
"El Tribunal Constitucional amordaza al Parlamento". Este titular de un diario digital al servicio del Gobierno golpista es el paradigma de la manipulación más obscena y pueril con la que la izquierda pretende blanquear el asalto de Sánchez a la Justicia. El TC, en cumplimiento estricto de sus funciones, suspende un procedimiento legislativo a todas luces fraudulento en el que se vulneran, además, derechos fundamentales del Grupo Parlamentario Popular, que está perfectamente legitimado para presentar un recurso de amparo. Por un lado, es un fraude clamoroso modificar una ley orgánica, la del poder judicial, que requiere mayoría absoluta, a través de dos enmiendas a otra norma —en este caso el Código Penal— cuya aprobación sólo necesita mayoría simple y que no tiene nada que ver. Por otro lado, si el Grupo Parlamentario Popular entiende que con este procedimiento se está vulnerando su derecho a participar en el proceso legislativo al cercenar el debate parlamentario y solicita medidas cautelarísimas, el TC está obligado a adoptar éstas antes de resolver sobre el fondo, porque de no hacerlo y permitir la tramitación de las enmiendas en el Senado el daño ya sería irreparable. Para eso existen las medidas "cautelarísimas", además de su bonito nombre. Se adoptan por cautela. Por tanto, el TC ni siquiera entra a valorar ni la voluntad popular ni la voluntad de Sánchez ni la de sus siniestros socios. Lo que invalida es la forma. Si quieren modificar el sistema de elección de los jueces pueden hacerlo pero con un procedimiento acorde a Derecho, a través de un proyecto de ley independiente y no a través de enmiendas a otra ley. El Tribunal Constitucional no ha amordazado nada ni a nadie, salvo las entendederas y la decencia de algunos, que encima se permiten dar lecciones de periodismo independiente.
La argumentación de fondo con la que disparan desde las trincheras mediáticas de la izquierda y desde el Gobierno revela la poca consideración que tienen de su propio público, lo que quizás sea lógico; y su éxito nos indica que existe un enorme desconocimiento de lo que es una democracia. Se nos dice que que las mayorías parlamentarias, coyunturales por definición, hagan lo que les dé la gana sobre lo que les dé la gana sólo por tener un voto más en el parlamento es democracia. Que la democracia es imponer la voluntad de la mayoría. Cuando lo que define a una democracia es precisamente todo lo contrario: limitar el poder de la mayoría para salvaguardar las libertades individuales y los derechos de las minorías. Por eso el Congreso no puede aprobar, aunque exista una mayoría que lo pretenda, que se extermine a todos los gitanos o que se le retire el voto a las mujeres. La voluntad popular se expresa a través de la ley y ésta no es la plasmación automática de la voluntad de la mayoría coyuntural que exista en el Congreso en cada momento. Las leyes se elaboran con procesos tasados que incluyen limitaciones y garantías en el marco de una arquitectura legislativa que jerarquiza las normas para proteger las libertades y los derechos de todos. No es lo mismo modificar la Constitución que regular el tráfico. De ahí que las leyes orgánicas requieran una mayoría reforzada, porque su desarrollo afecta a los derechos fundamentales y las libertades públicas, garantizados por el capítulo segundo del Título I de la Constitución.
Igualmente falaz es atribuir mayor legitimidad democrática al Poder Legislativo, el Congreso de los Diputados, que al Poder Judicial, el Consejo General del Poder Judicial. Los tres poderes del Estado emanan, por igual y a través de la ley, de la soberanía nacional. Ésta reside en las Cortes que alberga a los representantes que elegimos en las elecciones pero mientras España siga siendo un Estado de Derecho la voluntad popular se articula únicamente en la ley. Sólo la ley, que separa y legitima por igual a los tres poderes. El día en el que la voluntad popular —o sea en este momento lo que decidan Sánchez, Iglesias, Junqueras y Otegi— se sitúe por encima de la ley, la democracia habrá desaparecido. Esta vez han estado a punto, muy muy cerca, pero, ojo, volverán a intentarlo y es verosímil que lo consigan. Por obra de la "mayoría", eso sí. ¿Hay alguna dictadura que no se haya establecido con el apoyo de la mayoría? Pocas, muy pocas.
