
"La culpa de la inseguridad jurídica y de todo lo ocurrido la tiene el STF (Tribunal Superior) que dejó libre a Lula en 2018 y le permitió acceder a cargos políticos otra vez". Marco Aurelio Melo, exjuez del STF jubilado.
Tenemos una democracia muy joven. Las primeras elecciones presidenciales en tiempos recientes fueron en 1989 y el presidente electo, 2 años después de iniciar su mandato, sufrió un impeachment por confiscar y congelar el 80% del dinero de las personas en el banco, en un intento de frenar la inflación de más del 1000% al año. No hace falta decir que en vano.
Eso expliqué en mi columna anterior, aquí en Libertad Digital, pero el tema ahora son las manifestaciones ocurridas en Brasil el pasado domingo, 8 de febrero.
La democracia ya no existe en Brasil. Lula lideró el caso de corrupción más grande que hubo en Brasil, y quizá en el mundo occidental. Como ya he comentado aquí anteriormente, por poner un ejemplo, un solo directivo de Petrobras tuvo que devolver 100 millones de dólares por mandato judicial. Tal y como se lee.
El total devuelto por todos los condenados fue de más de 6 billones de dólares.
Jueces de la Corte Suprema decidieron que Lula debía salir de la cárcel no por ser inocente, sino por haber sido juzgado en Curitiba en lugar de en Brasilia. Es como si alguien roba un banco en Madrid y no puede ser considerado ladrón en Valencia. Esa fue la razón por la que le devolvieron sus derechos políticos. ¿Asusta? Bienvenidos al Brasil de hoy.
Pero volvamos a la primera frase de este texto, dicha el 9 de febrero por un exjuez de la Corte Suprema, jubilado hace pocos meses. La inseguridad empezó cuando el Supremo se puso a inventar reglas para sacar de la cárcel al mayor corrupto del país.
Después de las elecciones, Alexandre de Moraes, es decir, el mismo juez que ha cancelado pasaportes a periodistas de oposición, congelado sus cuentas bancarias y dado órdenes para que redes sociales sean apagadas, no permitió que el Ejército, al que él mismo ordenó supervisar las elecciones, tuviera acceso a los "log" de las urnas electrónicas de votación.
Después de un detallado informe de las Fuerzas Armadas exponiendo indicios de fraude (como el hecho de que existiesen ciudades grandes con el 100% de votos a Lula, pese a que después varias personas denunciaron haber votado a Bolsonaro), Alexandre de Moraes suprimió el derecho de acceso a la información de los brasileños, y aquellos que dudaban en público del proceso electoral fueron censurados en redes. La cosa no se quedó ahí. Televisiones fueron acalladas y expresiones como "Lula robó" o "Lula corrupto" fueron multadas con hasta 100 mil reales al día (20 mil euros).
¿Eso es democracia, señor Alexandre de Moraes?
Los que salimos a la calle en todas las capitales lo hicimos de forma pacífica. Yo salí muchos días con mi hija de 2 años. Varias personas estuvieron durante 2 meses frente a los cuarteles del ejército, esperando ayuda. ¿Es eso un golpe, de verdad? ¿Los que van a dar un "golpe de Estado" esperan frente a la Policía y las Fuerzas Armadas, que les permiten estar ahí pacíficamente?
En la calle había niños y niñas, familias, ancianos y jóvenes que se reunían con la esperanza de un cambio, que no querían tener a un ladrón condenando como líder. Lo mínimo que reclamaban era saber los datos reales de las votaciones.
Llegamos al 8 de febrero, el día D. O, para más señas, el día en que Lula no estaba en el Palacio, todo el congreso se hallaba de vacaciones y el Tribunal Supremo (el más odiado de Brasil hoy, por las censuras) se encontraba vacío. Ese día, digo, permitieron a los manifestantes entrar en los edificios públicos. Ahora le echan la culpa a la Policía, y el citado Alexandre de Moraes ha ordenado que el gobernador de Brasília sea apartado del cargo durante 90 días.
Algunos vídeos apuntan a que hubo infiltrados de izquierda en la invasión. En semanas de manifestaciones no se rompió ni una sola ventana en las 27 capitales. Los manifestantes fueron siempre en son de paz. Simplemente no querían aceptar el regreso del corrupto. Pero de repente, en un día en el que no había ninguna autoridad a su alcance, ¿decidieron romperlo todo? A mí me parece muy raro.
Yo no sé si todo ha sido orquestado por infiltrados de izquierda. Pero incluso si se termina demostrando que esos infiltrados no existieron, lo que está claro es que quienes protagonizaron los altercados fueron una minoría. La violencia nunca es aceptable y hay que condenarla. Pero precisamente por eso tampoco se puede generalizar, ni meter a todos los manifestantes en el mismo saco.
A día 10 de febrero, por orden de Alexandre de Moraes, más de 1200 personas están presas en un gimnasio, incluidos niños de poca edad y ancianos, sin comida y sin baños. Parece que uno murió del corazón. Imaginemos por un momento que pasa algo igual con Bolsonaro como presidente.
Esto hay que recalcarlo: los medios de comunicación están llamando terroristas a ancianos, padres y niños que están presos en un gimnasio.
El sistema no perdona y hoy Brasil tiene un dueño: Alexandre de Moraes.
Repito: que se condene la violencia y a los vándalos, pero la manifestación es libre.
Que se sepa que las autoridades de Brasil son dictatoriales y, ellas sí, están acabando con lo que resta de democracia aquí.
