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Luis Herrero Goldáraz

Historia por hacer

Si algo nos explica la historia es que todo lo humano terminará algún día, pero eso no quiere decir que no pueda volver a repetirse.

Si algo nos explica la historia es que todo lo humano terminará algún día, pero eso no quiere decir que no pueda volver a repetirse.
Benzema celebra uno de sus tres goles contra el Barcelona en la vuelta de la semifinal de Copa. | EFE

De todas las cosas que se le debieron pasar por la cabeza a Benzema durante la carrera previa a su hat-trick en el Camp Nou, dudo que una de ellas fuera la historia. Es difícil pensar en la repercusión inabarcable de nuestras pequeñas acciones mientras las realizamos, a no ser que el paso anterior a ejecutarlas consista en estar sentado en un cohete durante un viaje eterno hacia la luna, con todas las horas por delante y de paisaje el universo. No, yo no creo que Benzema se acordase de Puskás, ni que se relamiese imaginando su futura estatua siendo erigida gracias a la inercia de la carrera de Vinicius, que se fue a encarar a Eric García como si lo de menos fuese el gol, ya celebrado antes incluso de que se inventase el fútbol, y lo de más seleccionar a la jugosa víctima que debía figurar para los restos en las portadas de la masacre blanca.

Cabe preguntarse, sin embargo, en qué momento comenzó el partido a ser histórico para los que lo estábamos viendo. Si el acicate que desató la furia del destino fue la mano de Courtois o la carrera de Rodrygo; si acaso todo esto que ahora nos contamos con euforia, que es la abuela de la mejor clase de nostalgia, no nos lo comenzamos a inventar a medida que iba pasando delante de nuestras narices.

La historia, también la que se hace del presente, puede ser muchas cosas, pero sobre todo es un relato. Y lo que tienen los relatos es que antes que verdad o mentira son ficciones, que es una forma como otra cualquiera de decir que no hay que fiarse tanto de lo que han visto nuestros ojos si todavía no hemos medido la distancia que los separa de lo que dicen nuestros labios. Con el tiempo, a fin de cuentas, no quedará nada más que lo segundo. Así que conviene asegurarse más bien pronto de que lo que se está empezando a recordar es verosímil.

Yo vi a Gareth Bale superar a Bartra desde fuera de la pista y supe que estaba presenciando algo histórico. Lo que no sabía es cómo iba a recordar aquello tiempo después, cuando la truncada carrera hacia el Olimpo del galés me iba a hacer volver a él portando un ramillete de pena y un puñado de remordimientos.

Hay algo en la palabra, "histórico", que evoca tristeza y acabamiento. Yo creo que es porque algunos nos hemos acostumbrado a recurrir a ella para hablar únicamente de personas extintas y regodearnos con relatos mitológicos irrepetibles. La historia, desde ese prisma, es un recordatorio de nuestra finitud y una manera de vaciar de significado lo grandioso, que sólo es admirado si ha sido previamente engullido por el tiempo.

Pero si algo nos enseña el fútbol es que la historia es un relato que se construye ahora y que, en todo caso, mira más hacia el futuro. Yo sé que ya he visto tantas noches históricas del Madrid como las que escuchaba relatar a mis mayores cuando era niño y todavía no podía recordarme envejeciendo. Por eso sé que viviré bastantes más antes de no volver a recordar ninguna.

Tampoco hace falta que sean noches míticas, plagadas de goles, récords y tanganas. Basta con que la brisa que las acompañe sea tibia, la mañana que las siga entre lamiendo la ventana y la manera de contarlas me devuelva en unos años la sonrisa. Puede que no haga falta ni siquiera que haya fútbol. Tan sólo alguien amado con quien recordar más tarde. Y saber que aunque acabó, sólo acaba para siempre lo que nunca ha existido. Si algo nos explica la historia es que todo lo humano terminará algún día, pero eso no quiere decir que no pueda volver a repetirse.

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