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Acuerdo PP-PSOE

No importa tanto que se reforme la ley del sí es sí, si eso va a servir para que Sánchez siga haciendo el mal en todos los demás ámbitos.

No importa tanto que se reforme la ley del sí es sí, si eso va a servir para que Sánchez siga haciendo el mal en todos los demás ámbitos.
Alberto Núñez Feijóo escucha la intervención presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Senado. | EFE

El PP justifica su apoyo a la reforma del PSOE de la ley del sí es sí en que es un partido de Estado responsable dispuesto a ayudar al Gobierno cuando éste no encuentre aliados para culminar una reforma que es buena para España. El planteamiento es aparentemente intachable. Sin embargo, hay algo que chirría. En una democracia, el papel de los partidos no es hacer lo que ellos crean que le conviene a la nación porque no son quienes para decidirlo. Eso corresponde a los votantes. La obligación de los partidos es gobernar conforme a sus ideas cuando ganan las elecciones (algo que el PP no siempre ha hecho) y oponerse a que el otro aplique las suyas cuando las pierdan. Por lo tanto, la obligación del PP no es tragar con lo que haga el PSOE cuando en intervalo lúcido haga lo que al PP le parezca que hay que hacer, sino oponerse a lo que haga el Gobierno en todo caso. No porque sea siempre desacertado, sino porque no basta para tener el respaldo de la oposición hacer algo con lo que la oposición esté momentáneamente de acuerdo, sino que, de querer cambiar, que el Gobierno cambie en todo y a todos los efectos.

Está muy bien que los socialistas intenten rectificar el desastre de la ley del sí es sí, pero que lo hagan con sus socios. Y si cree que el asunto es tan importante como para hacerlo aún sin su apoyo, que los abandone, cese a los ministros de Podemos, que encima son los responsables del desaguisado, y busque a otros con quienes gobernar. No sólo para deshacer el disparate de la ley del sí es sí, sino también para revocar la codiciosa política fiscal, revisar la derrochadora política presupuestaria, introducir nuevamente el delito de sedición, reformar el abaratamiento de la malversación, imponer la enseñanza del castellano en Cataluña, derogar la ley de memoria histórica, cargarse la ley trans, acabar con la ley animalista, corregir la ley de vivienda y un larguísimo etcétera.

¿Por qué está empeñado el PSOE en reformar una ley que tanto alabó? ¿Porque es mala? En absoluto. Todos los defectos de la norma le eran sobradamente conocidos cuando la promulgó. La sacó adelante por populismo feminista y se la quiere cargar ahora por el mismo populismo, a la vista de las protestas de una gran parte del electorado. ¿Por qué el PP ha decidido salvarle el trasero al PSOE en este asunto? Por la misma motivación electoralista, porque cree que los votantes están tan enfadados que no comprenderían que una marcha atrás tan necesaria no saliera adelante porque el PP, que tanto la ha exigido, ahora no quisiera apoyarla.

Y, sin embargo, es un error. Es como si en el sistema judicial el abogado defensor estuviera obligado a denunciar a su defendido cuando averiguara que efectivamente cometió el delito. El sistema exige al abogado que defienda al encausado con razón o sin ella. Pues eso, la obligación de la oposición es la de oponerse. Y no debe apoyar al Gobierno ni siquiera cuando se alegue el interés general, porque de la misma manera que el abogado sirve a la justicia defendiendo con sus mejores armas a su cliente, aunque lo sepa culpable, la oposición sirve a la democracia oponiéndose al Gobierno, aunque en alguna ocasión lo crea acertado. Desde el punto de vista del PP y de su electorado, no importa tanto que se reforme la ley del sí es sí si eso va a servir para que Sánchez siga haciendo el mal en todos los demás ámbitos, sino que salga del Gobierno cuánto antes. Y para lograr eso el camino más rápido es que pierda votaciones, en cualquier circunstancia, incluso cuando tenga razón.

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