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Cuatro pelagatos

Si esta es la representatividad de las iniciativas podemitas dentro de su movimiento, es de suponer su proyección real en el conjunto de la sociedad.

Si esta es la representatividad de las iniciativas podemitas dentro de su movimiento, es de suponer su proyección real en el conjunto de la sociedad.
Irene Montero, Victoria Rosell y Ángela Rodríguez. | EFE

La sobreexcitación de la izquierducha en la esfera pública y la colaboración estajanovista de los medios de masas en la promoción de su mercancía averiada provoca que tendamos a sobrestimar su representatividad en términos reales. Ocurre con todas las campañas que emprenden para atacar a sus rivales políticos, cuyo nivel de ruido mediático excede exponencialmente la trascendencia real de los supuestos problemas que pretenden denunciar. El ejemplo perfecto de este desfase comparativo es la operación orquestada por la izquierda madrileña para tratar de convertir la gestión de la sanidad pública autonómica en una especie de catástrofe humanitaria que los izquierdistas, echados a la calle una y otra vez, tratan de paliar.

Las televisiones entrevistan a activistas de ultraizquierda con bata blanca como si fueran sanitarios anónimos que luchan por mejorar el servicio a los ciudadanos y ofrecen las imágenes de sus manifestaciones con unos planos de cámara cerrados para dar sensación de multitud, pero la realidad es la que es. En este caso, los médicos interpelados por esta campaña política son menos de cien en un sector formado por 90.000 profesionales. El resto de los que acuden a las protestas, como la prevista para este domingo, son sindicalistas, activistas de izquierdas, y sus dirigentes, encargados estos últimos de sostener la pancarta con mensajes insultantes hacia la presidenta regional.

No es nada nuevo. A Pablo Iglesias lo paseaban en procesión por todas las tertulias televisivas cuando su movimiento ultraizquierdista ni siquiera tenía representación nacional y no había pieza de análisis político en los telediarios que no contara con la apostilla de un podemita, a pesar de que aún no les votaba ni San Marx. Por no hablar del movimiento ecologista, que cuando se presenta en solitario a las elecciones obtiene una representatividad cercana al cero absoluto, a pesar de lo cual lidera la información sobre cuestiones de gran trascendencia económica como si su voz tuviera más peso que la de cualquier otro colectivo social afectado.

Con la rabieta podemita sobre la ley sueltavioladores está pasando algo muy parecido. En Murcia, lugar elegido por Irene Montero el pasado sábado para insistir en las bondades de su ley, la todavía ministra logró reunir a 500 personas. Ocurre que el acto estaba organizado para presentar las candidaturas municipales y autonómicas del partido ultraizquierdista. Dado que las listas de cada partido suman en total 946 nombres, contando a los suplentes, resulta que 446 candidatos de Podemos no asistieron al acto organizado por su lideresa para darles su apoyo. Si esta es la representatividad de las iniciativas podemitas dentro del propio movimiento bolivariano, es fácil suponer la proyección real que deben tener en el conjunto de la sociedad. ¿Cuatro pelagatos? Muchos parecen.

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