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Santiago Navajas

El falangismo de Sánchez

El Movimiento social-chavista del 15-M ha heredado el espíritu populista del Movimiento nacional-católico del 18-J.

El Movimiento social-chavista del 15-M ha heredado el espíritu populista del Movimiento nacional-católico del 18-J.
Pedro Sánchez, en un acto público reciente. | Cordon Press

Los socialistas de Sánchez y los comunistas de Yolanda Díaz sueñan con Franco y José Antonio Primo de Rivera como los androides de Philip K. Dick con ovejas electrónicas. En tiempos de Inditex y Ferrovial, la izquierda añora los tiempos en que el grupo empresarial español más grande e importante era el Instituto Nacional de Industria (INI). Desde 1941 a 1980 era el Estado el que controlaba los mercados desde los Ministerios, además de a la sociedad civil a través de los medios de comunicación. Pero Felipe González les hizo tragar a los socialistas que Marx era una rémora, la OTAN era fundamental para la seguridad internacional y, sobre todo, que privatizar era de izquierdas. De repente, los socialistas cambiaron las obras completas de Karl Marx por las de Karl Popper, pusieron a uno de ellos de Secretario General de la OTAN y el resto cambiaron el paraíso socialista por los consejos de administración de empresas en el IBEX.

Fíjense en la medida estrella de la Ley de Vivienda de Sánchez: topes al alquiler con la excusa de garantizar la vivienda, lo que Pedro Sánchez llama "que la vivienda sea un derecho, no un problema". Volver a Franco significa refutar a González y Boyer, que liberalizaron el mercado de alquileres.

La Ley de la Vivienda de Pedro Sánchez ha puesto sobre el tapete los paralelismos entre las políticas socialistas y las falangistas. Los socialistas son proclives a intervenir los mercados para alcanzar objetivos sociales, que es justamente lo que hacía el franquismo falangista ya que atribuía al Estado un papel paternal sobre la sociedad y una política económica intervencionista sobre el mercado.

El paternalismo y el intervencionismo llevaron a que durante el franquismo se crease un sistema de empresas estatales a salvo de la competencia, así como una regulación estricta sobre los precios en el mercado de la vivienda. Sobre la querencia de los socialistas a intervenir los mercados y amenazar a las empresas privadas hemos tenido el ejemplo de Ferrovial, que si hubiese sido por lo que le pedía el cuerpo a la ministra de Economía habría sido expropiada por los chavistas con mechas de su gobierno.

El Movimiento social-chavista del 15-M ha heredado el espíritu populista del Movimiento nacional-católico del 18-J. Del "Patria, pan y Justicia" a "¡Patria socialista y victoria! ¡Viviremos y venceremos!". Sánchez acaba de reinventar la Ley de Viviendas de Renta Limitada de 1954 y está a punto de redescubrir la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964.

Lo propio del socialismo, tanto de derechas como de izquierdas, es considerar que la libertad es un problema, la liberalización ha de sustituirse por la planificación y que el camino hacia la justicia social no es la regulación eficiente de los mercados sino la destrucción de los mismos. Los regímenes políticos socialistas, ya sean de inspiración marxista o fascista, aspiran a restablecer una justicia social (presuntamente) rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales. José Antonio Primo de Rivera defendía el socialismo como una crítica justa del liberalismo económico, solo que a su modo nacionalista y corporativista.

La reacción de muchos liberales ante la reivindicación de la justicia social para eliminar la libertad económica fue reaccionar contra el mismo concepto de justicia social. De esta manera ceden a la izquierda y la extrema derecha una de las banderas fundamentales en las democracias. De muchos liberales pero no de todos, porque la Escuela de Friburgo – liderada por Walter Eucken (que había visitado Madrid justo antes de su muerte repentina en Londres en 1940, dando una serie de conferencias que impactaron, por ejemplo, en Juan Velarde, entonces joven economista español) y donde Hayek estuvo en su última fase– defendió una economía social de mercado denominada "ordoliberalismo". Precisamente en los años 50 la política económica franquista vivió el conflicto entre la faceta falangista del intervencionismo en el mercado de la vivienda y la defensa ordoliberal de una liberalización y una internalización económica (lo que los neofalangistas tildan de "globalización").

Franco le ponía una vela al intervencionismo social-falangista mientras encendía otra vela al liberalismo social de los ordoliberales. Fueron ganando estos últimos poco a poco, lo que condujo a ir deconstruyendo la estructura de precios intervenidos de la economía española fundada en la autarquía. El modelo de la internacionalización llevó a España a formar parte del FMI y la OECE en 1959.

Gracias a que en el franquismo se fue imponiendo un liberalismo social inspirado en el modelo de la Escuela de Friburgo, que había protagonizado también el milagro alemán tras la Segunda Guerra Mundial, España durante la Transición terminó adoptando una monarquía constitucional y una economía cada vez más de mercado en lugar de una prolongación dictatorial al modo nacional-falangista. Recordemos, por otro lado, la influencia de la socialdemocracia alemana, que también se había rendido al ordoliberalismo de Friburgo, en Felipe González, Carlos Solchaga y demás renovadores del PSOE.

Estamos ahora en un momento crucial, ya que el impulso liberalizador de González y Boyer fue apartado por Rodríguez Zapatero y está siendo totalmente arruinado por Sánchez, entregado a Bildu, ERC, PC y demás ultraizquierda. En clave psicoanalítica, la obsesión de Sánchez por quitar de en medio a Franco es el habitual reflejo de los herederos para matar simbólicamente al padre. Por si fuera poco, la UE actúa cada vez más como una agencia planificadora, intervencionista y prohibicionista que sería la envidia del Lenin de la Nueva Política Económica, solo que donde el dictador comunista introdujo mecanismos de mercado en su organización estatal, los tecnócratas están contaminando de burocracia estatista los procesos de fijación de precios, decisiones de propietarios y consumidores, así como corrompiendo el crédito a través de la política monetaria irrestricta del BCE. Cuando los extremos se tocan, la explosión se produce y todo salta por los aires.

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