
Difícil es el oficio de político, pero aún lo es más la profesión de periodista, analista político, o como se llame la profesión de quienes escribimos en los periódicos, porque nuestro decir, guste más o menos a nuestros lectores, contiene siempre un predecir. La predicción es la clave. Ahí está el peligro y también la salvación de esta profesión. Pongamos que hablamos de la guerra de invasión de Rusia en Ucrania. Yo he mantenido aquí varías veces que esta guerra estaba a punto de terminar, entre otras razones, porque estaba desgastando a Rusia más de lo que Putin había previsto…
Pero lo cierto es que se prolonga y parece que todavía durará tiempo. Nadie sabe cuántos meses más puede durar este calvario. Los motivos de esta prolongación son múltiples y diversos, según adoptemos la situación de los contendientes. La obsesión delirante de Putin, centro clave de su motivación, es que aún puede ganar la guerra a medio plazo; bastaría que Ucrania dejase de recibir ayuda de los EE.UU, la OTAN y otros países, según los rusos, para que Putin se alzase con el triunfo. Putin aspira a un imposible, o sea, miente como un bellaco, porque EE. UU. ha dejado claro que jamás negociará nada con los rusos sin consentimiento de las autoridades ucranianas. Y así lo han escenificado con la visita de Zelenski al Congreso de los EE.UU en vísperas de la Navidad.
Por cierto que este año, según advierten algunos finos observadores de la política internacional, se ha dado un cambio en las fechas de celebración de la Navidad en Ucrania. Este 2022, por primera vez en siglos, está celebrándose la Navidad en Ucrania siguiendo el calendario occidental de la tradición cristiana, el 25 de diciembre, a diferencia del rito ortodoxo, que celebra el Nacimiento de Jesucristo, con 13 días de diferencia, de acuerdo con el antiguo calendario gregoriano, o sea, el 7 de enero. Es obvio el simbolismo de este cambio. Los ucranianos no quieren tener vínculos comunes con Rusia ni siquiera en lo religioso. Su voluntad occidental es absoluta. Pretenden ser occidentales cada vez más alejados del "mundo ruso" oriental. Tampoco es baladí que EE.UU. haya invitado al presidente ucraniano en la víspera de Nochebuena.
Pero, seamos sinceros, por encima de los símbolos, por importantes que sean como es el caso, está la realidad. Y lo real y urgente es que Ucrania necesita más y mejor ayuda de EE.UU. para resistir al invasor ruso. Cierto es que la ayuda recibida ha sido decisiva para que el ejército ucraniano haya logrado resistir durante 10 meses el brutal ataque de la maquinaria de guerra rusa. Sin embargo, la ayuda occidental es insuficiente para derrocar al ejército ruso; eso es algo que sabe Putin, quien está dispuesto a seguir sacrificando a su pueblo antes que negociar la paz. Seguirá movilizando reclutas, soldados y todo tipo de recursos, mientras los occidentales no equilibren su delirante apuesta. Sí, según los cálculos de los expertos en esta guerra, Rusia está gastando en la guerra con Ucrania no menos del 12 mil millones de dólares mensuales, o sea, seis veces más que la ayuda recibida por Ucrania de EE.UU y los países occidentales (la ayuda directa de los EE.UU. a Ucrania es de un valor de 1,2 mil millones de dólares mensuales, que junto con la aportación de los países de la Alianza Atlántica asciende a 2.1 mil millones de dólares al mes).
Así las cosas, ante estas condiciones, sí, ante la opción de Putin dispuesto a alargar la guerra, sin importarle los sacrificios que ello suponga para su pueblo, no parece que quepa otra opción para el mundo occidental que aumentar las ayudas a Ucrania para que Putin se ponga a negociar. La estrategia occidental de desgaste a Rusia ya no vale. Hay que pasar al ataque.
