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Amando de Miguel

Teoría y práctica del actual régimen

Lo nuestro es, más bien, un régimen populista, más cerca de las Repúblicas dominantes en Hispanoamérica.

Lo nuestro es, más bien, un régimen populista, más cerca de las Repúblicas dominantes en Hispanoamérica.
Pedro Sánchez | EFE

Los españoles nos alojamos, formalmente, en un sistema político de democracia parlamentaria. Pero esa etiqueta, que nos hace semejantes al Reino Unido, dice poco de nuestra realidad política. Con el Gobierno actual (que lleva trazas de ser vitalicio) lo nuestro es, más bien, un régimen populista, más cerca de las Repúblicas dominantes en Hispanoamérica. No deja de ser una gran paradoja esta convergencia con la "hispanidad". Ya es triste que los republicanos, en 1936, fusilaran a Ramiro de Maeztu, defensor de esa idea de la Hispanidad.

Otro curioso mimetismo es que, con el Gobierno actual, el régimen deriva más bien a una especie de República Federal con ribetes autoritarios; es decir, se añora la República, pero la Primera (1873-74). Más cerca está el auténtico autoritarismo del régimen de Franco. La comparación no es tan atrabiliaria como parece. Un detalle: el presidente Sánchez ha puesto en el exilio al anterior Rey Juan Carlos de Borbón. Es una imitación del gesto del Caudillo Franco, quien mantuvo prácticamente exiliado a Juan de Borbón. En la práctica, el actual presidente del Gobierno se comporta como una especie de caudillo distante del pueblo. Solo se reúne con "los suyos".

El mimetismo con el régimen de Franco llega a extremos risibles. Es el caso del actual rechazo de la construcción de embalses, con la idea subyacente de distinguirse de la política franquista.

Lo específico del régimen actual (apodado como "sanchista") es la desproporcionada primacía del poder ejecutivo. No es solo que se imponga sobre los otros dos poderes (legislativo y judicial). Antes de eso, está la desmesura de la nómina adscrita al Gobierno y sus tentáculos. Valga una simple comparación visual. La Presidencia del Gobierno, en los tiempos en que la dirigía Carrero Blanco, ocupaba solo los despachos del chaletito de Castellana, 3. Y aún sobraba espacio para albergar los altos funcionarios del Plan de Desarrollo. El equivalente actual es el "complejo" de la Moncloa, con docenas de módulos y cientos de despachos y sus correspondientes servicios (seguridad, aparcamientos, etc.). Se comprenderá que, ante tal derroche, el Gobierno precise, hoy, de una montaña de impuestos para engrasar esa maquinaria.

Cuando los portavoces oficiales hablan del incremento de las personas activas con un empleo, hay que precisar que lo que se expande, realmente, es el sector público. Añádase que, en el conjunto, lo que se dilata es el número de empleados "fijos discontinuos", antes, a tiempo parcial. Este es un ejemplo de los continuos abusos de la propaganda.

Cierto es que el régimen vigente es una democracia con una pluralidad de fuerzas políticas. Precisamente ese carácter diverso hace que no sea posible gobernar con la fórmula de un partido con mayoría absoluta. Por tanto, mandará el que sepa aliarse con otras siglas. En cuyo caso, es natural la ventaja para el PSOE, dispuesto a servirse de los votos más estrambóticos, sean localistas, separatistas o comunistas. Es una curiosa reminiscencia del Frente Popular de 1936. En cambio, el "principal partido de la oposición" (PP) lo será siempre, pues no está dispuesto a colaborar con su vástago natural, que es Vox. En realidad, los dirigentes del PP no pueden ver ni en pintura a los de Vox. Es más, en muchos aspectos, da la impresión de que los odian.

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