Al parecer, en Hungría, país excomunista, oír el latido del corazón del bebé en el vientre de la madre es una obligación antes de abortar. En Cuba, país comunista desde hace 64 años, los abortos se hacían y se hacen como beberse un vaso de agua y sin consentimiento de nadie. Durante una época incluso no se llegó a necesitar el consentimiento de la madre. Una mujer podía asistir a la consulta del ginecólogo con la intención de corroborar, después de unas cuantas reglas faltantes, que se encontraba encinta, lo que a esas alturas no podía ser más que una evidencia, y el mismo médico, por obligación, por orden ‘bajada’ de arriba, o sea, del mismísimo Fidel Castro (ninguna orden podía ‘bajar’ de ninguna otra altura), enviaba a la madre a otra supuesta consulta para que, sin que ella supiera muy bien por qué la anestesiaban, se encontrara sin su bebé en el vientre.
La justificación para realizar semejante horror era que en el ultrasonido se había detectado una anomalía. La doctora Hilda Molina ha explicado y ha escrito ampliamente sobre el tema, pues ella era la que estaba al frente de una línea investigativa científica acerca de usar a los fetos para lo que a Fidel Castro se le antojara. La explicación es más larga, pero yo hoy se la resumo con la intención de ir al grano. De ahí al mengelismo no es que no haya nada, es que es mengelismo puro; de Josef Mengele, para los que no saben lo que fue el fascismo, tiempo pretérito afortunadamente. Se llama comunismo y ocurrió en Cuba.
Que un político brinde opiniones médicas sin ser médico equivale casi a lo mismo a que un médico se meta en política y manipule a sus colegas médicos, y a los enfermos, para inducir y llamar a una huelga sanitaria en medio de una crisis de bronquiolitis en niños y sin que una pandemia sea dada por terminada. El primero ordena y manda que las embarazadas deban oír el latido del corazón del ser humano que lleva en el vientre, y al segundo o a la segunda (en este caso) le importa bien poco la medicina y coloca por encima de la vida de los niños enfermos su politiquería baratucha extrema de ajuste de cuentas.
Cuando escribí "casi" lo hice a propósito, porque desde luego el matiz está en la vida de los niños, de los seres humanos, estén donde estén, dentro o fuera del vientre materno, que sólo hay uno, por cierto, el de la mujer. Un político supuestamente quiere salvarlas, sin conocer demasiado del tema, y a la otra política le importa bien poco la vida, porque lo que la mantiene en trajín es ir a por todas en contra de su obsesión: Ayuso.
Francamente, ¿por quién nos toman? Las mujeres no somos esos seres energúmenos que ustedes creen. Es cierto que este neofeminismo conducirá a las más jóvenes a no pensar por ellas mismas, y no es menos cierto que mientras más jóvenes sean las que vayan a abortar menos consciencia tendrán de a lo que se exponen. Una de esas cosas es a perder la posibilidad de ser madres en el futuro… Pero, para adquirir esa consciencia debiera existir una educación previa, en las casas, sobre todo en los hogares, y en las escuelas. Ahí está el problema… Como la política hoy en día lo permea todo, hasta de las escuelas debiéramos desconfiar, pues el adoctrinamiento ya no es cosa de algunos países como Cuba o Corea del Norte. El adoctrinamiento se ha convertido en la vía más fácil para fingir que se enseña, que se transmite una sabiduría, cuando en verdad se está saliendo del paso con tal de cobrar un sueldo con muy poco esfuerzo.
A una mujer entera, hecha y derecha, que un médico le pregunte si desea oír el latido del ser que lleva en su vientre antes de abortarlo no debiera molestarle, si su decisión ha sido bien pensada y analizada con anterioridad. Lo explicó muy bien ayer Cayetana Álvarez de Toledo en la entrevista con Federico Jiménez Losantos. Porque además de ir preparada a lo que hará o le harán, no es ella quien se lo hará, se lo hará un médico que también sabe lo que significa un ser cuyo corazón late en un vientre, que no es una piltrafa inservible que habría que extirpar y botar al cesto de la basura. Es ahí. En ese diálogo entre mujer y médico se define y se decide todo.
Ningún político debiera ordenar ni mandar nada desde el supuesto poder que creer tener sobre los demás, como ninguna médica, una vez devenida en política, tiene el derecho de poner en riesgo la vida de los pacientes, de los niños enfermos.
Como si fuera poco, que no lo es, debiéramos recordar que antes del latido de la discordia, existe otro latido, el latido del anticonceptivo, o sea, el de usar el método antes de llegar a la solución extrema en la que nos ha situado la izquierda. En el conflicto, en el dilema, que tanto necesitan para reinar y eternizarse en el poder.
Si un político de Vox hoy se refiere a la obligación de una madre a oír el latido del corazón de su bebé antes de abortarlo, también es verdad que fueron varias políticas de Podemos y del PSOE, desde el gobierno, las que han puesto el aborto por encima de la anticoncepción, el aborto como solución a una regulación demográfica, que es lo que pretenden hacer. Sin embargo, si bien es verdad que el político de Vox no tiene hijos y no sabe explicar muy bien su demanda e imposición, las otras políticas de la Ley del "solo sí es sí" que pone en la calles a violadores y a maltratadores, los de la Ley contra la Constitución y por la sedición, no han parido más porque no pueden, porque todas tienen no uno, dos y tres hijos. De modo que, si uno no sabe de lo que habla, las otras, otros, y otrEs, muchísimo menos. Pareciera una competencia de quién es más estúpido.
Pongan más empeño en la educación, en la cultura, y ocúpense de resolver los problemas y no en multiplicarlos con odio y bajeza. El resto, mujeres y hombres, recuerden, cuando se vayan a introducir, o vayan a introducir quoi que c’est soi para su placer, si es de carne y eyacula, que el latido ese del orgasmo mutuo ocurra protegido por la anticoncepción, en caso de no desear acabar con una vida, y no sólo con la suya, mentalmente.