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Cristina Losada

La versión podemita de "menos latín y más gimnasia"

Las okupantes del Ministerio de Igualdad se han inventado que estamos en el peor de los mundos posibles y que tienen que someternos a reeducación.

Las okupantes del Ministerio de Igualdad se han inventado que estamos en el peor de los mundos posibles y que tienen que someternos a reeducación.
Ángela Rodríguez Pam e Irene Montero | EFE

La hemeroteca que está dejando la secretaria de Igualdad, Pam Rodríguez, se ha enriquecido, hace unos días, con una aportación que, al contrario que otras suyas, tiene precedentes. O, mejor en singular: precedente. La número dos del ministerio de Irene Montero cree que en el colegio se enseñan cosas que no sirven y no se enseñan cosas necesarias. En una entrevista en la tele atacó con saña a las raíces cuadradas, diciendo que a ella no le han servido para nada, algo que, por otra parte, parece evidente. Para la carrera política de Rodríguez, las raíces cuadradas y todo lo que implica su conocimiento habrán sido inútiles y de llegar a tener algún conocimiento de esa clase, habría sido contraproducente. En cambio, ¡sorpresa!, cree que lo que hay que enseñar en los colegios es el consentimiento en las relaciones sexuales.

La propuesta educativa de Rodríguez viene a ser algo así como "menos matemáticas y más de lo mío" y, con ciertas diferencias, tiene parentesco con el famoso "menos latín y más deporte" de un ministro de la dictadura, Solís Ruiz, falangista vinculado al Sindicato Vertical, al que se llegó a conocer como la "sonrisa del régimen". Igual que a Pam, también a Solís le parecía que en las aulas se enseñaban materias que no servían y se descuidaban otras que se le antojaban más útiles, como la educación física. El hombre soltó aquello en un discurso y es célebre la réplica de Adolfo Muñoz Alonso: "Por de pronto, señor ministro, (el latín) sirve para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa". La anécdota ha pervivido, pasando de generación en generación, por la réplica ingeniosa y lacerante y porque se ha visto siempre, aquello de Solís, como el summum del desprecio por el conocimiento. Esto de Rodríguez es el desprecio por el conocimiento al cuadrado.

Contraponer la enseñanza de las matemáticas, representada por las raíces cuadradas, que a saber qué tendrán para que tantos les tengan manía, con la enseñanza del consentimiento es más absurdo aún que lo de Solís. Y despierta la curiosidad por saber en qué ambiente ha crecido la secretaria de Estado para creer —si lo cree— que hace falta enseñar en los colegios que "la violencia está mal". O proviene de un lugar donde no rigen las mínimas normas de la civilización o lo que hay es mucha cara, mucho rostro y cero escrúpulos. Para mantener sus puestos, crear otros y montar sus redes clientelares, las okupantes del Ministerio de Igualdad se han inventado que estamos en el peor de los mundos posibles y que tienen que someternos a reeducación. Y nadie les pone freno. Al revés. Ahí está Rodríguez, con su hemeroteca, blindada en el cargo. En cambio, a Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía, que se opuso a la ley Trans, la acaban de echar del Consejo de Estado. La acaban de echar los suyos, los socialistas, por decir lo que pasó y lo que pensaba. Las que saben, fuera, y las lerdas, dentro. Es matemático.

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