
Vuelve el autoritarismo a España. Es tiempo para hombres con carácter e inteligencia. Es el momento de mostrar nuestra genuina identidad. Es la ocasión de definirnos. ¿Somos valientes o cobardes? El golpista Sánchez y toda su jarca nos obligan a ser o no ser. O nos rebelamos contra ellos o nos arrodillamos ante su poder. Aquí no vale quedarse en terreno de nadie. No existe ese lugar libre de los tentáculos del poder. Todos los espacios públicos están infectados por la ideología totalitaria: el poder, el saber y el derecho están confundidos; la identidad de esos tres ámbitos de la existencia tiende, según los esquemas ideológicos de Sánchez y los separatistas, a ser absoluta. Total.
Ejército, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Universidades públicas, centros públicos de enseñanza, tribunales ordinarios y extraordinarios de justicia, medios de comunicación del Estado, institución del Defensor del Pueblo, en fin, el entero poder legislativo y judicial están sometidos al control y dirección de un gobierno conformado por separatistas, comunistas y socialistas, dirigidos por un aventurero de la política dispuesto a destrozar cualquier vínculo que ayude al desarrollo de la democracia. Todo esto es ya sabido. Nadie se haga el despistado. Sí, la opción es clara y distinta: o estamos con los totalitarios o con los hombres libres e independientes, o estamos con un gobierno autoritario o en favor del poder en vilo. O dictadura o democracia. O revolución criminal o construcción de bienes en común. Pocos puede eludir esta alternativa en una España sin nación y con un Estado de derecho en almoneda.
Y, sin embargo, un individuo, un profesorcito de Derecho Constitucional, un don nadie de la derecha sin remedio, trata de eludir el problema. O peor ha dilatado su decisión un par de días. Mal ha hecho y mucho mal seguirá cometiendo contra los demócratas si sigue escondiéndose de su responsabilidad. Ha tratado de engañarse, retrasando su decisión hasta hoy, tercer lunes de diciembre de 2022, seguramente para luego tratar de engañarnos a todos. Terrible. Lo pagará este dragoncillo de la baja política española, pero de momento ha ganado unas horas para no ser tildado de lo que realmente es. El presidente del Tribunal Constitucional permitió que Sánchez y su jarca consumarán el viernes pasado el mayor atentado que se ha cometido contra la democracia. Se sometió, en realidad, a lo dictado por el totalitarismo sanchista.
Cabe, sin embargo, la "esperanza" de que el lunes cambie de criterio. ¡Quién sabe! ¿Estará Pedro González-Trevijano entre los tibios, los dudosos y la gente sin espina dorsal o tragará con los engaños, las mentiras y los asquerosos relatos del poder sanchista? No lo sé. Una cosa tengo clara: no creo que este hombre sea de la casta de los que hacen de la necesidad virtud. Tampoco de quienes apuesten por la genuina esperanza, la hispánica, que no es otra cosa que libertad rescatada de la miseria y la fatalidad. Estará, sí, como dragroncillo de juguete, con su tocayo. ¿Qué argumentará en su favor? Cualquier paparruchada, porque ahora no podrá esgrimir la Razón de Estado, como hiciera el primer presidente del Alto Tribunal, para votar lo que le exigió Felipe González para intervenir Rumasa, o sea para apropiarse de una empresa privada, y darle el primer golpe mortal a la democracia. ¿Le darán ahora los dos Pedros el último golpe a la Constitución del 78?
