El ex presidente de la comunidad autónoma catalana, Carles Puigdemont, ha conmemorado el quinto aniversario de su huida de la Justicia española en el maletero de un coche con una larga misiva dirigida a los suyos, en la que desvela las últimas maniobras de Pedro Sánchez para garantizarle la impunidad.
En su extensa epístola, el prófugo lamenta que se haga "befa" y "escarnio" de su situación y de sus opiniones y defiende el sentido del "exilio" como una forma de hacer política, una "estrategia" en la que no busca lo que define como "situaciones personales". Se refiere aquí Puigdemont al sacrificio que le supone vivir en una residencia de lujo a costa de los ciudadanos catalanes, después de destrozar la convivencia en Cataluña y haber arruinado la vida de no pocos de ellos, víctimas de las persecuciones del separatismo.
Durante este lustro fugado de la Justicia, Puigdemont ha hecho amistades del nivel de José María Arenas, alias Josep Valtònyc, un rapero analfabeto condenado por incitación a la violencia e igualmente prófugo de la Justicia, cuya dimensión intelectual y ejemplo cívico han "impactado" profundamente al expresidente catalán.
Pero lo más interesante de este largo comunicado es la referencia a las gestiones de Pedro Sánchez para resolver sus cuitas judiciales. En este asunto concreto, el prófugo afirma haber sido suficientemente "explícito en público y en privado, ante todos los interlocutores que se me han dirigido para proponerme 'soluciones felices'. También con gente del PSOE que en diversas ocasiones me ha venido a ver para generarme expectativas de un buen trato, vía reforma del Código Penal, y un indulto". Puigdemont concluye sugiriendo, nada veladamente: "Seguro que Pedro Sánchez sabe de qué hablo".
Por supuesto que el presidente del Gobierno socialcomunista sabe de qué habla el dirigente separatista fugado de la Justicia. Las ofertas para que vuelva a España a regularizar su situación son la continuación natural de los indultos a los condenados por el proceso golpista, a los que ahora quiere despojar también de las penas accesorias de inhabilitación para que vuelvan a la política activa con total tranquilidad. Si no fuera por la conocida capacidad de Sánchez para la traición, Puigdemont ya habría aceptado su oferta para dejar sin efecto práctico la condena de la que fue objeto como máximo dirigente de la intentona golpista de 2017.
Pero nunca es tarde para una nueva infamia del sanchismo, especialmente ahora que se van consumiendo los últimos meses de la legislatura, bajo la amenaza de los partidos como el de Puigdemont de forzar unas elecciones anticipadas si Sánchez no pone el Estado a los pies de la patulea que forman sus socios. En ello está.

