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Amando de Miguel

La paradoja totalitaria o cómo ser torero en Finlandia

El cemento que les une es el ímpetu totalitario. El cual se traduce con la idea de prescindir de la nación española para sustituirla por el Estado.

El cemento que les une es el ímpetu totalitario. El cual se traduce con la idea de prescindir de la nación española para sustituirla por el Estado.
Pedro Sánchez, Gabriel Rufián y Yolanda Díaz durante el debate de la reforma laboral. | EFE

Nos podríamos preguntar cómo es que "los que mandan" en España forman una tribu tan peculiar de socialistas, comunistas (con un aire latinoamericano) y separatistas vascos y catalanes. Ya, se aglutinaron en una parecida liga contra natura en 1936 (Frente Popular), y les salió mal. Ahora, con la sedicente "memoria democrática", entienden que tienen una ocasión de desquitarse. Al menos, continúan en el machito. El cemento que les une es el ímpetu totalitario. El cual se traduce con la idea de prescindir de la nación española para sustituirla por el Estado; en definitiva, ellos. Solo que eso es la esencia del fascismo histórico. Mussolini pontificó: "Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado". Para conjurar el riesgo de perder las amenidades del poder, nada mejor que proyectar sobre la oposición (especialmente, sobre Vox) la contumelia de "fascista".

Otra forma de mantener unida la manada de los gobernantes es cultivar la añoranza. No es, solo, por la Segunda República, sino por la Primera, la cantonal. De momento, en el Congreso de los Diputados pululan algunos partiditos de una sola provincia, realmente vasallos de la banda gobernante, grupos de presión, cacicatos. Basta con la interesada sumisión de esta turba de serviles para que el cardumen de los altos cargos se sienta "progresista", que es como no decir nada.

De momento, funciona la táctica gubernamental de orillar a la tímida oposición como "fascista". Es como volver a la dialéctica de la Guerra Civil de 1936. Aunque, el verdadero fascismo es el rimero de leyes ideológicas que están pasando, últimamente, en las Cortes. Atentan contra la conciencia de las gentes normales, al hacerles ver que no tienen sexo, sino género. Es más, les quitan la nación española o les imponen las supercherías del globalismo ecologista, feminista y animalista con un lenguaje inclusivo. Con ello suprimen la posibilidad de un gran partido conservador. Animo a los escritores como Itxu Díaz, que reivindican la posibilidad de que se forme un gran partido auténticamente conservador. No tiene por qué ser una etiqueta vitanda.

Lo que distingue a los que mandan no es tanto la ideología, pobremente expresada, sino su extraordinaria capacidad para manejar la propaganda. Es algo que habría sido la envidia de Goebbels. El éxito del totalitarismo gobernante es tan notorio que parece un sueño la lógica alternativa conservadora. Equivaldría a la posibilidad de ser torero en Finlandia o la charada de los catones infantiles sobre si los peperos o los voxeros son galgos o podencos. En el fondo, ambos grupos se desprecian, mutuamente, pues unos son los esquejes del tronco anterior. Habrá que recordarles que los dos se nutren del tempero que proporciona la nación española. Sobre ella tiene que alzarse la verdadera democracia. Son contadas las condiciones para su implantación: (1) Solo deben participar en las elecciones generales los partidos que se propongan representar a todos los españoles, no a una fracción territorial de ellos. (2) Ningún partido tratará de controlar los medios de comunicación, públicos o privados, como si fueran de su propiedad. (3) No existirán subvenciones oficiales de ningún tipo para los partidos, sindicatos, patronales, confesiones religiosas o grupos de presión.

Como puede verse, las tres condiciones enunciadas van en la dirección de evitar el totalitarismo, hoy rampante en la escena española, en su doble manifestación, fascista y comunista. Por lo menos, hay que aceptar que la "transición democrática" ha completado su ciclo. Naturalmente, quedan muchas especificaciones por cubrir. Esta página no puede ser un manifiesto, y menos un borrador de intenciones para una nueva Constitución. Ni siquiera me propongo convencer a nadie de nada. Solo intento hacer pensar. Es el menester natural de los profesores, aunque puedan estar jubilados.

Es fácil suponer que, ante unas ideas como las expuestas, u otras similares, la hueste de los que mandan se resista como gato panza arriba. Será fácil que sean denigradas como una manifestación de la extrema derecha. Es la demostración de que la verdadera democracia, todavía, no ha logrado arraigar entre nosotros. La fórmula de Gobierno que hoy nos rige en España es la más incompetente de la historia contemporánea y la más costosa. Por eso, su propuesta única es la de subir los impuestos.

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