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Mario Garcés

Gestación subrogada, pensamiento subrogado

Se están extendiendo dogmas antiliberales que unen el antiguo puritanismo de la sección femenina con el nuevo austericidio moral de la izquierda.

Se están extendiendo dogmas antiliberales que unen el antiguo puritanismo de la sección femenina con el nuevo austericidio moral de la izquierda.
Ana Obregón | Telecinco.es

El ser humano tiene la admirable capacidad de escoger libremente por sí mismo, de pensar inteligentemente. Menos en España. De un tiempo a esta parte, entre los que no quieren pensar y los que piensan por los demás, se están extendiendo ciertos dogmas antiliberales que sorprendentemente unen el antiguo puritanismo de la sección femenina con el nuevo austericidio moral de la izquierda nacional. En España, el pensamiento se subroga, entre gregarios, doctrinarios e inapetentes a la reflexión crítica. Que piensen por nosotros. Por eso, no es de extrañar que del paternalismo franquista se haya mutado al maternalismo socialista. Del heteropatriarcado al homomatriarcado. Y del machismo al hembrismo.

Ana Obregón se ha convertido en terapeuta nacional para enfrentarnos a nuestros propios demonios, una especie de Santo Tomás de Aquino que nos ha dado una lección de libertad y de autodeterminación individual. Por supuesto, no han faltado las turbas de pensadores furibundos que han estigmatizado al personaje, reprobadores profesionales, que hubieran callado si el hijo hubiera sido gestado para Jorge Javier Vázquez, el nuevo cenizo de Sumar, como callaron cuando lo hicieron Javier Cámara, Ricky Martin o Miguel Bosé. La sororidad subrogada. Todos los conflictos éticos entre los homosexuales, las feministas tradicionales y los transgénero se han abierto en canal, por obra y gracia del infantilismo de litrona de las conmilitonas de Alcalá, 37, el Ministerio de Igualdad.

Por ejemplo, por lo que respecta a la prostitución, el franquismo y el socialismo emboscado en la fronda de Unidas Podemos, invocan a la dignidad como valor hermenéutico para no reconocer esta actividad. Fue un Decreto Ley de 3 de marzo de 1956 el que declaró la abolición de la prostitución, hasta entonces reglamentada en España, sobre la base de un principio ético, cuya base canónica continúa siendo kantiana, una corriente de pensamiento muy alejada del "patxismo" del "y-a-ti-que-más-te-da" o del "bernismo" tabernario, mucho menos sofisticado que el impresentable de Sade.

Si nos adentramos en la epidermis de un comunista declarado, en el modo de producción capitalista toda fuerza de trabajo está corporeizada, este es el signo de la alienación del capital. Si es así, formulemos algunas cuestiones: ¿qué suman esas partes del cuerpo que no lo hacen otras? ¿Está el sexo necesariamente vinculado a la identidad? De la prostitución masculina rara vez escuchamos esta metáfora. Entonces, ¿es la sexualidad de las mujeres la única en la que radica la dignidad? ¿Estamos ante un criterio de demarcación moral? Por otro lado, ¿toda persona, hombre o mujer, que ejerce la prostitución, lo hace forzadamente o por razones de necesidad? ¿O sólo hay una minoría, no contrastada estadísticamente, que lo hace voluntariamente? Si es así, ¿es de justicia moral tratar de manera igual a unos y a otros?

No es cuestión de recordar ahora a todos los diputados socialistas que han declarado que toda forma de prostitución es una violación, cuando no conozco a ninguno de ellos que haya ido a un juzgado a denunciar ninguna situación de esta naturaleza, y el país está plagado de prostíbulos. La idea de tildar de violación prácticas sexuales consentidas, pero que no tengan como motor el deseo hacia la otra parte, contrae el riesgo de reafirmar una suerte de normativización sexual. Se practica sexo por numerosas razones que no son inmorales, pero que tampoco persiguen la satisfacción erótica, como por ejemplo el aburrimiento, la curiosidad, a veces la experimentación, quizá incluso la venganza.

Nosotras parimos, nosotras decidimos, menos en la maternidad subrogada. Continuemos con el método socrático: ¿hasta qué punto puede ser admisible ética y legalmente que el contenido de un contrato sea el propio cuerpo de la mujer? El principal argumento que da cabida a la sustitución en la gestación tiene como base la libertad que todo ser humano posee de decidir sobre su propio cuerpo. Aceptemos, por un momento, los principios reveladores del pensamiento socialista para abolir la prostitución: la falta de voluntad, el estado de necesidad y la explotación inmanente. En ese caso, ¿qué ocurre con los casos en que los familiares o amigos aceptan gestar por altruismo y aprecio a la pareja? Llegado a este punto, la izquierda se queda sin argumentos más allá del fanatismo estropajoso de algunos razonamientos morales que no resisten consistentemente ni medio minuto.

Por ello, si hay que elegir entre un liberalismo reproductivo o el modelo prohibicionista (anclado en la tesis de que son prácticas de explotación), me decanto nítidamente por el primero, con una fuerte intervención del Estado que vigile el deseado contrapeso y simetría de las partes para evitar violaciones a los derechos humanos, tales como la discriminación, e impida abusos provenientes de posibles estados de necesidad. En todo caso, es lo que pienso libremente. No aspiro a subrogar bastardamente mi pensamiento, que bastante tengo con aceptar lo que pienso. La libertad siempre constituye un riesgo, pero bendito riesgo del que sabe ejercerlo con respeto.

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