Menú

La democracia española y Numancia

Los demócratas españoles de hoy tenemos que desafiar a la voluntad totalitaria de unas minorías a las que es posible aislar y reducir.

Se me vino a la cabeza Numancia viendo la extraordinaria conversación de Nuria Richart y José María Marco con Juan Carlos Pérez de la Fuente, que sabe de asedios, sobre el teatro español y sus potencias, tanto actuales como tradicionales. Hablaron de El cerco de Numancia de Miguel de Cervantes, versionada por Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño (Numancia), Cuando la izquierda en España era aún una izquierda española, Rafael Alberti no tenía miedo en escenificar su propia Numancia, que estuvo en cartel entre diciembre de 1936 y marzo de 1938. Luego fue renunciando a la riqueza común y plural de la patria, aceptando como máximo un patriotismo constitucional incomprensible sin el pasado. Olvidó los versos de Vicente Aleixandre:

"Ay, patria,
tan anterior a mí,
y que yo quiero viva,
después de mí…"

Desde el Siglo de Oro, la gesta numantina se concibió como el himno a la libertad de una ciudad frente a la esclavitud segura con la que la amenazaba el enemigo. Pero su final, el digno suicidio colectivo ante la victoria inminente del opresor, podía interpretarse como un signo de pesimismo en el combate de la libertad contra el poder. Se ha dicho que la versión de Juan Carlos Pérez de la Fuente supera a la de un Cervantes que deducía de la proeza numantina una España renacida y gloriosa. Pero el problema sigue siendo el último suicidio del último numantino. Ciertamente, elige la dignidad de la muerte en libertad pero no es menos cierto que tal decisión implicaba el final de la "patria", final que Cervantes sabía que no había ocurrido.

Afirmaba el añorado historiador Fernando García de Cortázar que España está viviendo un tiempo de crisis y que, por eso, con una España "al borde de un exilio moral" viajaba su corazón histórico para dejar un mapa "hondo y ancho de la patria personal que llevo dentro." Posiblemente, la España de la Transición, en su versión más noble, la España de la Reconciliación mediante una democracia acordada por todos y para todos por vez primera en dos siglos, está sufriendo el sitio tiránico de quienes no quieren una convivencia duradera sino la conquista del Estado y sus instituciones para el dominio total sobre los ciudadanos españoles.

La palabra mágica de los numantinos fue "resistencia" y a la resistencia aluden hoy muchos, desde Rosa Díez en sus minutos de esRadio a muchos de nosotros, que hemos hablado de la Resistencia Democrática de España frente a quienes desprecian la democracia liberal prometida en 1978 y pretenden volver a la "democracia" partidista y sesgada de la II República, cada vez más evidentemente. Pero lo esencial para la historia de España no es la resistencia, si tal hazaña acaba en exterminio, aunque sea por propia mano. Lo verdaderamente radical para la España democrática y abierta que esbozó la Constitución vigente es la existencia, lograr existir, a pesar del intento de desmoralización y de disgregación que sufrimos.

Está bien claro que la resistencia es inicialmente obligada, pero es preciso que el resistir sea aprovechado eficientemente para existir, evitando la liquidación, ocupación o tergiversación de la democracia que deseamos para ese "después de nosotros" de los versos de Aleixandre. Mientras resistimos, es necesario componer un plan de existencia futura que aprenda de los errores e ingenuidades cometidas y siente las bases duraderas de una convivencia leal en libertad. Los arévacos numantinos resistieron contra un poder tiránico exterior, insuperable e implacable. Los demócratas españoles de hoy tenemos que desafiar a la voluntad totalitaria de unas minorías a las que es posible aislar y reducir aplicando la fuerza legal y moral del Derecho y de las Urnas.

Pero esa insistencia en la propia existencia histórica será imposible sin la voluntad decidida de hacer posible lo que es necesario. Necesitamos una estrategia para la resistencia y para la supervivencia de una nación cuya mayoría abrumadora y soberana quiere convivir bajo el amparo institucional de una democracia con poderes equilibrados y respetados por todos.

Numancia fue destrucción y muerte, luego convertidas en leyenda. España ya ha tenido bastante de ambas miserias. Tampoco podemos seguir quejándonos, como el río Duero de la Numancia de Cervantes, diciendo:

Madre querida, España: rato había
que oí en mis oídos tus querellas,
y si en salir acá me detenía
fue por no poder dar remedio a ellas
.

Lo que necesitamos es una resistencia inteligente que no acabe en autoexterminio sino en existencia democrática sólida que impida nuevas tiranías vengan de donde vengan.

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal