los vascos (ETB) y catalanes (TV3). Después, Galicia (TVG), Andalucía (Canal Sur), Valencia (Canal 9) y Madrid (Telemadrid) ya en 1989. Nuevos rostros, informativos en platós psicodélicos, entretenimiento matinal, concursos rápidos y sencillos, folclore… y mucha propaganda política camuflada como entretenimiento. ¿El coste? De nuestra cuenta, que es la democracia.

Poco después, por fin, la explosión, la auténtica libertad: ¡las televisiones privadas! Enero de 1990. Primero fue Antena 3, luego Telecinco y después Canal+. Qué lío, los televisores no dan abasto con tanto canal. Si hace nada estábamos en blanco y negro y orientando antenas de cuernos… Más rostros nuevos, tráfico humano desde las autonómicas a las nuevas, platós siderales, series, mamachichos. ¿El coste? De momento, pagaban ellos. Eso ya era más democracia. O no, pero no comía impuestos.

Pronto la ilusión se iría apagando porque la libertad de expresión atrae a los políticos como la luz a las polillas. Y empezaron a sonar teléfonos aquí y allá: que este no puede seguir, que a este lo metes, que si entra este otro mira lo que te pago, que si sigue aquel no te va a llegar la pasta de los grandes. El Poder metió las manos, primero a lo bestia y después con leyes audiovisuales que sometieron por completo la libre creación. No se libró ni se libra nadie, ni PSOE, ni PP. Al final nos colocaron un duopolio y las públicas. Proponen la libertad y se la quedan para ir vendiéndola a buen precio.

La pública es privada y de pago (obligado)

300 Millones se llamaba un programa de TVE "de variedades" que con la cifra se refería al número de hispanohablantes de ese momento. 500 millones, pero de euros, es lo que se va en un año por el agujero negro del ente público en dotación presupuestaria. Y otros 500 en deuda. Y las privadas y otras plataformas de vídeo tienen que completar pagando un canon para que el monstruito no muera de inanición. Todo crece en RTVE menos la audiencia y la vergüenza.

¿Qué necesidad hay en España en el siglo XXI de una televisión pública, que siempre será gubernamental, además de costosísima y deficitaria? Dicen, incluso con buena voluntad, que tiene que haber alguien que se ocupe de los deportes minoritarios, de la cultura no comercial y supongo que de los leones del Serengueti.

Y lo dicho de la tele vale para la radio. Dicen que el espacio radioeléctrico es limitado y que por eso hay que someter a licencia pública la presencia de operadores privados. Pero ellos no se van: RNE 1, la convencional; RNE 2, la de música clásica; RNE 3, la alternativa; RNE 4, la cuota catalana y RNE 5, todo noticias… y todas con unas potencias radiantes absolutamente invasivas que acallan cualquier intento hertziano de contar la verdad o al menos otra. No digo que no haya buenos productos y grandes profesionales en algunos de ellos. Digo que son de pago, y de pago obligado. Y a mí no me han preguntado si lo quiero.

En las autonomías, lo mismo: teles y radios hasta debajo de las piedras. RCLM 1, 2, 3, 4… Y el espacio radioeléctrico presuntamente embotellado y los concursos de licencias sin convocarse, no vaya a ser que se arrime gente molesta, crítica y que además quiera comer. Los gobiernos —nacionales y regionales— se protegen negándose a legislar y los oligopolios engordan a su sombra un poquito más cada año… a ver si llega de una vez San Martín, patrono de los operadores pobres y de los piratas honrados.

Rosa María Mateo dio en el clavo cuando dijo aquello de "Televisión Espantosa" siendo ella presidenta. La periodista fue muy sectaria, más de lo esperable, y además se forró, pero resulta que, como casi todo en el Gobierno de Sánchez, su nombramiento fue irregular. Llegó después José Manuel Pérez Tornero, pactado por PP y PSOE. Tampoco gustó y se le invitó a dimitir. Ahora llega Elena Sánchez, una histórica de Informativos de TVE, que desde su interinidad —aunque no le esté permitido— va a poner las cosas en su sitio, en el de la izquierda caviar, la que de veras maneja los millones.

Como recuerda Sandra León en Libertad Digital, ya ni siquiera buscan el control político, que lo tienen sin apenas esfuerzo; ahora quieren forrarse, cosa que, por otro lado, siempre han conseguido sin demasiada queja. Viva lo público: la tele es de todos y el negocio, de ellos. Paguemos la corrupción.

RTVE tiene muchos más empleados (6.542) que Atresmedia (2.527) y Mediaset (1.559) juntos. Tiene helicópteros, unidades móviles de todo tipo, estudios de última generación y los mejores equipos para cada tarea audiovisual. Pero encarga producción a terceros… o no tan terceros. Son los amigos Miguel Barroso y José Miguel Contreras, visitadores habituales de La Moncloa. O sea, el Grupo Prisa con el enésimo sobrenombre para cobrar: Lacoproductora. De ahí salió el programa de Jesús Cintora y de ahí saldrá el de Julia Otero, producciones elaboradas en la empresa privada para la empresa pública y pagada por todos, la veamos o no. Socialismo español en estado puro.

Lacoproductora de Contreras ya es parte de la Prisa de Barroso y, en concreto, de una división de vídeo que encabeza Fran Llorente, ex jefe de Informativos… de TVE. El PRISOE de toda la vida. Pues nada, cinco milloncejos para abrir boca con Julia Otero y luego ya se irá viendo de cara a las elecciones.

Hacen negocio a costa de una pretendida necesidad. No, no hacen falta las teles ni las radios públicas. No cubren necesidad alguna. Nunca lo han hecho pero ahora mismo cualquier demanda audiovisual o cultural se puede satisfacer de forma gratuita a través de los muchos soportes, canales y plataformas disponibles. Las que son de pago, las pagas si quieres.

El audiovisual público no tiene explicación. Ni siquiera ya en caso de emergencias o desastres. Los medios privados informan antes y con más interés y además, hoy en día hasta recibes un SMS de tu embajada cuando estás en el exterior y tienes activada la localización en el teléfono. En breve probarán un sistema de Protección Civil que te avisará en caso de emergencia, ni siquiera será por SMS, llegará a tu móvil y punto. Si quieren te pueden hasta susurrar al oído… pero al menos no me cobren. La única explicación de la existencia de los medios públicos es el control político, el poder, la propaganda y su negocio.

Una democracia no necesita medios de comunicación públicos sino libertad de expresión y canales para ejercerla. Hoy todo son trabas para unos y alfombras para los de siempre. Se incumple la Ley por doquier, se prevarica —a veces en comandita entre gobiernos y medios tradicionales— en los escasos concursos que se convocan para optar a las migajas que dejen los grandes, sobre todo Prisa. Estamos en un camino muy peligroso y se sabe muy bien dónde acaba. Baste recordar lo que dijo Pablo Iglesias en 2013: "Un periódico que es propiedad de una empresa ataca, por su mera existencia, la libertad de expresión. Ataca la democracia". En Cuba, en China, en Irán, en Corea del Norte… los medios de comunicación son públicos o tolerados.

Como diría Xabier Fortes: "Bueno, muy bien, ¿no?". Pues no, no quiero pagar la propaganda política, no quiero contribuir al deterioro de la libertad de expresión y, sobre todo, no quiero costear el negocio ajeno de una televisión pública. Es ilegal

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